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HOMENAJE A ANTONIO BERNI
por Ernesto Sabato
Berni fue un artista genial, un gran poeta de la pintura. Él nos entregó un
mundo de trascendente belleza y hondura que sacude los cimientos de nuestra
propia realidad, como únicamente el arte puede hacerlo. Sus cuadros, habita
dos por hombres y mujeres de pueblo, modestos trabajadores o angustiosos
desempleados que luchan en un mundo devastado por la crueldad y la
injusticia, paradójicamente nos engrandecen. Por la inefable ternura que
expresan, por la muda aceptación de! destino, por su humanidad. Por un
misterioso don sagrado, el arte adquiere, a través de su pateta, cálida,
vital, poderosa, el tono excelso de la poesía.
Tantas veces estas mismas palabras se las dije al gran amigo que fue, en
esas tardes que compartíamos, inolvidables para mí, en su taller cercano al
Parque Rivadavia. Beni gustaba de hablar, con su extraordinaria
sensibilidad, de cómo en el arte se concilia la realidad y el sueño, lo más
roble y lo más tremendo del ser humano. A veces, hasta altas horas de la
madrugada quedábamos meditan do en estos temas que nos apasionaban. Sobre
los movimientos de vanguardia, sobre el arte abstracto, que los dos
rechazábamos en su pretensión de haberlo superado todo. Siempre terminábamos
reflexionando sobre este país, querido y angustiante, quejándonos de
situaciones de pobreza que hoy parecen de prosperidad, tal es la miseria en
la que hemos caído.
Antonio Berni participó activamente en las vanguardias de su época y supo
abandonarlas cuando éstas revelaban sus limitaciones, alejándolo de lo que
él consideraba la verdad para su vida y su obra. Hacia mediados de la década
del treinta, de solado ante los hechos de injusticia, marginalidad y pobreza
del país, vuelca su emoción en obras de estremecedora belleza. Desocupados,
Manifestación, Chacareros son algunos de los trabajos realizados dentro de
la concepción del Nuevo Realismo. Influenciado por el muralismo mexicano,
fundó entonces este movimiento junto a los compañeros de las luchas
políticas y sindicales. Aquella experiencia innovadora en la corriente
artística de Latinoamérica nada tenía en común con la doctrina de cierto
realismo cuyo propósito era pintar algo “tal cual es”, como si hubiese un
mundo que pudiera ser manifestado independientemente de nuestras emociones.
Según esta doctrina, que pretende ser realista, el arte debía ser reflejo de
la sociedad, olvidando que cada vez que alguien ha querido imponer el dogma
de la realidad objetiva y racional, lo que acabó produciéndose es una forma
del viejo naturalismo burgués, una de las variantes más vulgares y triviales
de esa estética que no sólo es superficial, sino además, refractaria a
cualquier auténtico espíritu creador.
Por aquellos años muchos consideraron la pintura de Berni corno un “arte de
denuncia”, y en cierto sentido lo es, en el sentido de que al arte nada
verdaderamente humano le es ajeno. Pero él tenía el convencimiento de que c
creador no obedece a ningún tipo de mandato, y al pintar la vida y la
desgracia de los hombres, no lo hacía bajo ningún tipo de imposición
ideológica. La desolación y el desamparo de sus criaturas surgen de quien
hondamente ha penetrado en e corazón del hombre. Hacia la década del sesenta
comienza su reconocida serie de trabajos, pinturas y collages sobre la vida
de Juanito Laguna, a la que al poco tiempo se sumaría el personaje de Ramona
Montiel. Al contemplar aquellos cuadros algo nos hiere la mirada
impidiéndonos permanecer pasivos, simples espectadores. El artista verdadero
no está preocupado por la pura belleza, el gran arte siempre es trágico,
basta recordar a Dostoievski, Shakespeare, Hyeronimus Bosch, Goya, y hasta
ciertas obras de Donatelio. Kierkegaard afirmó, con razón, que la categoría
metafísica es la más alta y está por encima de la categoría estética. Y en
el universo pictórico de Berni, a menudo, el llanto, la madera
quemada, un barrilete, adquieren, por su tratamiento, envergadura
existencial y metafísica.
Berni pertenecía a esta raza de artistas cuyo espíritu libre, desafiante,
traspasaba lo meramente anecdótico, hasta convertir a sus personajts en
verdaderos arquetipos. Juanito Laguna en rigor es cada uno de nosotros,
todos, Una de esas máscaras que según Nietzsche hacen falta para revelar las
atroces verdades. Cuando vi. por primera vez sus cuadros, quedé impregnado
por el amor que Berni sentía hacia el hombre de pueblo. Desde entonces tuve
el deseo de poder hacer algo en conjunto. Cosa que finalmente logramos,
tomando como punto de partida algunos personajes de Sobre héroes y tumbas y
Abaddórt. Siempre recordaré la total disposición con que generosamente llevó
a cabo ese trabajo. Con el vigor que caracteriza a su pintura retrató a
aquellos seres simples, casi analfabetos, pero en los que ambos
encontrábamos una esperanza inquebrantable frente a la des dicha. No a pesar
de sus sufrimientos sino, precisamente, por ese constante y desventurado
contacto con la amargura y el desamparo. Su interpretación de mis personajes
de ficción resulta hasta el día de hoy insuperable.
Fue para mí un gran honor compartir más de treinta años de amistad con
Antonio Berni. En uno de nuestros últimos encuentros seguía pintando en su
viejo taller con la desenfrenada pasión de siempre. Trabajaba entonces en el
famoso cuadro Cristo en c garaje. En aquel cuerpo desnudo, lacerado por la
violencia exasperante, se revelaba una vez más la esencia de su genio
artístico, desgarradoramente humano.
ANTONIO BERNI O LA REVOLUCIÓN PERMANENTE
por Juan Fom
Una obediente ficha cronológica diría que expuso por primera vez a los
catorce años, en Rosario, su ciudad natal (“Un niño prodigio”, exageró un
diario de allá). Y que el bautismo de fuego en Buenos Aires tuvo lugar tres
años después, en la mítica galería Witcomb (unos paisajes de tibia filiación
impresionista). Pero quizá sea más secretamente decisivo, en el itinerario
de Antonio Berni, un episodio de cuando tenía diez años: “Yo me escapaba de
la escuela para ir a la librería de un amigo de mi padre que levantaba
quiniela. La clientela era escasa y este hombre y yo nos pasábamos el día
dibujando. Cuando mi padre me pescó, me dio una paliza con una cinta
métrica, de ésas de hule que usaban los sastres. Y después habló con el
amigo, quien le dijo que yo tenía un don natural. En esa época no había
academias en Rosario, pero él conocía un taller de vitrales de unos
catalanes, los Buxadera. Así que fue para allá y los convenció de que me
tomaran”. En ese ini ciático taller de vitrales, Berni entraría en contacto
por primera vez con la idea del arte como una dinámica de acción colectiva,
Y algo más, como él mismo solía decir con humor: “Los que te dan la paliza
son siempre los que tienen en la mano la cinta de medir”.
El segundo momento decisivo en su vida es el viaje a Europa. Había partido a
España becado por el Jockey Club rosarino, que seguramente aspiraba a
convertirlo en un nuevo Sorolla. Sin embargo, tres meses le bastaron a Berni
para darse cuenta de que el lugar para estar en esa época (1925) era París,
la ciudad donde conoció al que sería su mejor amigo (Lino Enea Spilimhergo),
donde leyó por primera vez a Marx y a Freud, y donde se convirtió en el
primer argentino surrealista, aunque por vía futurista (la primera vez que
oyó decir que había que “provocar con el arte una muy honda crisis de
conciencia intelectual y morar’ no fue en el Manifiesto Surrealista sino en
una conferencia que dio e italiano Marinettienel Ateneo de Madrid, si bien
poco después frecuentó a André Breton y al resto de la cúpula surrealista en
París). Casi de inmediato su pintura deja atrás los últimos restos de
impresionismo y de fauvismo para dejarse influir por el cubismo y por la
pintura metafísica de Giorgio de Chirico. Si bien expone en Buenos Aires
parte de lo que pinta allá, la verdadera decantación se produce a su retomo
a la Argentina, a fines del año 30.
Algunos dicen que entonces se instala en un conventillo en Rosario, otros lo
ubican en una chacra cerca de lá ciudad; los cuadros que pinta son los
mismos,
para unos y otros: objetos f! escala conviviendo con gran potencia expresiva
y un criterio que desafía toda lógica, salvo la de los sueños. En 1932
expone en Amigos del Arte, en Buenos Aires (uno de los cuadros exhibidos es
La puerta abierta) y se lo acusa de ponerse “fuera de la pintura a veces y
fuera del arte otras, con procedimientos ajenos a la dignidad de la creación
estética”.
Si un Berni surrealista no era fácil de “tragar”, el Berni realista sería de
a Lin más difícil digestión. Porque la época era la Década Infame: “La
desocupación, las huelgas, la miseria, las luchas obreras, las ollas
populares eran una tremenda realidad que rompía los, ojos”. Berni sólo
conserva del período anterior cierta abstracción metafísica en los fondos de
los cuadros, pero instala en primer plano rostros casi expresionistas en su
realismo. Los títulos de tas telas lo dicen todo:
Desocupados (1934, rechazado por el Salón Nacional), Manifestación (1935),
Chacareros (1936). Berni ya polemizaba con el mexicano David Alfaro
Siqueíros, quien llegó a la Argentina para dar tres conferencias, entre
ellas “El arte al servicio de la revolución”, donde argumentaba que la
pintura de caballete estaba perimida y que el muralisrno era el presente y
el futuro de la pintura. Mientras trabajaba con Siqueiros, junto a
Spilimhergo, Castagnino y Lázaro en el mural que pintaron en el sótano de la
quinta de Natalio Botana en Don Torcuato, Berni le discutía a brazo par al
mexicano que era posible (en un país cuyo gobierno reaccionario jamás daría
un solo muro “a la expresión artística popular”) hacer pintura de cabal1ete.
si las telas eran suficientemente grandes y se las colgaba a la entrada de
las fábricas (como era la idea original de su autor, con Desocupados y
Manifestación). Vale la pena contar la técnica usada por Berni para esos
enormes y extraordinarios cuadros: en lugar de óleo y tela, usó temple y
arpillera. El temple es un antepasado del óleo, cuyos pigmentos se diluyen
en clara de huevo o agua de cola, en lugar de aceite, y cuyo resultado es
una pintura con brillo y contraste escasos (aunque la mano mágica de Berni
obtenga del temple un resultado equivalente al óleo). Berni habla de un
Nuevo Realismo, alternativa al realismo socialista: “Crear una auténtica
cultura continental para América latina, en donde el cómo pintar se complete
con el saber qué pintar, para lograr máxima identidad entre forma y
contenido”.
Poco sorprende, pues, el periplo que encara a continuación: primero viajando
por Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia (1941), y luego instalándose cinco
meses al año (durante casi ocho años) en el monte de Santiago del Estero.
“Quizá por bo cetar primero, y después pintar en Buenos Aires, empiezo a
trabajar de manera más espontánea, con menos rigor formal, y el color
prevaleciendo sobre la forma”. Como alguna vez dijo Miguel Briante, todo en
Berni es historia: de la pintura o del país (en 1953 pinta Los hacheros y en
1954 Migración; aquel que chequee las fechas verá que, entre un año y el
otro, decrece la exportación de tanino y cierran fábricas en todo Santiago).
Si las composiciones de cada cuadro siguen siendo retratos grupales, la
monumentalidad muralista deja ahora paso a un intimismo que ya brillaba en
los retratos realizados desde el 34 (ver Primeros pasos).
El siguiente viraje estético se produce en el 58: con La carnicería, Berni
pul veriza su estilo “clásico”, poniendo en práctica en la tela lo que ya
venía probando en el grabado: el montaje de materias heterodoxas. Pero esta
ve: el collage se nutre de elementos que remiten directamente a los sectores
marginales de la sociedad. Berni trasplanta a los márgenes de la gran ciudad
a uno de los changuitos santiagueños que había pintado en el monte y nace
Juanito Laguna. “Es un arquetipo de esta realidad nuestra, un símbolo para
sacudir la conciencia de la gente. Yo andaba haciendo apuntes por las
barriadas y advertí que no me alcanzaba la pintura en sí para alcanzar la
intensidad expresiva que buscaba. Así que empecé a juntar de la calle lo que
encontraba y lo iba incorporando a la tela Y, mientras tanto, pensaba: si
algún día no pinto más, ya tengo profesión: ciruja”. En 1960 muestra Villa
Piolín en la Primera Exposición Internacional de Arte Moderno en Buenos
Aires ‘Un año después, cuelga cincuenta Juanitos en Witcomh, en una de sus
muetras más unánimemente elogiadas. Y en el 62 llega el reconocimiento
internacional: sorprende al mundo con una técnica desconocida (el
brilocollage re1ieveY gana el premio de graba do en la Bienal de Venecia.
Mientras Juanito entra por asalto en el imaginario popular (apareciendo en
canciones del Cuchi Leguizamón, Isella, Falú, Dávalos, Yupanqui y Piazzolla),
Berni se sumerge en su mundo interior y vuelve a la superficie con Ramona
Montiel: otro mundo de miseria y explotación. Pero lo que en los Juanitos se
veía con los ojos de la niñez, ahora se ve con ojos más cínicos. Berni sigue
desde la adolescencia hasta la vejez el itinerario de esa costurera devenida
bataclana y luego prostituta, amante de clérigos, coroneles, aristócratas y
burgueses que es, para él, La Oran Cortesana Argentina. El material de los
collages combina ahora oropeles y desechos, brocados y latas: cara y ceca
del mundo de Ramona.
“La línea de fuerza de toda mi trayectoria ha sido mi temática: Es la que ha
producido todos los cambios formales y cromáticos de mi estilo. Sería más
cómodo dedicarme a pintar cuadros y venderlos, y ganaría más. Pero no puedo
evitarlo: así soy. No hago más que poner en evidencia lo que por pudor,
prejuicio o miedo, no se menciona”.
En 1964 va un paso más allá,- cuando empieza Los monstruos (“esos bichos
extraños que hablan de otros hechos como están de la basura de este
mundo”), y luego La masacre de los inocentes, Los Wrehenes (la serie en
homenaje a los guerrilleros de América por cuya exhibición en París, en
1971, le ponen una bomba en la puerta de su casa-taller en Buenos Aires) y
la instalación La Difunta Conca. Cada una de las piezas, realizadas
íntegramente con material “espurio”, esde casi imposible conservación (el
trabajo realizado por Martha Nanni para la retrospectiva ene1 Museo Nacional
de Bellas Artes de 1984 fue literalmente titánico y solo resulto posible por
las fotos que había sacado el propio autor cuando ensambló las piezas).
Casi en paralelo a estas series, Berni “descubre” e acrílico. Y es
nuevamente la
temática la que rige el viraje estilistico: los cuadros que realiza en
Buenos Aires y en Nueva York entre el 75 y el 77 son una explosión de
colores (con magistral complemento de blanco y negro) para plasmar crudas
alusiones a la sexualidad (Chelsea Hotel, Los maniquíes vivientes, Promesa
de castidad). Una vez más, las telas de Berni representan como ninguna el
punto donde realidad y arte se sacan chispas. En palabras de Carlos
Gorriarena: “Berni estableció las diferencias entre lo que debe ser la
vanguardia en un país dependiente y lo que es en un país desarrollado. Lo
tremen do es que lo expresara con la misma brillantez teóricamente y en su
propia obra”. 1980 es la fecha del último esfuerzo, luego de la agridulce
tarea de restaurar, con un grupo de discípulos, los murales de la Galerías
Pacífico (que había realizado junto a Spilimbergo, Castagnino, Urruchúa y
Colmeiro, en 1944). Luego de soportar dos untuosas e inquietantes
visitas-del almirante Massera (una en las Galerías Pacífico, la otra en su
taller, durante la cual el barrio entero creyó que se trataba de una razzia
de los servicios, por el despliegue de seguridad), Berni acepta el pedido
del sacerdote Por domingo, del colegio San Luis Gonzaga en la localidad de
Las Heras, que había reservado al artista dos paneles enfrentados en la
capilla recién terminada, para que hiciera “dos pinturas que cumplieran una
función artística y religiosa a la vez”. Los temas, propuestos por el propio
Berni, son la crucifixión (en donde puede verse, entre otros personajes, a
un soldado romano sosteniendo un FAL) y el Apocalipsis (donde se ve al
dictador nicaragüense Anastasio Somoza huyendo con una rubia y una valija de
billetes perseguido por los legendarios jinetes). Los Cristas realizados por
la misma época (ambientados en garajes y habitaciones vacías) representan en
igual medida la indignación moral y la impotencia que abrumaban a Berni.
Después de terninar el Apocalipsis, habla cada vez más de la muerte y
comienza a ordenar sus papeles, como si anunciara lo que se avecinaba. Muere
el 13 de octubre de 1981, en un accidente doméstico en su taller. Seis años
antes había dicho en un reportaje: “La muerte es un hecho natural. Un día va
a entrar por la puerta de mi taller y yo no lo voy a impedir. Seguiré
pintando Que me lleve con el pincel y el caballete, si quiere”.
ANTONIO BERNI
por Marcelo E. Pacheco
Antonio Berni es uno de los protagonistas indiscutibles de la historia del
arte
argentino y latinoamericano del siglo XX. Desde sus inicios como niño
prodigio
en Rosario hasta sus últimos trabajos en 1981, su producción estuvo siempre
en
el centro de atención de la crítica, el público, las instituciones y los
especialistas,
aunque no del coleccionismo (con excepción de sus cientos de pasteles y
sepias y
— oleos de pequeños tamaños dedicados a figuras populares y retratos). Sus
logros internacionales (especialmente el Oran Premio de Grabado y Dibujo en
la famosa Bienal Internacional de Venecia en 1962 y sus muestras
individuales en Europa, Estados Unidos y América Latina) y su presencia
constante en el medio local (exposiciones, conferencias, artículos, mesas
redondas, premios, murales públicos y declaraciones polémicas) fueron
tejiendo una carrera compleja y diversa, dedicada a la producción de
pinturas, dibujos, grabados, ilustraciones de libros, murales, esculturas,
tapices, ambientaciones, instalaciones, collages y objetos.
Berni construye su obra sobre tensiones básicas entre la tradición artística
(la pintura italiana del Renacimiento y la iconografía del cristianismo), la
modernidad y el arte contemporáneo (la metafísica de giorgio de Chirico, el
surrealismo de Breton, el muralismo mexicano, el nuevo realismo, el in
formalismo, el pop y el hiperrealismo) y las complejidades del siglo XX
interés por el psicoanálisis y el marxismo, las lecturas constantes de la
Biblia, la pasión por el cine, los conflictos con la sociedad de consumo, la
violenta historia política y económica latinoamericana). Sus trabajos y sus
escritos encierran una personal síntesis, una dinámica activa entre las
preocupaciones formales, el sentido político del arte, la reflexión
estilística, la renovación e invención de lenguajes y la responsabilidad
moral y social del artista.
Desde sus primeros paisajes rurales hasta su última serie de los Cristos en
c garaje y sus murales del Apocalipsis, Berni aparece siempre en escena
absorbiendo y transformando los estilos vigentes. No hay un estilo Berni,
sino muchos Bermi dentro de una manera inconfundible y actual. El artista
aparece receptivo y poroso a los principales cambios del lenguaje artístico,
batiendo de las diferentes escuelas y estilos un campo fértil para la
renovación de su narrativa. Su sentido de lo contemporáneo lo mantiene
siempre como un artista de vanguardia en dirección de su libertad creativa.
Quizás esta misma multiplicidad hace que cada capítulo del arte argentino de
los últimos ochenta años necesite de Berni. Fue actor clave en la modernidad
y las vanguardias de los años veinte formando parte de los “muchachos de
París” con sus óleos y collages surrealistas; fue centro del arte político
de los treinta como artista y teórico del Nuevo Realismo y como
representante de lo que la crítica llamaba el “neomexicanismo siqueriano”;
en los cuarenta obtuvo e reconocimiento público, ganando los premios más
importantes de los
salones oficiales y pintando en equipo con Spilimhergo, Castagnino, Urruchúa
y Colmeiro, la cúpula de las Galerías Pacífico; en los años siguientes
renovó su
lenguaje acercándose al informalismo y el pop, y convirtiéndose en uno de
los
principales protagonistas del boom de los años sesenta con sus series de co-
llages, objetos y brilocollage relieve narrando las historias de Juanito
Laguna y
Ramona Montiel (el Instituto Di Tella lo reconoció con una importante
rerospectiva realizada en 1965). Ya en los años setenta sus cuadros,
especial mente los grandes acrílicos, muestran su cercanía a un
hiperrealismo crítico como versión bastarda y paródica del mundo
contemporáneo y sus supuestos encantos. Incluso, más cerca, en los últimos
diez años, durante el fenómeno del “arte de los noventa”, Berni ha sido uno
de los principales referentes de las nuevas generaciones y uno de los
latinoamericanos más requeridos por las instituciones y el mercado de la
globalización cultural.
Dentro del extenso catálogo de su producción, dos momentos se destacan con
precisión: el núcleo de pinturas de los años treinta y s1 collages y
grabados de los sesenta. En el primer caso se trata de su serie de retratos
monumentales (clara renovación del tradicional género del retrato burgués
modernizado en el siglo XIX) y de sus grandes telas sobre la desocupación y
las manifestaciones obreras, pintadas al temple, al óleo o a la piroxilina.
Estos últimos adquieren el valor adicional de tratarse de la propuesta
plástica y política que Berni sostiene como alternativa con respecto al
programa del muralismo revolucionario mexicano (en esta dirección fueron
claves su relación y sus polémicas con David Alfaro Siqueiros a partir del
Ejercicio Plástico, pintado en 1933 en la quinta de Natalio Botana). El
argentino propone una pintura monumental realizada en el caballete y en el
taller como alternativa a la propuesta del muralismo, arte en espacios
públicos que considera imposible de desarrollar en el medio local. En el
segundo caso, se trata de las series narrativas sobre el chico de la villa
miseria, Juanito Laguna, y la prostituta, Ramona Montiel. Allí el pintor
incorpora a sus obras la basura industrial construyendo paisajes y
personajes con todo tipo de materiales reciclados o, en los grabados,
recurriendo a la estampación de la huella de esos mismos materiales en los
papeles utilizados como soporte para sus imágenes.
Figura controvertida y necesaria, los trabajos de Antonio Berni en su
libertad
sostienen el desafío para lecturas actuales y diferentes.
Chacareros 1936
En 1933 Berni conoce a David Alfano Siqueiros representante del
muralismo mexicano. Esto produce un cambio en sus temas y en el tamaño
de su obra .El punto de vista bajo esta composicion hace mas
monumentales a los chacareros que aparecen conformando un frente
poderoso |
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Autorretrato con cactus 1934
En este autorretrato Berni Adopta rasgos característicos de su obra .La
monumentalidad de la figura y su relación con un paisaje organizado en
una perspectiva acelerada que define un espacio angustiante.La idea de
soledad se reitera en la maceta con el cactus que aparece en primer
plano. |
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Toledo y el Religioso o fraile 1928
Berni da cuenta en esta pintura ,de viaje a Europa y del impacto de la
pintura metafísica de de Chirico.Berni muestra al fraileen un espacio
rebatido, en el que el piso avanza hacia los ojos del espectador. logra
así una sensación oprimente que acentúa la idea de aislamiento que
se contrapone con el paisaje que vemos a través de la ventana. |
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la puerta abierta 1932
la pintura es característica del periodo surrealista de Berni .Nada en
ella corresponde a una copia de la realidad: el tamaño de algunos
objetos ( la llave o el alfiler) no se ajusta al de la puerta
abierta. El artista propone una tensión dinámica entre los objetos
monocromos y las formas geométricas de colores intensos. |
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La mujer del suéter rojo 1935
En los años 30 Berni realiza una serie de retratos en donde la
figura se impone con fuerza como tema de composición .En esta pintura el
centro del atención son los ojos de la mujer,cuya mirada evoca una
actitud reflexiva y el rojo intenso del sweater .A pesar de tratarse de
un retrato la preocupación de Berni no es ser absolutamente fiel a
la apariencia de su modelo , quiere transmitir su estado emocional. |
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Jujuy 1937
Los indígenas y el altiplano son los protagonistas de la pintura ,el
paisaje en que viven ,la ropa que visten ,los alimentos. Berni quiere
captar distintos aspectos de la geografía y de la vida de los habitantes
del pais. Los personajes del primer plano monumentales se contraponen a
la visión dilatada del Antiplano. |
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Desocupados o desocupación 1934
Esta obra se enmarca plenamente en las primeras pinturas de tema social,
Constituye también una forma de respuesta a Siqueriros. Dado que en la
argentina el estado no dio paredes a los artistas como en Mexico Berni
propuso realizar ´pinturas
de un tema social en grandes formatos .La obra representa a los
desocupados de la zona del puerto. |
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Primeros pasos 1937
La pintura condensa muchas de las características que Berni desarrollo
en obras anteriores El aislamiento de los personajes, el espacio casi
vació como una caja perforado por la puerta que nos deja ver las casas y
el paisaje del fondo .Nuevamente Berni recurre al rojo intenso
para vestir a su personaje. |
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Los astros sobre villa cartón 1962
Desde fines de los años 50 Berni introduce en sus obras restos
materiales de realidad.Con fragmentos de chapa y alambre oxidado nos
enfrenta a la otra cara del progreso.:la de las villas miserias que
rodean a la esplendorosa ciudad de buenos aires. |
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Ramona espera 1962
Con la técnica de Collage Berni construye el entorno de Ramona Montiel
una prostituta personaje central en sus obras desde comienzos de los
años 60,nos cuenta la vida de esta mujer que cose, sueña, baila en el
café concert y espera por sus clientes en la calle. |
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Sin titulo 1977
En esta pintura collage Berni nos muestra a Juanito Laguna,El niño
que vive en la Villa Miseria, rodeado de basura .A pesar de la pobreza
Juanito encuentra tiempo para la fantasía .La gran mariposa pintada en
colores brillantes se contrapone al entorno miserable en que vive. |
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Ramona y la Adivina o la Adivina 1976
Berni nos acerca en esta obra otro episodio en la vida de Ramona :
cuando visita la adivina para conocer su futuro. Sobre el espacio plano
El collage recrea las figuras de la Adivina y de Ramona quien
maquillada y llena de puntillas aguarda las palabras de la adivina |
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