JUAN JOSE SAER

AUOR:DANIEL FREIDEMBERG

 

La escritura, se ha dicho, es en el caso de luan José Saer una aventura de la percepción, al menos desde que, en El limonero real, su obra alcanza su mayor potencia y riqueza. Ahí y en .los cuatro libros siguientes La mayor, Nadie nada nunca, El entenado y Glosa, es decir, entre 1974 y 1985, lo que de un texto de SAE más puede esperar el lector es la afortunada posibilidad de ir asistiendo al modo en que las palabras buscan hacerse cargo de aquello que el mundo material y concreto tiene de sorpresivo e inexplicable. No sería posible esa empresa si de entrada no fueran el autor y el lector muy conscientes de lo utópico de la tentativa. Imposibilitadas de atrapar nada de lo que las excede, las palabras tanto dejan ver su precariedad como, al ser puestas a prueba' no pueden sino ir desplegando fuerzas insospechadas hasta hacer de la escritura una nueva realidad, dispuesta para ser recorrida infinitamente. Pero algo más había, oscuro, sordo, fluido y continuo, en esos libros, como el ,murmullo de, un contrabajo que, sin hacerse notar, sostiene el conjunto de una interpretación musical, algo que iba a aflorar, con su carga desestabilizadora y anonadante, en algunos tramos de la pesquisa y las nubes (1994 y 1997): la evidencia de que, tras el esplendor de lo existente, bulle, informe, opaco e indiferente, el caos, última realidad que de algún modo constituye la patria común de la especie humana y el barro a partir del cual cada uno modela, siempre provisoriamente, su propio ser. Y al cual apenas se puede oponer y de ninguna manera es poco algunos momentos de plenitud serena en el encuentro libre de especulaciones o expectativas con las cosas y las palabras.  En uno de sus más conocidos y singulares poemas, «Diálogo bajo un carro", SAER lo había, tematizado: en un intervalo de las guerras civiles del siglo XIX, los hermanos José y Rafael Hernández conversan luego de un asado, a la siesta. Como un contrapunto entre el yin y el yang, entre sincronía y diacronía, el discurso de uno aparece obsesionado por los sangrientos sacudones de la historia, ensordecedora e ingrata hacia quienes se abandonan a su juego avasallador, y el del otro atento al sabor grueso de la carne y el vino, el resplandor del instante, el murmullo. de las hojas de los árboles, un cierto asombro ante el renacer de cada día. «Diálogo en un carro" pertenece a El arte de narrar, una serie de poemas escritos entre 1960 y 1975 que constituye la primera de las tres partes del libro homónimo, publicado en 1977, ampliado, en 1988, y ahora vuelto a publicar con el agregado de una cuarta parte, "La guitarra en el ropero": seis textos escritos entre 1981 y 1987. Desde un principio, casi una década y media antes de El limonero real, la poesía de Saer exponía las cuestiones que en su prosa aparecían tácita o lateralmente: el enigmático e irreducible espesor de la existencia, por un lado, y por el otro, la insensatez del destino, su fatalidad incomprensible y, al fin y al cabo, vacía. Nunca como en sus poemas Saer se permite ser tan profundamente reflexivo, tan "filosófico", si vale el término. Ni siquiera en los ensayos de El concepto de ficción o La narración‑objeto. Los ensayos, podría decirse, aprovechan la experiencia de la propia escritura para reflexionar sobre la literatura, casi como una práctica política contra el imperio de la banalidad generalizada por la cultura de consumo, tal como aparece señalado en el prologo La narración –objeto. Y los poemas, vez, condensan las más profundas preocupaciones a partir de las que operan Ios ensayos y las narraciones. Seguramente conocer la poesía de Saer vuelve más penetrante el encuentro con su prosa, así como, para quienes han leído sus novelas, bien los relatos del reciente Lugar, El arte de narrar resultará mucho másprovechoso, pero en esa inocultable interrelación los poemas no merecen ser vistos ,un gusto personal que el autor se da en los  descansos o los márgenes de una practica central. Más o menos fijadas como están las categorías de "escritor" y de «poeta",considerarse a' Saer un «escritor, además escribe poemas", como, por ejemplo, Proust, Faulkner, Katherine mansfield Hemingway o Hermann Hess, que parece confirmarlo él mismo a lar El arte de narrar a su libro de poemas y  declarar que la suya es "una poesía, eminentemente narrativa" y que "el tipo de escritura que hay en mis poemas y o prosa no difiere mucho".Lo primero no es cierto si es que .narrar se entiende, corno informa el diccionario, "referir lo sucedido", y en cuanto a lo segundo, efectivamente, la escritura  de los poemas. no difiere casi nada dé la prosa, pero quienes andan diciendo, Saer es bastante más poético en sus las que, en sus versos pueden hacerlo que la visión que ellos tienen de lo poetico , no sólo desconoce la vasta tradicion poesía "prosaica" anglosajona (Edgar lee Masters, Mariné Moore, Ted Hugnes sino incluso‑a poetas de lengua castellana como Ernesto cardenal Joaquín Giannuzzi, Enrique Lihn ,o Francisco Urondo , precisamente la cercanía con Urondio fuera amigo de S.aer, es un rasgo qué parece  distinguir a “La guitarra en el ropero” donde también Saer se muestra abiertamente menos abiertamente «prosístico» en sus poemas mas antiguos. En todo,caso, aún aceptando quno subvierte radicalmente las posibilidades de la lengua ni tiene nada, que ver con la concepción del poeta "vidente" o alucinado (alguien capaz de transportar al lector a un estado de arrobamiento o a algún tipo de revelación superior), hay motivos para sostener que El arte de narrar es uno de los grandes libros de poemas que un argentino haya escrito en los últimos cuarenta años, en principio por el inconmensurable universo de cuestiones que pone en juego, pero también por el refinadísimo arte con que, cuidadosamente, la escritura va respondiendo tanto a una demanda de fidelidad a una verdad profunda como a razones puramente estéticas, tan dominantes como para que en muchos momentos la comprensión no sea posible sin un arduo trabajo del lector. Pero además Saer es un afiatado maestro en cuanto a explotar lo que la escritura puede tener de musical: ritmos, pausas, repeticiones, cadencias, sonoridades que evoca la letra escrita. Lo que bien puede advertirse, es cierto, en Nadie nada nunca o La mayor, pero el hecho de que aquí estén presentadas en verso no es algo accesorio. Lejos de la ingenuidad con que algunos, creyendo hacer verso libre, incurren en la prosa cortada, Saer versifica muy bien, y no sólo lo demuestra en dos sonetos ‑uno en endecasílabos, otro en alejandrinos  sino en el hecho de que cada corte de línea, cada blanco, cada disposición espacial, resulta imprescindible, tanto para el placer del oído como para que el sentido de las palabras y las frases alcance su dimensión más plena. 

FRAGMENTO DE EL ARTE DE NARRAR

MADRIGAL

  Pastores,
 la estrella
no lleva a nada,
 su trayectoria
 es azar
, aparición fugitiva
 enla manada
 de síglos fugitivos,
 la cruz, más tarde
 coincidencia;
pastores el sol relámpago,
el tiempo entero suspiro,
pastores lo visible
 de explosión,
 espejismo el firmamento,
 pastores la propia
 mano improbable,
el pensamiento brisa
 o fiebre en el anochecer,
 la adoración error o cálculo
 en un establo vació.

EL CULTO DEL CARGO

  Desháganse ,
de adornos y vestimenta,
desierten factorías y jardines.
 Que un árbol junte la tierra
 y el cielo; que se entremezclen
 sexo y jerarquías:
 después de la catástrofe
 viene la vuelta de nuestros muertos,
 después de la oscuridad, la luz
flamante. Salgamos desde el cero
 otra vez, renovados, al infinito.
 Gime la herrumbre de este mundo
gastado, se quiebran
 las estrellas en ruinas,
el aire sucio raspa pupilas secas
bajo párpados blancos.
0 el paraíso o nada:
 desdeñen la limosna,
 el imperio del siglo,
reintroduzcan el gusto
 por la abundancia.
Preparen la desnudez
 exigente. Respondan
a la mistificación con silencio.
Acepten el paso oscuro por el caos.
Abandónense a la inacción.

                   Estos poemas pertenecen a la guitarra en el ropero (1981-1987), última parte de El arte de narrar.     

 

 

 

 

 

"ATENTO AL SABOR
,GRUESO DE LA CARNE Y EL
VINO, EL RESPLANDOR DEL INSTANTE."

 

 

 

 


 

SEÑALES DEL RIO LOT

  El azar se transforma
 en mundo, y
 el mundo
 en belleza
. Región
Antigua
 que acompañabas,
 gentil, el tren
 en un anochecer
 de fin de invierno,
 reunida, al fin,
en imagen
 por el curso
de tu río. Río,
o signo más bien,
 por el que,
corno por un lugar,
 con delicia,
 se atraviesa.

 

 


JUAN JOSE SAER  

 


 

"UNO DE LOS GRANDES LIBROS DE POEMAS DE LOS ULTIMOS CUARENTA AÑOS."

 

 


 

RUIDOS DE AGUA

  Nadie está,
 aunque parezca estar,
 en el mundo.
 Como cuando en el agua lisa
 y resplandeciente cae una piedra
 que llena el aire con su eco,
 igual el todo,
 permanencia inmóvil,
 se abre
 y se cima con cada nudo,
 fugaz, de acaecer.
Ruidos de agua.
 Y silencio,
después,
 en un lugar arcaico

 

 


 


HAIKU

  Plantas inmóviles
 antes de la tormenta.
 Una sola hoja tiembla.

 

 


 origen de datos:
clarin cultura 5 de noviembre del 2000

 

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