BENITO QUINQUELA MARTIN

 

Nacido para ser nadie, su origen fue oscuro. Lo abandonaron en marzo de 1890 en la puertas de la Casa de Expósitos. El bebé tenía sobre el pañal una nota: "Me Ramo Benito Juan Martín y estoy bautizado". incluyeron la mitad de un pañuelo cortado en diagonal; una señal que reaparecería en su futuro. Hasta casi los 8 años vivió en el orfanato; el 17 de noviembre de 1897 fue adoptado por el matrimonio del genovés Manuel Chinchella y la entrerriana de ascendencia india justina Molina, que tenían una carbonería en la Boca. "Los recuerdos de infancia son tan borrosos como an tes de salir del asilo ,decía, Mis padres adoptivos me trataron bien, igual que las hermanas del hospicio, con la ventaja de que ahora tenía un padre y una madre para mí solo." Su padre volvía extenuado por un trabajo durísimo y brindaba a su hijo caricias tiznadas. Cursando solamente primer y se­gundo grado Quinquela aprendió a leer, a sumar y restar. Se lamentaba de haber tenido que dejar cuando empezaba a multiplicar. Entre los 9 y 15 años ayudaba a su padre en el negocio; a los 16 se inició como obrero portuario cargando bolsas de carbón en los barcos o llevándolas a domicilio. "En mi barrio no entraba un solo vigilante porque la Boca era el centro obrerista más agitado del país. Y estaban todos los prostíbulos de la ciudad", que, con el tiempo, en los años 60, se transformarían en concurridos restaurantes. Pero allá por principios del siglo YX, Quinquela prefería como clientas a las prostitutas dormilonas: eran más confiadas, no controlaban el peso y daban propina. El llevaba a los novatos a hacer el amor y, según recordó alguna vez, en esos casos no cobraban, lo hacían por "arnor al arte". A veces, con su amigo Juan de Dios Filiberto ,luego también famosoestremecían el barrio con serenatas nocturnas en las que aprovechaban para robarse alguna gallina para el puchero. Solía contar que cuando los veían llegar, los vecinos corrían a echar candados a los gallineros. Siendo la Boca el sitio que votó en 1904 al primer diputado socialista de América (Alfredo Palacios, en cuya campaña participó el joven Quinquela), la cultura estaba a la orden del día. Había varias sociedades sindicales entre ellas la de los estibadores y bibliotecas populares. Allí, leyendo a tropezones, se formó con las novelas de Máximo Gorki, Emile Zola y Dostoievski. Se marchó de su casa, a los 18, tras una discusión familiar; vivió en un galpón cercano, trabajó como ordenanza de la Aduana y, cuando se aburrió de barrer, volvió al hogar paterno y a hombrear bolsas. Mientras tanto, estudiaba por la noche con Alfredo Lazzari, su único maestro, en la Sala Unión de la Boca, donde enseñaban música, dibuj o y canto. Leyó El Arte, del escultor francés Auguste Rodin y le pare ció fácil pintar. Se desencantó cuando a los 20 años no ganó ningún prenuo en su primer concurso. Para él la Vuelta de Rocha era en sí misma una obra de arte. ¿Por qué no pintarla? Dedicaría su talento a ese paisaje, ese río, las grúLas, los hombres cansados que sueñan con el mar, los barcos, los puentes, aqueRos incendios de las casas de madera y esos atardeceres similares a los de un Van Gogh que desconocía. Hasta el punto de que a su cuadro preferido, Crepúsculo, no quiso venderlo jamás, pese a recibir en los años 30 una oferta equivalente a medio millón de dólares de hoy. Siempre caminó a contrapelo de los demás. Pintando solamente con espátula y a gran velocidad (lo cual es muy dificil para cualquier artista) no se sentía atado a ningún "ismo", en el preciso momento en que todas las miradas se dirigían a Europa y a los talleres de París. Tampoco le escapaba a los brochazos o a la dimensión del mural; el último, de casi diez metros y que dormía escondido en un sótano, se exhibe en la muestra. Captó precozmente esa realidad proletaria y laboriosa. Si bien su composición era sumaria, revelaba rasgos fuertes y colores vivos. Aseguraban que sus rostros parecían sólo manchas abocetadas, pero en la retrospectiva actual hay brillantes dibujos con elocuentes tratamientos de las caras frente al trabajo o al dolor. Esa epopeya de la inmigración y el mestizaje que ejemplificaban sus padres la unió dichoso al retrato poético del Riachuelo. Su primera exposición (fracasada) fue a los 28 años en la Galería Witcomb. Aún firmaba Chinchella y a veces Carbonero. Al año siguiente, 1919, expuso en el jockey Club de Buenos Aires, con el auspicio de la Sociedad de Beneficencia. Pese a la resistencia de las damas de abolengo, invitó a la inauguración a sus amigos estibadores. Allí el generoso pintor Pío Collivadino le compró su primer cuadro en una importante suma (cinco mil pesos) y este juicio de valor terminó arrastrando a otros compradores. Collivadino le anticipó: 'Tesde ahora no pintaré más puertos. Ya tiene su pintor". Entonces Chinchella decidió adoptar la grafla Quinquela y conservó el apellido que le habían asignado en la Casa de Expósitos: Martín. El éxito empezó a acompañarlo. Una clientela de notables lo seguía pues su obra poseía el intimismo de Fortunato Lacámera yla entonación alegórica de Eugenio Daneri. Sobre su vida privada recordó la esposa de Filiberto: " las mujeres lo buscaban mucho y él no las dejaba escapar. Me decía que les regalaba combinaciones para ver después cómo les quedaban". Entusiasmado, el presidente de la Nación Marcelo T. de Alvear le otorga en 1922 una beca para perfeccionarse en Europa. Su triunfo allí resulta inusual. Durante 1923 expone en Madrid y la reina Victoria Eugenia le pregunta por qué no pinta mujeres. Responde: "Aún no hallé la mujer ideal". Pasea por la Puerta del Sol y es detenido al ser confundido con un anarquista dinamitero, pues usa, como ellos, gorra y un sencillo pañuelo al cuello. Varios de sus cuadros quedan en España. A su vuelta compra la casa donde viven sus padres para evitarles mayores zozobras. La madre no se consuela con tanto viaje y le reprocha: "¿Cuánto más piensa estar fuera del país?". París lo deslumbra en 1925 y Nueva York aún más en 1927, cuando Día gris en la Boca es adquirido por The Metropolitan Museum. En la Italia fascista lo recibe el papa Pío XI en audiencia privada, es elogiado por el rey Vittorio Emanuelle 111 y Mussolini compra Momento violeta tras definirlo, "íl mío pittore del lavoro". El Duce desea saber qué es la Boca. "Dije: es un puerto de Buenos Aires donde muchos italianos comen pizza con fainá. Mussolini se rió mucho, pero el embajador argentino me miró muy serio recordaba .Quinquela. Es el primer sudameri­cano al que le compran obras el Museo de Arte Moderno de Madrid, el actual Centro Pompidou de París, de Arte Moderno de Roma y siete de varias ciudades de Gran Bretaña, entre ellos la Tate Gallery de Lon­dres, donde descubre y admira a Turner. "Ya que les mandamos tan­ta carne a los ingleses ,ironiza,, no sería excesivo enviarles un poco de pintura argentina." Aunque Mussolini procura insta­larlo como figura de su nuevo im perio y el Palacio de Guanabara en Brasil lo pide como maestro, al regreso de Europa decide renunciar a sus viajes al exterior. No era fascista y tampoco comunista. "Los rusos querían flevarme allá a hacer exposiciones y trabajar", comenta luego. "Dijeron que yo identifiqué al pueblo con el arte. Pero soy híncha de jesús. " En 1938 una de sus amantes muere y le deja un importante legado. Compra la casa donde su madre trabajó como mucama y comienza su excepcional obra filantrópica, que lamentablemente no tuvo seguidores entre sus colegas famosos. Poco a poco, dona solidariamente a su barrio la construcción de la Escuela Museo, el Lactario donde las madres regalarán leche sobrante a bebés desconocidos, la Escuela de Artes Gráficas, un jardín de infantes, el Centro Oftalmológico Infantil y el Teatro de la Ribera. El siempre vivió con humildad: "¿ Es usted rico?", le preguntaban Qué voy a ser rico ... ! Yo vivo al día. Hasta mi estudio es alquiladof Y seguía recorriendo las calles de la Boca en alpargatas y ropa de obrero, como cuando era carbonero, mientras citaba aquella frase de Leonardo Da Vinci: 'Ta pintura es poesía muda. la poesía, pintura ciega". Era ya famoso. Apareció en su estudio una pareja mayor con la otra mitad del pañuelo cortado en diagonal que le dejaron al nacer. Afirmaban ser sus padres. 'les dije que no conocía más padres que los que me habían cuidado. La pareja se fue y nunca más los volvía ver afirmaría luego. Hombre de carácter fuerte y len­guaje barrial, contestaba con un exa­brupto a quien lo denominada "rnaestro". Creó La República de la Boca a imitación de la República de Montmartre en París. Después, en 1948, recordando a un amigo que cada vez que iba a su taller llevaba un tomillo fundó la Orden del Tor­nillo, con la que bautizaba a los "cul­tores de la verdad, el bien y la belleza, que tienen puesta su esperanza en el espíritu del hombre y su fuerza creadora". Se convirtió en el Gran Maestre de esta Hermandad casi surrealista. Fue una Orden para premiar a los artistas soñadores y diferenciarlos de los cuerdos, afectados, según él, de "discreción calculada o sensatez egoísta". Informó al periodismo: "La ceremonia de ordenación consiste en una comida frugal, un discurso humorístico a favor o en contra del nuevo cofrade y, luciendo mi uniforme repleto de galones y tornillos, la entrega del diploma pertinente. Siempre les advierto: 'Este tornillo no los volverá cuerdos. Por el contrario, los preservará contra la pérdida de esa locura luminosa de la que se sienten orgullosos'." Cada año los cadetes del buque escuela francés Jean D'Arc le rendían honores al "almirante" Quinquela frente a su casa. Recibía a estos marinos con una chaqueta azul con entorchados dorados y un gorro bicornio. Sucedía algo similar con los "Domingos de Quinquela", a los que concurrían personajes de las artes, las letras y la política, amén de gente desconocida. Todos charlaban fraternalmente en medio de los fideos al óleo. Autodidacta genial según algunos, la crítica oficial nunca se puso de acuerdo sobre el valor artístico de sus cuadros, pese a ser considerado en el resto del mundo (junto al brasileño Cándido Portinari y nuestro Antonio Bemi) uno de los tres mayores pintores sudamericanos. ¿Cómo encasifiar a este solitario en una escuela determinada? Muchos lo soslayaron plásticamente con notorios prejuicios culturales. Enrique Gené entonó su mea culpa en un libro; denunció esa desdichada actitud de nuestra "intelligentzia", que pretendía catalogar la cruda e imperecedera obra quinqueliana como simple tarea de un "hijo de la Casa Cuna". Humedeciendo su alma con una solídaridad sin límites, Quinquela adquiría las obras de otros pintores para el Museo de Bellas Artes de la Boca y vivía allí, en su atelier del tercer piso. Donó todas sus obras en 1968 a instancias de su amigo, el escribano mayor de Gobierno Enrique Garrido. Su valor ascendía a unos tres millones de dólares actuales. Paradójicamente hoy, cuando no se respeta cuanto Quinquela construyó para los demás (esos murales que engalanan las escuelas que él no tuvo), el mantenimiento de ese Museo es a menudo deficiente. Algo que, sin duda, este hombre de sólidos códigos éticos no hubiera permitido. n 1972 sufriáima hemiplejia y luego de una lenta recuperación ya no Nblvi6 a vivir en su casa estudio, donde sábados y domingos se reunía el mundo bohemio. Uno de sus mejores amigos le cedió una casona donde se habría de casar en 1974 con Alejandrina Marta Cerrutti, una mujer bastante menor que él, que había sido su mejor amiga en los últimos años. Dos años después Quinquela enfermó gravemente. No temía a la muerte. "Es una señora que llega sin que nadie la llame", solía bromear. Decoró su féretro con franjas de varios colores más una cruz y un barco. Dentro, lo pintó de rosa y agregó el celeste y blanco de la Bandera: "Le saqué las manijas al ataúd para ponerle un barrote de bronce. Así un mayor número de amigos llevará de la mano un poquito de Quinquela". No tuvo esa suerte. Cuando murió, el 23 de enero de 1977, tenía 86 años, y su vecindad apenas logró despedirlo. Eran los tiempos de la dictadura de Videla y Massera y el pueblo fue excluido de la ceremonia de despedida con un cerco. Durante su viaje al Japón de 1981, el ex presidente Arturo Frondizi escuchó una pregunta del prúner ministro Nakasone:"¿Cómo está la Boca?". Frondizi creyó que se refería a su dentadura: "Bien", contestó. El japonés lo sorprendió: "Sé que no es la misma después de la muerte de Quinquela. Tengo dos obras de él". Suuniversalidad, evidentemente, estaba más allá de las mezquindades.

  origen de datos:revista viva 
texto: alberto daneri
fotos: gentileza zurbaran

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OTRA BIOGRAFIA

QUINQUELA MARTIN

Fue comparado con Van Gogh y alcanzó las grandes galerias del mundo.

 

 

 

 

 

AGUAFUERTE DIA DE TREABAJADORES

 

A 110 años del nacimiento de Benito Quinquela Martín, una megaexposicion en el Palais de Glace muestra, hasta el 5 de noviembre, una retrospectiva única de 160 de sus obras.

 

 

 

DIA GRIS EN LA BOCA

 

  Sus obras están en museos de París y Nueva York. El director de la Tate Gallery de Londres lo comparó con Vincent Van Gogh

 

 

 

 

CREPUSCULO EN EL ASTILLERO

 

. Hizo hasta segundo grado pero donó a la comunidad talleres, escuelas y hospitales y hasta 27 de sus mejores obras.

 

 

 

 

A LOS 17 AÑOS CON BIGOTES

 

CON SU MADRE EN SU DORMITORIO

 

1º EXPOSICION EN GALERIA WITCOMB