Antoine de SaintExupery

 

Vivió solo,quince meses en la Argentina, pero quedó marcado para toda la vida. Aquí inauguró una línea aérea, consiguió mujer, hizo un retrato de su epopeya y la de sus compañeros pilotos‑ en su novela Vuelo nocturno, se enamoró de los páramos patagónicos, y en los verdes campos entrerrianos encontró la musa inspiradora de su obra cumbre, El Principito, traducido a más de 90 idiomas y el libro más popular de Francia y uno de los más vendido de todos los tiempos después de la Biblia.
Antoine de SaíntExupéry, este hombre alto, robusto, con movimientos de
oso, nariz corta y respingada, ojos saltones y un mirar sernidonnido, murió a los 44 años durante una misión de guerra: su avión despegó desde la isla de Córcega una hermosa mañana de verano para tornar fotografías de la Francia ocupada por los nazis, pero nunca volvió a la base. Su muerte es un enigma y está atravesada por las paradojas: demasiado viejo para volar, con el cuerpo estragado por cinco accidentes de los que había salido vivo por milagro, los jefes aliados le habían concedido el honor de luchar por su país gracias a su reputación, la última vez que el radar lo tuvo en su pantalla volaba cerca de la costa de Marsella, a menos de 30 minutos de Lyon, el lugar donde había nacido.
“Mamita mía, no estoy muy seguro de haber vivido después de la infancia", había escrito a su madre con arrasadora melancolía. Como el pequeño príncipe de
su fábula, que vivía en un asteroide remoto del cielo, un día desapareció y se transformó en leyenda.

Tercer hijo del conde lean-Marie de SaintExupéry y Marie Boyer de Fonscolombe, nació el
29 de junio de 1900 y quedó huérfano de padre a los cuatro años. Su madre pasó a ser clave en su vida de aristócrata empobrecido y nómade. Del castillo paterno se mudó al de sus tías por la ruina económica, mientras Saint-Exupéry acumulaba retos de los jesuitas no sólo por su "horrorosa ortografía" sino por su indisciplina, sus distracciones y la impenitente costumbre de escribir en papeluchos poesías combinadas con dibujos que nada tenían que ver con la clase.
A partir de
1919, después de un fallido intento de ingreso a la Escuela Naval, pasó 15 meses estudiando dibujo en Bellas Artes y dos años rnás tarde fue alistado como soldado en un campo de aviación del ejército. Allí se las arregló para tomar clases de pilotaje en secreto. Quedó maravillado:

volando, veía al mundo desde otra perspectiva, diferente de la de los demás. En la estrecha carlinga de sus aviones, en lucha contra los elementos desatados, el aristócrata se descubrió a sí mismo, forjó un sólido concepto del deber y la responsabilidad, y alimentó ideales humanistas. Poco después de terminada la Primera Guerra Mundial, SaintExupéry se comprometió con Louise de Vilmorin, una joven hermosa, elegante, escritora talentosa y heredera de un banquero que ni sabía cuánta plata tenía. El padre veía con recelo a ese conde sin dinero, enredado en libros, poesías y aviones. Unas semanas antes de la boda, SaintExupéry se subió a un biplano que no conocía en las afueras de París y se estrelló a poco de despegar: fractura de cráneo y conmoción cerebral. " El banquero confirmó sus temores y lo puso entre la espada y la pared dice Elsa Aparicio de Pico, secretaria de la sede argentina de la Asociación Los amigos de Antoine de SaintExupéry. El tenía 22 años y el padre de la novia le dijo:'0 mi hija o el avión'. Y ganó el avión." Antes de llegar a la Argentina, fue piloto del servicio aéreo que unía Francia y España con el norte de África y vivió dramáticas experiencias en lugares como Casablanca, Dakar y, sobre todo, en Cape Juby, punto remoto del Sahara, donde los peligros se sucedían, entre las traicioneras dunas del desierto y los códigos violentos del hombre nómade de las caravanas, capaz de asesinar con una sonrisa. SaintExupéry desembarcó en Buenos Aires el 12 de octubre de 1929 para extender la línea del correo aéreo a Santiago de Chile, Asunción y la remota Patagonia. Apenas instalado en un hotel de la calle Reconquista se entera: será director de la Aeroposta Argentina ,filial de la línea europea y deberá abrir las rutas, construir aeródromos  asignar el trabajo a sus notables camaradas: Jean Mermoz, Henri Guíllaume y los argentinos VicenteAlmandos Almonacid y Rufino Luro Cambaceres.

Nunca le gustaron las grandes ciudades y tal Argentina no será la excepción .No tiene gracia habitar Buenos Aires ,escribe  Geonte y ningún lugar donde pasear. Los arquitectos volcaron  su genio en privarla de todas sus perspectivas. Me pregunto cómo puede penetrar la primavera a través de estos millones de metí cos de cemento." A los dos días ya está volando sobre la Patagonia encandilado por el paisaje agreste y rudo .Otra vez el desierto: la nada es su territorio. Y e presiente la importancia de la línea aérea esos míseros poblados batidos por el viento. En una playa de Comodoro Rivadavia capturo una foca bebé que trajo en su avión a Buenos aires  lo instaló en la bañera de su casa, en el sexto piso de la Galería Güemes de la calle Florida. el único: en Paraguay embarcó un cachorro de  jabalí, y al abandonar Buenos Aires con su  madre, en 1931, se llevó un cachorro de puma que  sembró de inquietud al pasaje.
SaintExupéry llegó a volar más allá del 1 de Magallanes, sobre la Tierra del Fue lejos de las multitudes urbanas, más se al mirada: "Aquí el sol se acuesta a las diez de la noche. Todo es verde. Aldeas sobre el césped .Y gente que, de tanto apiñarse en tomo, tan simpática...". Pero si en las largas travesías hacia el sur desplegó las alas de la imaginación, el reconocimiento  de la ruta hasta Asunción del Paraguay volando bajo, siguiendo las vías del ferrocarril ,los aviones apenas contaban con brújula y al habría de seducirlo para siempre. Su ex entrerriana fue perturbadora, y está narrada en el  capítulo Oasis de su libro Tierra de Hombres. un viaje de inspección para controlar al los quince aeródromos diseminados en el país, vio un campo verde y liso a orillas de Uruguay, cerca de Concordia. Pensó que podría ser, una pista de aterrizaje alternativa y bajo a inspec cionar el terreno. " Había aterrizado en un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas",escribirá años después.
Una de las ruedas del avión se quebró al hundirse en una cueva de vizcacha y casi inmediatamente aparecieron en la escena dos jóvenes rubias, hermosas, casi niñas, al galope. "A] llegar hasta el avión vieron la torpeza del piloto y musitaron entre ellas una grosería, pero en francés -Cuenta Elsa de Pico, Por decirlo de algún modo: ¡Qué tonto! ¡No vio la cueva!" Las chicas eran Edda y Suzanme Fuchs, hijas de un matrimonio francés que tenía una granja en las cercanías, y que vivían en el castillo de San Carlos hoy en ruinas con paredes de piedra, mármoles y boisserie en las paredes. "A SaintExupéry se le abrió el cielo de repente cuando las escuchó hablar en francés ‑dice Elsa de Pico Y al llegar a la casona, en un viejo Ford, el padre, Georges Fuchs, se disculpó por el comportamiento 'salvaje' de las hijas."
El piloto volvería varias veces a ese lugar, al encuentro de sus "amigos deliciosos" que "vivían en un castillo de leyenda, una casa donde se aspiraba como incienso ese olor de vieja biblioteca que vale por todos los perfumes del mundo. "
Edda tenía 9 años y Suzanme, 14. En 1932, ya en Francia, Saint‑Exupéry escribió una nota periodística en una revista de París con un título sugerente: Las princesitas argentinas. Resulta inevitable asociar su experiencia entrerriana con la fábula infantil que lo haría famoso en el planeta. "Ahí está el esbozo de El Principito ‑dice Elsa de Picon esas dos chicas que eran muy especiales, y sobre todo con la impresión que le causó Edda. Ellas domesticaban bichos. Alas ovejas Suzanne les decía ¡Vamos!, y las ovejas la seguían. Edda había domesticado un hurón, que comía en su mesa y la seguía a todos lados. Su papá criaba abejas. Y Edda decía que a las abejas no les gustaba el ruido. Ella me contó:'Cuando nosotras queríamos que se fueran, gritábamos'. Un día, Saint Exupéry se puso a hablar muy fuerte bajo el panal y Edda lo recriminó:'Por favor, no hable tan alto porque a las abejas les molesta'."
A Edda, SaintExupéry le parecía "un gigante bueno". El escritor medía casi dos metros de altura y apenas podía entrar en la carlinga de los aviones. Enamorado del cielo y el desierto, cuando no volaba, escribía. Un meticuloso: podía romper cien páginas antes de publicar una sola. Decía que más que escritor, era un corrector. Tachaba y borroneaba, anotaba ideas y frases en servilletas de bar: sus compañeros lo veían en los hangares, inclinado sobre los barriles de combustible, las manos sucias de grasa, la lapicera sobre el papel. De su pluma goteaba la melancolía por la felicidad perdida en la infancia. Contemplaba su propio pasado con un sentimiento de pérdida.
En el castillo de San Carlos fantaseó con abandonar su vida errante y quedarse. Acaso, criar abejas. Llamaba "mis princesitas" a Edda y Suzanne
Fuchs. Pasaba horas haciendo trucos con la baraja para ellas. El castillo no estaba resplandeciente, pero lo encontraba irresistible pisos de madera quejumbrosos, no pulcramente encerados. "Todo estaba ruinoso y lo estaba adorablemente.» Se sentía a gusto en ese oasis rodeado de vegetación. "Las dos jóvenes reaparecieron misteriosamente, tan silenciosamente como se habían desvanecido. Se mesa con gravedad. Al desplegar s me vigilaban por el rabillo del ojo, o' preguntándose si me clasificarían o no en el número de sus animales familiar poseían también una iguana, una zorro, un mono y las abejas. Todos ellos vivían  entremezclados, entendiéndose maravillasamente, componiendo un nuevo paraíso terrestre", relató alguna vez el piloto.
SaintExupéry recordaría muchos años mas  tarde Edda Fuchs les decía: "Ten ciudado o
un dia aparecera un riorribie, pequeito mañuo y se las llevará en cautíverio".
Un día de 1964 llegó un periodista francés a la casa de las hermanas Fuclisipara comprobar si de verdad habían e)dstido. El mundo literario francés siempre sospechó que eran fruto de la imaginación del escritor. Al final de su capítulo Oasis, el autor se pregunta: "¿Qué se habrá hecho de esas jóvenes? Sin duda se han casado. llega un día en que la mujer se despierta en la joven... ( ... ) Entonces, se presenta un imbécil. Se le entrega el corazón que es un jardín salvaje, a él, que sólo ama los parques cuidados. Y el imbécil lleva, en esclavitud, a la princesa".
Elsa de Pico cuenta que, una vez, Edda Fuchs escapó de la reserva con que guardaba sus recuerdos y le confesó que cuando leyó ese capítulo del libro, ahogada por las lágrimas, tenía 19 años. "Corrí a mirarme al espejo", le dijo.
Como si fuera un sortilegio, ni Edda ni Suzanne se casaron jamás. Suzanne enseñó francés en Concordia pero nunca pudo dejar la granja ni los animales. Edda se convirtió en una mujer elegante y atractiva que administró campos durante muchos años. Al periodista francés, le dijo: "Me acordaba de él cuando tenía flirts. Me marcó, en cierta forma. No sé si fue el destino, o algo superior".

Allí, en las verdes cuchillas entrerrianas, quedó la fantasía de un amor no realizado, un oasis platónico y deslumbrante, la fuente de inspiración de El Principito. 'Tas coincidencias son abrumadoras ,enfatiza Elsa de Pico. El avión roto, el accidente, el señor malhumorado, la desolación del desierto: en esa época, el monte de espinillos era un desierto. ¿ Quién te ve? ¿ Quién te ayuda? Y una vocecita que sale y le dice: i Qué tonto! i No vio la cueva! "
SaintExupéry voló en la Argentina más que en ninguna otra etapa de suvida. Hizo no menos de 30 travesías a los Andes porque le aburría el trabajo administrativo. "Yo vivo verdaderamente cuando vuelo", dejó escrito. Cuando estaba en Buenos Aires, pasaba el tiempo con sus amigos de la Aeroposta, charlando, comiendo generosamente con vino francés y terminando la noche en alguno de los cabarés de la época. Los argentinos que lo conocieron lo recuerdan como simpático, accesible, pero, a la vez, autoritario. Se imponía fisicamente, siempre había un cigarrillo en sus labios y tenía un hablar algo tartamudo, una voz que "oscilaba entre el cognac y el licor de cassís". Como jefe de línea era férreo. No suspendió los servicios aéreos el día en que un avión se estrelló con saldo trágico en el Río de la Plata, El correo debía partir a cualquier costo, ni las averías del motor nilos huracanes dela Patagonianilas debilidades humanas podíanretrasar laepopeya. Más deunavez, SaintExupéry experimenté la terrible sensación de ser empujado por los vientos del sur más poderosos que el motor de su avión hacia el océano. "Cada vuelo es una victoria que asegura el siguiente." Y así terminó con el aislamiento del sur: porbarco, Buenos Aires distaba 15 días de Río Gallegos; el avión lo redujo a 17 horas.
"Eramos recibidos como mesías en las pequeñas ciudades perdidas que de golpe acercábamos a la vida del mundo. El alcalde, rodeado de su rudo pueblo, no bien aterrizábamos nos daba la bienvenida con los brazos abiertos: Tuerto Deseado conocerá, gracias a usted, los beneficios de la civilización'. ¡Cómo nos rejuvenecía oír esa ftase! ¡Qué pura sonaba, qué lejos del sentido mezquino que toma en las promesas electorales!"
Los lamentos constantes a su madre por la falta de una mujer que lo acompañara en la vida terminaron también en la Argentina. En una fiesta, el aviador conoció a Consuelo Suncin, una morena pequeña, de ojos salvajes, atrevida y caprichosa. Habíanacido en El Salvador, había enviudado dos veces y llegaba a Buenos Aires desde París donde su último marido Enrique Gómez Carrillohabía sido embajador argentino ante Francia. Antoine quedó hechizado y la invitó a volar. El Late 28 decoló del aeródromo de General Pacheco, el piloto lo hizo ascender hasta los mil metros y
comenzó una serie de arriesgadas acrobacias. íDeténgase, deténgase, se lo ruego! imploró la mujer, aterrorizada. Sólo si me promete un beso contestó el piloto y lanzó el avión en picada.¡Deténgase, por favor! suplicó. El avión se acercaba al suelo. Diga que sí insistió SaintExupéry. ¡Sí, sí!  
El encuentro empezó de esta manera, porque el conde era muy afecto, a veces, a las bromas pesadas. Era 1930, caía el gobierno radical y los bienes del marido de Consuelo habían sido confiscados por la dictadura. Estaba en bancarrota, pero tenía a su lado a un aviador poeta totalmente enamorado de ella. Se casaron por Iglesia en abril de 1931 y vivieron, como pudieron, los últimos trece años de vida del escritor: una convivencia tormentosa, donde abundaron las mutuas infidelidades, todo potenciado por las largas ausencias de un hombre errante.
En su libro más célebre' el aviador es él ,el principito es un espejo de su propia infancia y la flor es Consuelo Suncin. "Tú eres la flor ,la rosa en una carta, Un pasaje del principito refleja su extrema tristeza por esa relación contrariada: "No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me perfumaba, me iluminaba ,no debí haber  huido jamás!  Debí haber imaginado su ternura, detrás de sus pobres astucias ,las flores son tan  contradictorias! Pero yo era demasiado  joven para saber amarla,"
Para su boda, Consuelo prefirió una mantilla  negra al tradicional velo blanco,las fotos tomadas aquel día resultanban extrañamente tristes.No tuvieron hijos, pero la problemática relación continuó  hasta el final: "Amar, sólo amar que callejón sin salida! Y el oscuro sentmiento de un deber, más grande que el de amar?. Como un misionero, necesitaba consagrarse a los demás, se sentía responsable de hacer actos de servicio. Y, además, Saint exupery había encontrado en el avión el vehculo para la evasión,no  podía avanzar sin mirar con nostalgia el pasasdo. Allí estaban el paraíso perdido del sahara,el oasis  de Concordia, el ancho cielo de la patagonia...
 La historia más conmovedora de los raids por el  extremo sur de la Argentina ocurrió cuando, enterados los pocos habitatantes del paso Ibañez (hoy Comandante Luis Piedrabuena) de que 

SaintExupéry había instalado un aeropuerto para la escala en Puerto Santa Cruz, a unos 50 kilómetros de allí, ellos también reclamaron el suyo. Le escribieron amargas cartas de reproche por no haber entendido el futuro de ese pueblo ni el valor estratégico de su ubicación: "Vamos a instalar el aeropuerto, a pesar suyo", amenazaron .Y lo hicieron, y un día lo invitaron para que lo inaugurara. Alguien le dijo a SainExupéry que la pista era corta, pero ellos volvieron a la carga: Poco importa contó SaintExupéry que le respondieron ­'Venga a inaugurar nuestro aeródromo sin aterrizar. Nuestros ciudadanos estarán muy felices si su avión sobrevuela nuestras cabezas el día de la inauguración. No lo podemos hacer si no vemos un avión.'Y un día, cuando descendía hacia el sur, previne a la pequeña ciudad y me fui a inaugurar ese terreno con un vuelo sin aterrizaje. Durante una hora efectué por encima de ellos vueltas y picadas, y luego continué mi viaje. ¿Conoce usted algo más exaltante que ese entusiasmo y esa juventud de corazón?"
Su vida está atravesada por el viaje y la partida. I
ero el hechizo argentino para el escritor es innegable: antes de casarse, invita a su madre a visitarlo a Buenos Aires. En su niñez, Antoine era el preferido de sus hijos y lo llamaba "El rey sol", por sus rulos dorados. Durante un mes y medio no se despega de ella y la lleva en su avión hasta los confines de la línea. Cuando vuelven a Francia se entera de que la empresa había quebrado: Argentina es la felicidad perdida. Ya es nostalgia para su pluma. En 1933 le escribe a Rufino Luro Cambaceres: "No hay en mi vida período alguno que prefiera al que he vivido con ustedes".
Consuelo Suncin volvió una vez más a Buenos Aires, en 1968, y simplemente evocó así a SaintExupéry: "Cambiaba un brillante por un telescopio. Tanto sentía a las estrellas".
Hasta que sobrevino la Segunda Guerra, el conde de Saint‑Exupéry conoció la gloria literaria. Su novela corta Vuelo nocturno se convirtió en un éxito porque describía la épica de la naciente aviación comercial: una prosa cargada de sentimientos nobles hacia sus semejantes, una oda para homenajear a sus camaradas y un intento para descubrir la solidaridad humana. Pero la guerra lo sumió en una desolación insoportable: 'francia ha sido ocupada por el enemigo se lamentó. El país ha ingresado a un mundo de silencio". En Lisboa donde se había exiliado se enteró de la muerte de su gran amigo Henri Guillaumet. Cuatro años antes había muerto también en un accidente aéreo Jean Mermoz. "Soy el único que queda, no tengo un solo camarada en el mundo a quien decirle:'¿Te acordás?'."
En Nueva York publica El Principito, pero está desanimado y las peleas con su mujer se suceden: "Consuelo, esta noche le escribiré una carta de amor, porque sucede que a pesar de tantas heridas ( ... ) no puedo más con este amor que nunca encontró su camino, en usted existe alguien a quien yo amo y cuya alegría es fresca como la alfalfa de abrir.
Sus proyectos de vuelo desde hacía años fracasaban: primeroun accidente truncó  su raid París.Saigón y ahora la aventura de unir Nueva York con la Patagonia había terminado con su avión destrozado en Centroamérica. Como aviador, a pesar de su audacia y habilidad, era distraído e impredecible. A la concentración, prefería la ensoñación del
vuelo. Una liberación: huir de todo lo que, en tierra, le hacia mal. Hasta tenía una visión sombría para la posguerra. Pensaba que los Estados Unidos después impondría "una civilización de hormigas. El hormiguero futuro me espanta y odio su virtud de robot. Yo estaba hecho para ser jardinero".
Charles De Gaulle lo odiaba y el escritor veía en ese general a un caudillo arbitrario que sólo ambicionaba el poder personal. El, sólo quería la salvación de Francia. La patria le dolía y él no sabía cómo ayudarla.
El Lightning P38 americano era un avión complejo para SaintExupéry. Gracias a sus intrigas y a su prestigio logró que lo alistaran al escuadrón de reconocimiento fotográfico. El reglamento

indicaba que podía ser volado por personas que  no superasen los 32 años. El tenía apenas 44 años,  podía entrar en el cockpit estrecho y en uno de sus vuelos de práctica estrelló el avión en el aterrizaje. Le escribió una última carta a Consuelo “Si alguna vez no vuelvo, no me llores, eso pasa  rápido. Las balas perforan el cuerpo como abejas  atraviesan el aire". Su décima misión de guerra ‑en el territorio de su infancia, cerca de Lyon-era la  última que los jefes le habían concedido. Sus compañeros pilotos lo vieron lleno de tristeza y desaliento .Un sobreviviente  que sólo quería huir. Como Fabien el protagonista de Vuelo nocturno hundido en la noche de la Patagonia, perdido en la tempestad sin retorno; como el Principito en su evasión  definitiva de la Tierra: "Parece y no será verdad". Saint Exupéry no volvió.
El enigma de su muerte persiste.¿cayó bajo la metralla  de uno o dos aviones alemanes que lo interceptaron ? ¿Se suicidó con su avión adolorido por su infelicidad, su cuerpo cansado por  mundo que ya sentía ajeno?, perdió el conocimiento por  falta de oxigeno y se estrelló en el mar?
Un buzo marsellés asegura haber encontrado los  restos de su avión a 100 metros de profundidad y un pescador dice que encontró su pulsera entre las  redes. Su propia madre se resistió a creer en su muerte y durante años repitió que vivía recluido un convento. Pero antes de morir ella pidió "Déjenlo reposar en paz, allí dónde esta” De la Argentina se llevó todos los paraísos en el corazón. En Concordia quedaron 1os fantasmas de un  castillo en ruinas; en Buenos, en una casona de la calle Tagle, murmuran los secretos que se conservaron con Consuelo; en la península de Valdez ,el  contorno de la isla de los Pájaros, que inspiró el dibujo de El Principito donde una boa  se traga a un elefante; en la playa de Ostende ,una , habitación del Gran Hotel donde imaginó una de sus novelas; en General Pacheco, un galpón que hoy sirve de deposito ,en bahía blanca, aquel cadete que le compraba los cigarrilos; en Río Gallegos, el hangar donde guardaba los aviones, un casco de cuero ajado por mil tormentas y sus antiparras de vuelo

 

Imagen de tapa: copyright Emecé Fuentes: Saint‑Exupery, de Curtis Cate de SaintExupéry,(emece)Vida de Antoine de Saint exupery de Luis Rodriguez Aibar archivos de clarín nota publicada el 25/06/00


 

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