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Es maravilloso
descubrir que la figura de la cruz aparece en todos los pueblos y las
culturas desde los tiempos más remotos. Es uno de los símbolos fundamentales
que se presentan en Egipto, China y en Grecia (se suele fechar su aparición
en el siglo XV antes de Cristo). Pero la cruz va a relacionarse de tal forma
con el cristianismo que, para nosotros los occidentales, aparece vinculada a
infinitas obras de arte religioso, desde sus primeras expresiones simples
(catacumbas) hasta las más complejas representaciones (por ejemplo, las
obras del Barroco, en el siglo XVII).Muchos autores se han ocupado de
desentrañar las razones por las que aparece representada la cruz en tantas
obrasartísticas, tal como vemos en los ejemplos que hoy ilustran nuestra
nota y que fueron tomados del "Diccionario de Símbolos" de Chevalier y
Gheerbrant.El primero es una cruz griega de doble travesaño, de una
escultura ateniense del siglo XI. La segunda es una cruz mística grabada en
piedra, de los primeros siglos después de Cristo. La tercera es una cruz de
forma griega, tomada de esculturas de antiguos sarcófagos de la misma época.
Según Chapeaux, "la cruz posee una función de síntesis y de medida. En ella
se unen el cielo y la tierra lo más íntimamente posible. En ella se
entremezclan el tiempo y el espacio. Es el cordón umbilical jamás cortado
del cosmos unido al centro original. Entre todos los símbolos, es el más
universal y el más totalizador. Es el símbolo del intermediario, del
mediador, de quien es por naturaleza integración permanente del universo y
comunicación tierra-cielo, de arriba-abajo y de abajo-arriba."La presencia
de las cruces -que adoptan formas tan dispares como las gamadas o la de San
Andrés, la cruz latina o la griega, la ansata (más conocida como egipcia) y
tantas otras- va unida a la idea de fuerzas centrípetas y centrífugas, de
unión entre lo alto y lo bajo, de síntesis y ordenación, de orientación. Su
complejidad simbólica es tal que merece ser tratada más adelante en otros
artículos. |
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