ROBERTO ROSSELLINI

EL CINE REVELADO

Por:JORGE CÁRNEVALE

 

Las aproximaciones a la obra fílmica de Roberto Rossellini (1906‑1977), a menudo caen en la trampa de reducirla al estrecho marco del neorrealismo. Desde esta óptica, Rossellíni aparecería como padre indiscutido de esa corriente y todo su mérito se agotaría en tres filmes emblemáticos: Roma ciudad abierta (1945), Paisá (1946) y Alemania año cero (1947). De ahí en adelante, su rastro se desdibuja. Para muchos, será el señor que se casé con Ingrid Bergman, con la que tuvo tres hijos y rodó algunos filmes en los 50 que no dejaron huella..Esta puntual y esclarecedora recopilación de textos, que se abre con el breve ensayo de Alain Bergala, situado el carácter fundacional dél cine rosselianiano, corresponde en buena parte al diálogo ininterrumpido y riquísimo que el director mantuvo en los años 50 y 60 con el mensuario Cahíers du Cinéma, a través de sucesivos encuentros con interlocutores del tamaño de Frangois Truffaut, Jacques Rivette o Eric Rolimer, por entonces agudos e implacables críticos de la revista. A esto se agrega un sabroso debate sobre cine y televisión con lean Renoir y Rossellíni, entrevistados nada menos que por André Bazin, un particular coloquio que supo mantener el realizador ¡~o con estudiantes en el Centro experimental de Cine de Roma, a mediados de 1971,'el guión inédito ,que le dictó a Truffaut en 1956 (La decisión de Isa) y una cuidada y completa filmografía, responsabilidad de Adriano Apra, Philippe Amaud y Marco Giusti. A 10 largo de cuatro decadas tumultuosas,rossellini suma unos 40 filmes entre documentales, cortos, medios y lar­gometrajes hasta culminar en su tarea te­levisiva en los 70. La crítica tradicional tiende a desestimar todo lo hecho por el director antes de Roma, ciudad abierta(unos diez títulos rodados en pleno fascis­mo), destacando apenas como curiosidad Un piloto regresa, con idea y supervisión de Vittorio Mussolini, hermano del Duce. Pero, desde sus comienzos, hay en el director­ una concepción casi antropológica del cine. Una empecinada indagación hu­manista en la que la tarea cinematográfica será apenas un medio, nunca un fin. En estos encuentros, Rosellini se apura a pulverizar la leyenda de que Roma, ciudad abierta se rodó en las calles con un par de actores profesionales porque recién salían de la guerra, los estudios estaban destruidos y apenas tenían medios para filmar. Es cierto que hubo problemas de presupuesto pero todo el plan de rodaje obedeció a una elección muy clara: había llegado la hora de terminar con el cine de decorados y teléfonos blancos con su carga de efectos artísticos y‑literarios. «El cine, ¿qué función debe tener?», les pregunta a Rivette y a Fereydoun Hoveyda, durante una entrevista de 1959: "La de poner a los hombres delante de las cosas, de la realidad tal como es. Yo no calculo. Sé lo que quiero decir y encuentro el procedimiento más directo para decirlo. Lo importante son las ideas no las imágenes". Quizás exagera Bergala al asegurar que los cuatro filmes rodados con Ingrid Bergman (Strómboli, Europa 51, Te querré siempre y la Paura) refundan el cine, pero no hace otra cosa que suscribir la opinión del propio Rossellini, que esos títulos, cuatro fracasos comerciales, descubre sin querer las bases del cine moderno. Le basta con contarse. Las cuatro historias siguen con ligeras variantes la evolución de sus relaciones conyugales y cinematográficas con la Bergman. Hablan de una criatura de otro contexto, una extranjera, una estrella de Hollywood, trasplantada a un es cenario despojado, listo para convertirse en testigo mudo de los devaneos de la esperanza y el arribo al fracaso. "El talento de Rossellini consiste en su falta de imaginación», le comentará más tarde Eric Rolimer a Truffaut, sin la menor ironía. Convencido de que una película "es siempre el documental de su propio rodaje", va a contentarse con llevar a la pantalla, la heterogeneidad y crisis de esa pareja que conforman por esos días con Bergman, como más tarde lo hará leanLuc: Godard con Anna Karenina y Antonioni con Monica Vitti. En todo momento, queda claro que Rossellini desprecia la técnica porque la conoce muy de cerca. Le ve las costuras al cine, le reconoce todos los trucos y no se vale de ellos para encantar a la platea. En ningún momento coquetea con el público. «Si los cineastas tuvieran como como meta mostrar a  la gente los problemas que importan, el cine se volvería verdaderamente útil ‑le apunta a lean Domarchi en una entrevista de 1962, Pero su único objetivo es hacer pasar el tiempo. No tiene nada que proponer y cuando de hecho propone algo, son siempre sucedáneos de humanidad.» El diálogo con Renoir, el realizador de La gran ilusión va más lejos y opina que la cámara sólo debe tener el derecho de registrar lo que ocurre. Cuando las cámaras de un noticiero televisivo siguen a un político o a un deportista, no le piden que salga justamente del ángulo que más le conviene: se adecuan al accionar del personaje. 1.Hay que seguir al acto?, dice Renoír y Rossellíni lo acompaña. Es preciso desconfiar de las trampas del montaje, "Es en el momento de rodar cuando el autor puede aportar su propia visión, su propia moral". juntos concuerdan en que el mejor cine estadounidense fue el de fines de los 30 y comienzos de los 40, cuando el puritanismo ponía una barrera a las pasiones y convocaba la más sincera emocion. "Las coacciones materiales son extremadamente útiles para la expresión artística,,_ insiste Renoír para escándalo de Bazin. Enfrentado a los estudiantes en los col<> quíos romanos, Rossellíni se despoja de cualquier actitud mesiánica. 'No quiero motivar ni ,enseñar nada a nadie. Sólo quiero mirar. No soy más que un trabajador, un intermediario". Los estudiantes. le contestaban que respetan y admira momentos de Vilva VItalia y Louis XIV calidad cinematográfica, al mar de ' intenciones didácticas. Desconfian  del tér mino "trabajador". Le dicen que retoma  la actitud del artista del quattrocento.,«Nos equivocamos abandonándola", será la respuesta. Como Bresson, como Maurice Pialat y Jean‑Maríe Straub, el cine de Roberto Ros, sellini recupera para la pantalla esa verdad que habitualmente dísimula. Es el costado incómodo del cine; el que no respeta rece, tas. El momento en que se despoja para reinventarse en cada imagen.

origen de datos:clarin cultura 8/10/2000

ROSSELLINI

 

EL CINE REVELADO