MARQUES DE SADE

 

Sade, del que hay más retratos imaginarios que reales, se ha convertido en el hombre dé los mil rostros: acaba de aparecer una nueva biografla (Sade. Una vida, de Francine dú Plessix Gray) que encara un costado inédito en el marqués más inspeccionado de la época moderna. Sade feminista. 0 Sade de entrecasa:, a través de las cartas a su mujer, de los registros personales, de los textos autobiográficos, Du Plessix Gray descubre un Sade bastante diferente al de la leyenda. Para la autora, no es casual que los personales mas interesantes de las novelas del marqués sean mujeres. Sade sería uño de los primeros autores modernos en darle a la mujer uñ papel equivalente cuando no, superior al del hombre. Y buena parte de esa admiración «gádica" por el género femenino se debería a los buenos oficios de su mujer. Hoy el marqués de Sade es uno de los pocos personajes históricos cuyo nombre se ha transformado en un adjetivo que existe en casi todos los idiomas. Corno Maquiavelo o Platón, Sade parece expresar una forma de la conducta humana que sobrevive incluso a los cambios históricos. Su obra es.un catálogo detallado, que da cuenta del placer intenso que puede obtenerse ejerciendo una crueldad sistemática, creciente, obsesiva. y quizá ¡limitada. Además, la obra de Sade está íntimamente ligada a una leyenda, tan portentosa como los escritos mismos del marqués: esa leyenda afirma que la obra tiene una base esencialmente autobiográfica. Sade no sólo habría imaginado y registrado por escrito las más tortuosas escenas en las que se entrelazan el placer y el sufrimiento, sino que además habría vivido lo que, cuenta: el marqués se transforma así en un héroe trágico, el que va más allá de lo que cualquier cultura puede tolerar. Los personajes de sus novelas son adultos poderosos (obispos, príncipes, hombres riquísimos, ministros) que se comportan como si fueran niños extremadamente perversos, a los cuales la educación no ha logrado inculcarles ningún límite. Quizá por eso resulta irónico que uno de los antepasados del marqués (el más lejano del que existe un registro preciso) sea Louis de Sade, un rico magnate textil que en 1177 financió la construcción del puente de Aviñón, el mismo de la conocida canción infantil, Un tataranieto de este Louis, Hughes de Sade, contrajo matrimonio con una mujer que se convertiría en el emblema del amor cortés: Laura de Noves, la musa del poeta,italiano Petrarca. La historia literaria de Laura enorgullecía a los Sade: durante cinco siglos, generación tras generación, alguna nifia de la familia recibía el nombre de la musa. El marqués de Sade (bautizado Donatien Alphonse Frangois) gozó de ese título ya al nacer. Como sus padres residían en el exterior porque el rey 1,es había encomendado una embajada, el marqués pasó su primera infancia en la casa de los  Conde era la más extensa propiedad privada de la capital francesa: las cientos de hectáreas de su parque ocupaban toda la superficie del actual jardín de Luxemburgo. Hasta los diez años el pequeño marqués vivió una infancia consentida en medio del lujo de los Condé, la protección de su abuela y el afecto de su tío abad. Desde muy pequeño Sade disfrutó del placer de hacer todo lo que su capricho le sugería: en su novela más autobiográfica, Aline y Valcour, el marqués recuerda con alegría cómo, a los cuatro años, había decenas de sirvientes adultos que se postraban ante él y corrían para satisfacer sus órdenes. 1 A los seis años el marqués fue enviado a Provenza para que viviese al cuidado de su tío, el abad Jacques‑Franjois de Sade, en el castillo medieval que éste poseía. El castillo de Saumane (que aún se conserva) impresionó tanto al niño por sus pasadizos secretos, sus mazmorras oscuras, sus escaleras empinadas y mil otros detalles lúgubres, que cuando, como escritor, tuvo que buscar un escenario para situar las orgías salvajes de Los 120 días de Sodoma reprodujo casi al detalle el hogar en el que pasó parte de su infancia. El abad era un libertino, amigo de Voltaíre. Hombre erudito, que escribió una monumental biografía de Petrarca y que se sentía atraído por las ideas nuevas que estaban surgiendo en el ambiente de los enciclopedistas, el tío del marqués gozaba con fruición de todo, tipo de placeres, especialmente de aquellos que su estado religioso supuestamente le prohibía. Mantenía en su castillo a varias mujeres y se hacía traer prostitutas de los pueblos vecinos. El,marqués se llevaba extraordinariamente bien con su tío: Sade siempre recordó sus años infantiles en Provenza como la época dorada de su vida. Como Borges, también el marqués encontró en una biblioteca la imagen terrena del Paraíso. La espléndida biblioteca que había en el castillo del abad abundaba en clásicos (Cervantes, Boileau, Racine, Moliére), tenía todas las obras que estaban formando el pensamiento ilustrado (Hobbes, Montesquieu, Rousseau, Voltaire, Diderot, Locke), había en ella numerosos tratados de antropología y de religión comparada, que estaban prohibidos (quién se atrevía a comparar el cristianismo, considerada la religión verdadera, con otras creencias!) y todos los libros importantes de literatura erótica. A edad muy temprana, el marqués leyó el famoso Libro de las posturas, de Aretino, y decenas de obras obscenas y pornográficas, que estaban de moda entre la gente ilustrada de toda Europa. El marques tambien conocio en su infancia a una de las personas que mas lo impresionaron: el conde de Charolais, hermano del príncipe Condé. Era un tipo especialmente cruel y sanguinario, que amaba los placeres feroces. Así como otras personas gustan de la sangre.de los animales y van de cacería para matar conejos, zorros o ciervos, el conde de Charolais (que no gozaba de las metáforas) hacía blanco directamente en los trabajadores que reparaban los tejados del pueblo cercano a su castillo y en los campesinos que tenían la desdicha de cruzarse en su camino: mató a decenas (quizás, a cientos) por pura diversión. Este hombre le sirvió a Sade de inspiración para describir a los protagonistas más depravados de sus relatos. A los diez años volvió a París para ingresar al colegio más exclusivo: el Louis le Grand, que regenteaban los jesuitas y al que concurría lo más selecto de la nobleza. Allí descubrió tres prácticas habituales en los colegios selectos de la época: el teatro, los latigazos y el sexo entre varones. El castigo con el látigo se consideraba noble, en contraposición a las burguesas bofetadas o ,a los aún más plebeyos tirones de orejas. A los 14 años su padre lo saca del ambi ente disciplinario del colegio para íncor­porarlo al no menos disciplinario del ejército. Al igual que el colegio parisino, el ri­gor militar en el que el joven marqués pasó su adolescencia incluía una exacer­bación extrema de todas las prácticas se­xuales que el cristianismo consideraba pecaminosas y castigos corporales nomenos violentos. Sade intervino en la Guerra de los Siete Años, desde que se inició hasta que se selló la paz. En el campo de batalla, por su heroísmo, ob­tuvo el grado de capitán. A los 23 años fue licenciado por el ejército y su padre lo obligó a casarse con RenéPelagie, hija del prefecto de Montreuil. Pelagie no era ni bella ni interesante, pero tenía una muy buena posición económica y resultó una buena,compañera du rante años. Pocos meses después de su matrimonio sucede el primer escán­dalo en el que se ve envuelto el marqués: es denunciado por una joven llamada Rose Keller. La muchacha denuncia que él le ha practicado diversos tormentos: azotes, cortes en la piel, quemaduras con cera incandescente. El tribunal ni se in­muta: si bien no es lo más habitual, no es tan raro que los nobles practiquen violencias pareci­das con sus parejas sexuales (aunque, parece ser que en esta ocasión los golpes habían sido más sal­vajes que lo que se consi­deraba "normal"). El­ escándalo, sin embargo, se desata porque se denuncia que Sade atentó contra la religión: obligó a la muchacha a pisar un crucifijo, a blasfemar y otras cosas por el estilo. Sade, que era tan arrogante como para no pedir la protección de algún noble con mayor poder, quedó ante la opinión pública como un monstruo moral: 11 nació la leyenda. Desde entonces, varias veces fue detenido, juzgado o perseguido por prácticas inmorales. Su suegra, una mujer poderósa e influyente, fue la principal responsable de sus prolongadas estadias en prisión (el marqués estuvo casi un tercio de su vida entre rejas). Sin quererlo, esta mujer moralista hasta el extremo ‑parece ser en ella en quien piensa Sade cuando habla de "los viciosos de la virtud»‑, fue musa del libertíno más extremo de la historia: para hacer menos vacías las horas terribles de la prisión, Sade comenzó a escribir las novelas que lo harían famoso un siglo y medio después de muerto, las mismas que su suegra detestó desde el momento mismo en que tuvo noticia de ellas. Después de haber pasado por varias prisiones y de periodos de autoexilio en Italia (escapando de las condena! ¡en Fráncia), Sade fue trasladado en 1785 a la Bastilla. Agitador nato, el marqués solía arrojar hacía la calle, por el ínfimo ventanuco de su celda que lo comunicaba con el exterior, notas subversivas que denunciaban la condición de la vida en la mazmorra. La mayoría de los historiadores no cree que la propaganda de Sade haya influido para que el pueblo se dirigiera hacia la Bastilla el 14 de julio de 1789, pero no hay ninguna explicación mejor sobre.el suceso que simboliza la revolución que cambiaría la historia: en la fortaleza carcelária casi no había otros detenidos. Sea como fuere, desde el primer ' momento de la revolución, Sade (que recuperó su libertad,tras la toma de la Bastilla) se incorporó al movimiento, pero su relación con las masas sublevadas siempre fue conflictiva: el escritor Píerre Klosowsky, incluso, sostiene que la obra de Sade es una crítica despiadada del terror revolucionario. Lo cierto es que Sade, que era partidario de las ideas más radicales, las de Marat, se aparta del movimiento cuando comienza el Terror, esa epoca en la cual la pena de muerte era casi el único argumento político. El marqués jamás toleró la idea de que el Estado tuviese la potestad de matar a nadie a sangre fría, y menos que nada por motivos políticos. Esta oposición le costó algunos años de prisión bajo el gobierno revolucionario: estuvo a punto de morir guillotinado (incluso está documentado que fue trasladado en la carreta de los condenados a muerte hasta el pie de la máquina, pero se desconoce cómo salvó la vida) En 1801, durante el gobierno de Napoleón, Sade vuelve a ser encarcelado. Se lo acusaba de escribir el libro más escandaloso que la imaginación humana pudiera haber concebido: Justine. El libro era realmente tan provocador que el propio autor niega haberlo escrito. Abjurar no le sirve de nada: Sade va a ser encarcelado hasta su muerte, en 1814. En vez de enviárselo a la cárcel, se lo encieria en el manicomio de Charenton, donde el marqués organiza con los locos representaciones teatrales. Sade es uno de los primeros perseguidos políticos que es considerado "mentalmen­te insano": se estaba fundando la moderna psiquiatría. la vida de Sade parece seguir el destino prescrito por un dios subalterno y satírico, un demonio que goza en dejar pistas sei cretas. El marqués es exactamente contemporáneo (1740‑1814) de la construcción de una iglesia parisina, cuyo nombre a parece surgido de la imaginación del escri tor: San Suplicio. Su obra, que describe la maquinaria del s placer que nace del ejercicio desmedido del poder, surge en el mismo momento r en que lo hace la primera revolución industrial, la que daría nacimiento al capitaslismo moderno. En el momento más violento de la expansión imperialista, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, un siglo después de la muerte del marqués, su obra.empieza a ser valorizada positiva‑ mente por las vanguardias artísticas: se a encuentra en ella temas y valores que ponen en cuestión el optimismo racionalista que había llevado al mundo al borde de su destrucción. Recién alcanza difusión masiva en los años 60, cuando se están produciendo cambios culturales, políticos y sociales rai dicales. Pier Paolo Pasolini filma Salóme, su  última película, adaptando la novela más  extrema del marqués: Los 120 días de Sodoma. Para Pasolini, la republiqueta de Saló, en la cual se refugia el fascismo antes de caer, es un laboratorio que ­muestra s el futuro del capitalismo: transformarse s en una máquina cuya única finalidad es 1 actuar cruelmente. Ahora, que la globalización está generando un tipo de sociedad para la cual aún no existe un nombre (Gilles Deleuze había propuesto que se la llamase "la socieda del control), una sociedad en la cual e poder parece ejercerse sin límites,, pero  la cual, por primera vez, a pesar de que hay hombres y grupos sociales poderosos, el poder es una especie de máquina anóníma, autónoma y fluyente (la máquina anónima de la crueldad, que imaginó Pasolini leyendo al marqués), Sade ofrece una fórmula para pensar la época. Sería la época en la cual la crueldad se toma absoluta porque ya no produce placer. Hay máquina de poder, hay sufrimiento, hay tortura y despojos humanos arrojados al azar del destino, pero no hay sujeto que lo r disfrute. Sólo queda en pie el dolor, que se ha hecho tan intenso que el lenguaje carece de palabras para nombrarlo, y que, además, se ha hecho universal. El dolor que expresa el reino del malestar.          

origen de datos:clarin cultura 3 de septiembre del 2000 por Daniel Molina

marques de sade

 

 

 

 

 

"EL ABAD ERA UN LIBERTINO QUE SE HACIA TRAER PROSTITUTAS DE LOS PUEBLOS VECINOS."

 

 

 

 

"EL CAPITALISMO GLOBAL ES UNA MAQUINA CUYA UNICA FINALIDAD ES ACTUAR CRUELMENTE."