- En
la zona (1960)
- Responso
(1964)
- Palo
y hueso (1965)
- La
vuelta completa (1966)
- Unidad
de lugar (1967)
- Cicatrices
(1968)
- El
limonero real (1974)
- La
mayor (1976)
- Nadie
nada nunca (1980)
- Narraciones
(1983)
- El
entenado (1983)
- Glosa
(1986)
- El
arte de narrar (1988)
- La
ocasión (1988)
- El
río sin orillas (1991)
- Lo
imborrable (1993)
- La
pesquisa (1994).
- El
concepto de ficción (1997)
- Las
nubes (1997
por:FERNANDO MOLLE
a precocidad no es un atributo que sobre entre los narradores
argentinos. ¿Cuántos pudieron alcanzar, antes de los treinta años,
la madurez y el dominio de la lengua que Juan José Saer demuestra
ya en sus primeras narraciones? En estos libros iniciales, que
Saer produce entre los veinte y los treinta años -En la zona
(1960), Responso (1964), Palo y hueso (1965), La vuelta completa
(1966), Unidad de lugar (1967)-, ya está conformada la matriz de
ambientes y personajes que constituyen la ficción saereana. Y este
corpus inicial será la usina que generará buena parte de su obra
posterior y, acaso, de sus libros por venir.Esta reedicion de la
vuelta completa, su primera novela (escrita entre 1961 y 1963 e
inhallable por décadas), viene a poner bajo una nueva lupa a los
personajes ya conocidos del autor de El limonero real: Tomatis,
Pancho, Leto, Barco, Rey y otros. Es aquí donde este grupo de
amigos, recurrente en los libros posteriores de Saer se encuentra
por primera vez en una narración extensa. No es lo único que
inaugura esta novela: también la prosa de Saer, con sus
meticulosas descripciones, el uso fragmentario de los diálogos y
su estiramiento de la temporalidad, encuentra aquí las planicies
por donde deslizarse con amplitud.
Las dos partes de La vuelta completa, que ocurren en escenarios y
tiempos semejantes y por momentos simultáneos, están centradas en
César Rey y en Pancho. Dos relatos que son variaciones de una
única historia. Para navegar por estos dos afluentes de un mismo
cauce ficcional, Saer elige el sencillo procedimiento de seguir
con su cámara todo el tiempo a cada uno de estos personajes, en
sus encuentros con los otros, en sus tiempos muertos, en sus
momentos de soledad. Recurso cinematográfico para una novela
absolutamente infilmable, donde los gestos más nimios y las
irrupciones más viscerales y extremas están puestas en un mismo
plano, tejiendo ese entramado que aspira a representar los ritmos
de la vida.
César Rey es un escritor que se acerca a la madurez y que perdió
toda ilusión en la trascendencia de la literatura. Ha publicará do
algunos libros, pero ya no le queda más que la inercia, la
ginebra, y jugar con la posibilidad del suicidio. Nihilismo que
también impregna su secreta relación con Clara, la mujer de
Marcos, ascético mil¡tante de izquierda y amigo de Rey. Marcos y
Rey se encuentran un mediodía a almorzar en un restaurant; se
habla de política, de literatura, pero lo que flota por debajo de
las palabras es la duda o certeza de Marcos: si su mujer lo engaña
o no con Rey. Los diálogos, que en Saer suelen ser deshilvanados,
inconducentes, fragmentados, como son en la realidad, se extienden
en largos monólogos expositivos, estirados hasta convertirse en
soliloquios. Exhaustiva, como una desgrabación en bruto, la
conversación se transcribe sin elipsis, casi en tiempo real,
creando en el lector la tensión de ser un tercero a la mesa.
A Pancho, que en esta novela es un joven profesor de literatura,
parece faltarle el 1 motor que hace que una vida avance. Fuera del
mundo, el hastío, el insomnio per y la inhabilitación para amar lo
torturan día y noche. Estos caracteres, que podrían explicarse
como simple misantropía juvenil, se acelerarán hasta estallar,
hacia el final, en una brote patológico. Pancho alterna su trabajo
en un colegio secundario con los encuentros con la barra de
amigos: Tomatis, Leto y Barco, de quienes se siente cada vez más
lejos. Como el Meursault de Camus, la distancia insalvable que
Pancho siente hacia los otros parece habilitarlo a realizar
cualquier acto. Pancho todavía no se decide a dejar a su novia,
Dora, quien a su vez tiene una prima adolescente, Beba. Pancho,
sin perder su impasibilidad, viola y golpea a Beba, en una escena
que parece salida de una obra de lonesco a la que se le hubiera
extirpado toda posibilidad de risa.
Este anemia moral provocada por el vacío le da a La vuelta
completa cierto aire existencialista -palabra hoy devaluada por 4Q
estar a la moda, o por haber sido moda hace ,décadas-. Como los
hastiados del primer Sartre o de Camus, Rey y Pancho, a su modo,
se enfrentan a la tarea cotidiana de encontrar una finalidad a sus
vidas allí donde ellos no ven nada. Para Pancho, el vacío es algo
que empieza a sentirse en el estómago desde que suena el
despertador hasta la noche insomne. César Rey, descreído de la
trascendencia del arte, afirma en un alcohólico encuentro con Leto:
¡que peso puede tener en el contexto de una vida como la mía, o
como la suya, una de esas obras monumentales que a sus ejecutores
les han producido la ilusión de una realización casi cósmica?
Ninguno". También: "Hubo un tiempo en que yo no percibía las
cosas. Las leía. Trataba de encontrar en la realidad las cosas que
había leído. Me parece que fue por eso que me cansé de la
literatura".
Estas dos "media vueltas", la jornada de Rey y la de Pancho, se
entrecruzan en distintos momentos, hasta fundirse en una escena
final: una fiesta en la casa de Dora. Todos confluyen ahí: el
irónico, ocurrente y vividor Tomatis, el grave y leal Barco, el
silencioso Leto, además de Pancho y Rey, acompañado de Clara. El
ambiente se enrarece, "algo se aproxima", porque el narrador ya no
está pegado a un personaje sino que parece meterse en todos lados
a la vez. El punto de vista se multiplica, la temporalidad se
fractura en mil pedazos. Todos charlan, beben. Entre frases de
compromiso y observaciones hirientes, entre tragos y canciones,
Pancho sufre una crisis que lo empujará a tomar una decisión.
Pero La vuelta completa no termina allí, sino que continúa de modo
lateral en otras narraciones del sistema Saer, con sus personajes
envejeciendo a la par que su autor. Particularmente en Glosa
(1986), tal vez su mejor libro, centrado en Leto, personale
secundario en su primera novela. En este sentido, será inevitable
leer esta "nueva" primera novela de Saer a la luz de su obra
posterior, influida por sus sucesoras, segun la inversión de
influencias patenta da por Borges.
Saer es un escritor exprimido por la crítica universitaria desde
hace 20 años, que quiso transformarlo en el (involuntario) comodín
para ensayar teorías, fijar posturas o defender intereses. Durante
años se le endilgaron motes, tal vez inevitables cuando una obra
empieza (o para que empiece) a ser leída: regionalista,
objetivista, "dificil" Todas etiquetas reduccionistas,
insuficientes, aunque encontremos en su literatura una insistencia
en fijar una zona en donde orbitan sus personajes; aunque pueda
tener algunos ecos del descriptivismo de la nouveau roman; y,
finalmente, aunque la densidad y morosidad de su escritura no lo
habiliten para cualquier lector.
Por otra parte, cierto aggiornamento editorial ha propiciado
últimamente a Saer para presidir eventos, para prestigiar. Todos
estos equívocos y promociones quedan muy lejos de sus libros, en
especial de los primeros, escritos con la pureza y la impunidad
que da el anonimato. Es cuando un escritor -como describió Sergio
Chejfec, a propósito de los primeros libros de Saer "esta a la
intemperie, no cuenta todavía con la ayuda del resto de su
literatura, y se las debe arreglar con lo poco o
mucho que sale de sus manos".
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"SERA INEVITABLE LEER
ESTE LIBRO A LA LUZ DE
SUS SUCESORES,
INFLUIDO POR ELLOS."



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