por:LUCIANA STEGAGNO PICCHIO
Cuando muere un anciano, se trata siempre de una muerte anunciada. Sin
embargo, a pesar de ese inefable cumplimiento del rito, de lo que se extrae
del archivo del diario, la búsqueda de testimonios de amigos, el anecdotario
de sus últimos momentos, en toda muerte hay siempre un margen de
originalidad y sorpresa. Y es eso lo que vamos a tratar de recordar. Durante
años, recogimos las últimas palabras de los grandes: el "más luz" de Goethe,
el "nous deux'' de Bernanos "mis ojos" de Fernando Pessoa. Tal vez lo que
conservemos de Jorge Amado sea el consejo enigmático y surrealista que él
puso en boca de su personaje Quincas D'Agua "Que cada uno se ocupe de su
entierro". Lo citábamos apenas conocida la noticia de su muerte, ocurrida
pocos días antes de que cumpliera 89 años. Y ahora, al escribir con más
tiempo estas líneas, es como si sintiera por primera vez el dolor de la
muerte de Jorge Amado. Esta es la sorpresa que él me tenía reservada. La de
morir dos veces, como su Quincas D'agua que, en un gesto de rechazo a la
formalidad y la obviedad de una muerte anunciada, se inventó tina muerte
distinta, personal, a solas con el mar de Bahía.
Fui amiga de Jorge Amado durante más de medio siglo. Lo conocí en Roma, en
1948, a través de Dario Puccini, en vísperas de las clases que para Jorge
representaban el sueño -que luego se desvanecióde un intervalo italiano en
su peregrinar de exiliado. La amistad, sin embargo, floreció en 1959,
cuando, durante mi primer viaje a Bahía, vi cómo una multitud vestida de
blanco le rendía homenaje como a un pai de santo. Fue como abrir de par en
par las puertas de la tolerancia universal pero también una manera de
comprender a fondo la frase que luego sería la base de todo discurso: Brasil
es un país de cosas y gustos diversos.
La casa de Jorge, su familia, su mujer Zelia, sus hijos Paloma y Joao Jorge,
sus amigos blancos y negros, caboclos y mulatos, escritores y músicos, sus
historias, en las cuales personajes como Jubiab, Gabriela, Doña Flor, Teresa
Batista, vivían y obraban tal vez con más intensidad que las personas de
carne y hueso; todo eso pasó desde entonces a formar parte de mi mundo y de
mi manera de ser.
Una multitud de recuerdos en una sinestesia de colores, sonidos y perfumes,
convierte en una sonrisa las lágrimas que asoman al pensar
que Jorge ya no está entre nosotros. No es verdad: cada vez que un lector de
cualquier país se acerque al caleidoscopio que él creó, se repetirá el
milagro. Y no importa si ese acercamiento se hace a través de la lectura de
las páginas de la novela o de la historieta que ésta generó, si se ve una
película en la cual las criaturas que él inventó siguen teniendo la cara y
la figura de Sonia Braga o las de al guna de sus jóvenes reencamaciones.
Cada vez que un viajero llegue a Bahía de Todos los Santos, la casa azul 4
Jorge Amado, la Fundación que se creó instancias de Jorge y sus amigos en
la pla za del Pelourinho de Salvador, donde se ponía en la picota a los
esclavos negros, recordarán cómo la realidad que tiene ante sí es producto
de la feliz combinación de realidad y creaciones fabulosas, de la alegria
y de la capacidad de crear vida de Jorge Amado.Esta hora de profundo
dolor, pero también de sonrisas y de una nueva consciencia, canceló de un
solo golpe los últimos meses sombríos en los que sabíamos que Jorge Amado
-enfermo del corazón desde hacía años- estaba delicado y que, en una
suerte de limbo de la vida y la memoria, en su casa de Bahía y en compañía
de Zelia, se disponía a recorrer el camino que nos espera a todos.
Gracias, Jorge, por todo lo que nos diste y por la sonrisa con la que hoy
te recordamos.Gracias, sobre todo, por tus novelas. Hablamos tanto de
ellas, demorándonos en sus pausas en la fractura que la crítica siempre
estableció entre tus obras. Por un lado estaba el primer Jorge Amado, el
de novelas como Cacao, El país del carnaval, Sudor, Jubiab Tierras del sin
fin y tantas otras, que revelaron a los lectores de todo t 1 mundo un
inédito subproletariado multirraciaí que intentaba un dificil ascenso
social en Brasil. Por otro lado, estaba el segundo Jorge Amado que, sin
renegar de ninguna de sus experiencias anteriores y ya de vuelta en su
país tras el exilio europeo, sabía mirar su patria con nuevos ojos y con
la pasión del que acababa de regresar. Así fue que inició su galería de
retratos femeni nos Gabriela, clavo y canela, Teresa Batista, cansada de
guerra, Doña flor y sus dos maridos, Tieta de Agreste, que era como la
otra cara de una humanidad distinta. Hoy, sin embargo, es como si el
carácter irreversible de la muerte hubiera puesto un punto final a esa
serie de imágenes, como si hubiera cerrado la sucesión de fo-
tografías correspondientes a cada nueva publicación de un personaje de
Jorge Amado que tenía la plasticidad de un retrato. De este retrato
definitivo, Jorge Amado surge como personaje acabado su obra ya no está
fracturada en dos seg
mentos sino que constituye un todo unitario coherente y fascinante.
. Traduccion de Cecilia Beltramo
El gran capitan
No es extrano que un viajero apenas llegado a Bahía reciba el curioso
saludo de "Bienvenido a la tierra de Jorge Amado, el hombre más querido".
Pero Amado podría haber nacido en cualquier otra parte y haber sido, de
todos modos, el hombre más querido. Recuerdo nuestro primer encuentro en
París, a comienzos de los 80. Como siempre, llevaba de la mano a Zelia su
compañera con mayúscula y yo, que estaba lleno de preguntas, me quedé como
atontado contemplando (21 extraño y delicado viaje de la sangre a través
sus manos unidas. Veía las venas azules como el cielo de Bahía tocándose
bajo la piel, como compartiendo hasta el más íntimo secreto
Jorge Amado, el gran capitán de a blanca cabellera, dijo de pronto: ¿Y tú?
¿Eres callado por convicción o por fe?" Aclarados los,motivos del silencio
inicial, nació entré. nos~ una amistad que fue alimentándose .en los
sucesivos encuentros con las discusiones políticas, porque Jorge Amado
defendía sus ideas con la misma pasión con la que se enfrentaba a la
literatura. A fines de los 80, dos días enteros mantuvimos una acalorada
discusión sobre las características que debía tener la izquierda para ser
creíble. Recuerdo que yo insistía en la necesidad de dar el justo peso al
problema ecologico y que- Amado insístía en en primer plano el temible
fantasma de la desocupación. En de terminado inomento, golpeó la mesa con
el puño y exclamó: "Te conozco, te conozco muy bien y por eso no te
entiendo. No puede ser que para ti valga más la supervivencia de una
lechuga que los intereses de ia clase obrera". A partir de ese momento
nuestras conversaciones posteriores comenzaron con esta pregunta suya: "Y,
cómo andan tus lechugas?", a lo que yo respondía: "Muy bien, y si tus
obreros no siguieran comiéndoselas ya habrían tomado el poder"
origen de datos: clarin cultura 12/08/2001
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Poesía y desgarro
por:LYGIA
FAGUNDES TELLES
El que haya visto una ^cascada de agua en Brasil seguramente' estará de
acuerdo conmigo: la obra de Jorge Amado tiene esa misma fuerza brutal del
agua llena de espuma que se precipita con una fuerza incontenible. E
inevitable. Sin embargo, atención: la belleza poética de esa imagen no
impide sentir que la intención del escritor es política o ideológica. Un
escritor que es un testigo valiente y participa de una época y una sociedad,
Un escritor que, con un estilo muy a menudo poético, impregnado de lirismo,
nombra y denuncia los males de esa sociedad y esa época.
En una declaración sobre su obra, Jorge Amado afirma: "Mis personajes
derivan de la suma de las personas que forman parte de mi vida". Así, de la
realidad a la ficción, vemos deambular por sus novelas y cuentos a la gente
real de Brasil: trabajadores y desocupados; niños con toda la gracia triste
de un pueblo que en ocasiones es tan alegre;.íah! el carnaval... De un
pueblo que podrá ser alegre (como escribió un joven músico), pero no es
feliz.
¡Los fabulosos personajes de Jorge Amado! En ese desfile vemos pasar a los
poderosos dirigentes políticos locales y también a las prostitutas. Vemos a
las damas purítanas* y a los libertinos. Vemos a los soñadores apasionados y
a los canallas. En resumen esta muestra de la especie humana es de una
riqueza extraordinaria.
El escritor construye con seriedad una obra comprometida. Al ritmo del mar
que a veces es implacable y, en ocasiones, dulce como una balada, en medio
del exuberante escenario brasileño de una naturaleza pródiga y generosa,
Jorge Amado teje los hilos de su denuncia. Seduce para denunciar, ríe
para revelar su inconformismo respecto de nuestro sistema político, que es
terriblemente injusto. ¡Un país de contrastes!, dicen los turistas, esos
seres volubles que, según el poeta Drummond de Andrade, descansan en la
playa, se untan el cuerpo con aceites perfumados y olvidan. El escritor,
sin embargo, es consciente de que, en esos famosos contrastes (opulencia y
miseria), late el corazón indignado de la nación.
Podríamos dividir la obra de Jorge Amado en dos etapas; en la primera, yo
ubicaría sus primeras novelas, esas que me apasionaron cuando era una
joven estudiante: Jubiab Mar muerto y Tierras del sin fin. Son las
llamadas novelas de Bahía. En un reciente trabajo sobre nuestra
literatura, el profesor y crítico Alderado Castello habla mucho de esos
textos inspirados en corrientes políticas y sociales que empezaban a
aparecer entonces: "Así, de narración en narración, se van acentuando la
ternura y el sentimiento lírico que traducen el amor del autor a su país,
sin que por ello se vean afectados el contenido crítico y la intención
intención de denunciar, de combatir y de cambiar". Son esos libros en que
la tierra se nutre de sangre", testimonio de los campesinos que la
doblegaron.
En la segunda etapa, quiero destacar dos hermosos libros, Gabriela, clavo y
canela k, La muerte y la muerte de Quincas Berro Dagua, ambos admirables.
Con extraordinaria espontaneidad y mucha inteligencia, el escritor acentúa
el erotismo y desafía al puritanismo. Es un universo divertido y, al mismo
tiempo, desgarrador. Doloroso. Un universo que nos hace llorar y reír y
que, finalmente, nos ofrece como compensación el consuelo del arte. El una
vez, Daniel Mordzinski lo lo fotografió meciéndose en una hamaca. aJorge
Amado adoraba esa foto y la mostraba a todos los que iban a verlo a París
o Bahía. "El Paraíso tiene que ser así. Holgazanear en una hamaca durante
toda la eternidad", decía Su sentido del humor desconcertaba a muchos que
le manifestaban su resentimiento con la Academia de Suecia que le negó un
Nóbel de Literatura mas que merecido D. Amado decía: se preocupen,
si le dieron el Nóbel de la Paz a Kissigner es lógico que no me lo den a
mí". Hoy, mientras escribo estas líneas, sé que Jorge Amado se acostó para
siempre en su hamaca. La brisa de Bahía lo refresca y lo hace soñar. Su
modo de ser, pacificador y sereno, es parte de ni¡ memoria, y de él me
llega el orgullo vital de sus palabras: "Yo soy Jorge Amado, comunista,
gracias a Dios".
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