Umberto Eco

volvera Eco

 

con est libro vuelve a la edad media

 
  FICCION Y REALIDAD SE UNEN EN "BAUDOLINO", LA NUEVA NOVELA DEL AUTOR DE "EL NOMBRE DE LA ROSA", EDITADA POR LUMEN. AQUI, LOS ENTRETELONES DE ESA HISTORIA JUGUETONA, VIVIDA POR UN MENTIROSO Y AMBIENTADA EN LAS CRUZADAS.

´por:LAURA LILLY

Y aquí estamos, más de veinte años después, hablando de nuevo con Umberto Eco sobre una novela suya que acaba de salir. Hace veintiún años fue El nombre de la rosa, la primera e imprevista novela de un estudioso. Tal vez la única, pensaron muchos, asustados. Hasta él estaba sorprendido. "Se me dio por ponerlo todo ahí", me dijo entonces. Ahora se edita Baudolino, la novela número cuatro, luego de El péndulo de Foucault (1988) y La isla del día de antes (1994). Editada inicialmente en Italia y por Bompiani, Bandolino es -como siempre- una historia de cerca de quinientas páginas. En general, y según el mismo confiesa, mientras escribe o revisa sus novelas, es esquivo y se niega a anticipar plazos o títulos.

Sin embargo, aceptó mantener esta diaria en Mantova.Umberto Eco, pasaron seis años desde La isla del día de antes, su tercera novela Hasta Bandolino. Entre la primera y la segunda habían transcurrido ocho. ¿Adquirió un ritmo regular?

-Serían seis años, pero en realidad no es así, porque durante dos años seguí otra pista, que luego abandoné. Me había quedado parado, estancado, en un punto en la mitad de la novela. Todo lo demás ya lo tenía pensado, pero ese punto no, y si no lo resolvía lo que seguía no encajaba en el mosaico de la historia. De modo que la había dejado. Sin embargo y luego de unos meses en el campo, la retomé y la terminé al vuelo, con el mismo adelanto con el que nació por esa época mi primer nieto.

¿Será un parto de gemelos?

-Antes de entrar de lleno en Bandolino, me gustaría preguntarle si el éxito de El nombre de la rosa le cambió la vida y en ese caso de qué manera.En realidad, no me parece que la haya cambiado. O quizá, sí, redujo un poco la amplitud del radio de mi vida social: nada de festivales porque todo el mundo se me viene encima para preguntarme mi opinión, ver solamente a amigos íntimos, enprivado. Paradójicamente, me empobrecí. Una persona cuyo nombre no puedo revelar me escribió hace pocos meses: "Cada vez que no te veo en TV siento un ataque de admiración por ti".

-Pero los derechos de autor no lo empobrecieron precisamente...

-Obviamente no. Pero en contra de toda visión angélica del escritor, yo declaro mi legítimo orgullo.

-¿Esperaba un éxito de esas dimensiones?

-Hasta el más ínfimo poeta, mientras escribe, espera que millones de lectores reciten de memoria sus rimas de "corazón" con "amor". La verdad es que tenía en mente dárselo a Franco María Ricci para su "Colección azul". Convertirla en un objeto de nicho. Pero después la leyó el director de la editorial Bompiani de entonces, Di Giuro. Se entusiasmó y declaró: "¡Haré treinta mil copias!" Yo pensé que estaba loco.

-¿Hablamos de su nueva novela? ¿Quién es Bandolino?

-Es un muchacho que vive en el campo cerca de Marengo, más o menos donde en 1168 nació la ciudad de Alejandría, cuyo patrono es justamente San Baudolino. Baudolino es un bribón, parecido a esos que existen en muchas mitologías indígenas: en Alemania lo llaman Schelm, en Inglaterra Trikster God. El libro, que en ese sentido es picaresco, cuenta sus aventuras en tierras diversas. El padre de Baudolino es el mítico Gagliaudo Aulari, que salva a Alejandría del asedio de Federico BarbarroJa con la historia de su vaca.

-¿Qué historia?

-Bueno, los alejandrinos la saben y los otros la leerán en mi novela.

-Usted nació en Alejandría: ¿con este libro vuelve a sus raíces?

-Absolutamente. Hablo de mi ciudad, trato de imitar su dialecto, la forma de hablar. Me sorprendió encontrar en los documentos oficiales de la época los nombres de los alejandrinos que fundaron la ciudad. ¡Son los mismos que los de mis compañeros de colegio! Con el idioma tuve algunas dificultades porque el primer capítulo está escrito directamente por Baudolino en pergamino cuando tenía catorce años. En ese momento, el personaje estaba aprendiendo el latín y escribe en un dialecto vulgar de su región sobre el cual no tenemos obviamente ningún documento. Me divertí mucho imaginando y escribiendo este capítulo.

-¿Cree que también se divertirán los lectores sicilianos?

-Eso espero. No pretendí hacer filología. Inventé un italiano imaginario. No son páginas eruditas, sino cómicas.

-De todos modos, igual que en El nombre de la rosa, aquí cuenta otra aventura medieval.

-Sí, pero con muchas diferencias. La Rosa hablaba del mundo monástico o de los contrastes internos en la Iglesia, ésta habla del mundo laico, de la corte imperial de Federico Barbarroja. Baudolino, en realidad, es adoptado a los trece años por Federico, y vive con él todos los enfrenta-mientos entre imperio y comunas, la batalla de Legnano, la Tercera Cruzada (a la cual él mismo lo empujó), etcétera. La Rosa es una novela culta, ésta es popular. La Rosa tiene un estilo elevado, ésta bajo. El lenguaje es el de los campesinos de la época, o los estudiantes parisinos que hablan como los ladrones. Nada de latín, salvo alguna palabra. Aparece el juego habitual de algunas citas posteriores, ocultas, pero con la idea de que sean frases inventadas por el propio Baudolino y los otros a continuación pueden haberlas copiado.

-Es un gran mentiroso este Baudolino.

-Y sí. Inventa historias constantemente, pero siempre se las creen, y sus historias producen mucho alboroto. En el fondo releo la historia de ese período como fruto de las invenciones de un chico, que luego crece y con un grupo de amigos inventa la legitimación del imperio por parte de los juristas boloñeses, parte del epistolario de Abelardo y Eloísa, la leyenda del Grial, tal como la contará más tarde Wolfram von Eschenbach.

-Entonces, ¿sin Baudolino la historia podría haber sido distinta?

-Justamente él y sus amigos son los que inventan la mítica carta del Padre Gianni, que circuló de verdad en esa época, describiendo un legendario remo cristiano en el lejano Oriente (Marco Polo también la menciona). Y al final todos creen la historia, y Bandolino parte con Federico en busca de ese reino remoto. Pero luego Federico muere en 1190 en circunstancias que yo convierto en misteriosas, superponiéndole una aventura tipo homicidio en una habitación cerrada.

-No le pido que descubra al asesino, pero tal vez pueda decirnos qué pasa con Bandolino sin Federico.

-Hasta ese punto sigo la secuencia de los hechos. Después de la muerte de Federico, Bandolino inicia un viaje fantástico con sus amigos a tierras misteriosas habitadas por monstruos. Allí tiene aventuras increíbles, incluido un amor por el cual siento una debilidad especial. Diré que escribiendo me enamoré de la protagonista de la historia cuando en realidad era Bandolino el que debía enamorarse.

-¿Y él no se enamora?

-Bueno, no, el resto no lo cuento. De lo contrario no habría valido la pena escribir un libro de quinientas páginas. Con esta entrevista hubiera sido suficiente. Puedo decirle sí, que todo lo que se llega a saber es contado por Baudolino, que es, por defi-nición,un mentiroso, a un gran historiador bizantino, Niceta Coniate, en 1204, mientras Constantinopla arde y es saqueada por los cruzados. Niceta escribió sobre esos días casi en una crónica directa, pero obviamente no nos dejó ningún rastro del relato de Baudolino, porque (yo digo) no sabía si era verdadero. Naturalmente, tampoco el lector lo sabe.

-¿El libro es, entonces, una apología de la mentira?

-En todo caso es una apología de la utopía, de esas invenciones que mueven al mundo. Colón descubrió América por equivocación: creía que la Tierra era mucho más pequeña. No es cierto que él era el único que pensaba que era redonda, como todavía dice mucha gente: que era redonda lo sabían ya antes de Platón. Y ni hablar de El dorado: se conquista un continente siguiendo un mito. G Copyright La Repubblica y Clarín. 2001. Traducción de Cristina Sardoy

MARIA CORTI

Acaba de editarse en castellano la nueva novela de Umberto Eco con un título insólito: Bandolino. Sin duda alguna, el libro más lúdico del escritor, recorrido por una atmósfera de hilaridad fantasiosa, que llega al lector a pesar de las masacres, ocupaciones bélicas, robos, incendios y otros daños considerables a los que se lo enfrenta.

Detrás de la figura del protagonista hay un personaje legendario, San Bandolino, protector de Alejandría, además de su fundador, personaje que no existe en la historia más allá de las mentes de los alejandrinos. A esta altura uno puede preguntarse: ¿No habrá que ver, en verdad, detrás de la figura de Bandolino la de otro alejandrino -Umberto Eco- que recorrió el mundo llegando a ser famoso por su genialidad y su fuerza innovadora? Así se explicaría la naturaleza lúdico-irónica del relato.

La segunda idea que se le ocurre al lector es más filológica: hagamos hablar a este joven Bandolino, que nos diga quién es, que nos cuente su historia. A través de los diálogos frecuentes con los doctos bizantinos, como el gran historiador Niceta Co-niate, Bandolino hilvanará la trama. A Niceta le cuenta: "Al comienzo de ese año yo todavía vivía con mi padre y mi madre, alguna vaca y un huerto. Un ermitaño del lugar me había enseñado a leer. Andaba por el bosque y por los pantanos, era un chico fantasioso, veía unicornios y (decía) que se me aparecía en la niebla San Baudolino."

-"Nunca oí nombrar a ese santo. ¿De veras se te aparecía?", responde el historiador. "Es un santo de nuestra tierra -contesta Bandolino- era obispo de Villa del Foro. Si lo veía, es otra cosa. Señor Niceta, el problema de mi vida es que siempre confundí lo que veía y lo que deseaba ver". Así, Eco, anticipa que los cruces entre historia y ficción, entre realidad e invención serán el alma del relato. Baudolino es un fabulador y lo sabe.

Otro personaje, el obispo Ottone, reprende al protagonista por ser un mentiroso: "No creas que estoy retándote. Si quieres ser hombre de letras, y un día, quizá, escribir historias, debes también mentir e inventar historias, de lo contrario tu historia sería monótona. Pero deberías hacerlo con moderación. El mundo condena a los mentirosos que no hacen otra cosa que mentir aun sobre las cosas más ínfimas y premia a los poetas, que mienten solamente sobre las cosas grandísimas".

En la novela Ottone se encariña con Baudolino "porque lo consideraba permeable, capaz de recordar de memoria todo lo que oía". Y agrega: "Te he oído inventar muchas historias que el emperador creyó. De modo que, si no tienes otras noticias de ese reino, invéntalas. Mira, note pido que atestigües lo que consideras falso, que sería pecado, sino que atestigües falsamente lo que crees verdadero, cosa que constituye una acción virtuosa ya que reemplaza la falta de pruebas sobre algo que ciertamente existe o sucedió". Llegado a ese punto, el lector que haya leído lentamente -cosa nada fácil en una crónica que abarca todos los sucesos medievales de Barbarroja en adelante- comprenderá que el pequeño San Baudolino del pasado mítico de Alejandría es una figura metafórica del autor del libro, que sabe hacer buen uso de una autobiografía interior alejandrina del pasado y del presente. Eco, con el gusto lúdico de este li- -bro, encama a Baudolino en un hijo adoptivo del emperador Barbarroja, a través de la invención de un pastiche lingüístico inicial, para elevarlo a un nivel donde el escritor se divertirá a través del diálogo con los grandes intelectuales de la época: Niceta Coniate y el obispo Ottone entre otros.Baudolino correrá innumerables aventuras, vivirá en París y tendrá una historia de amor en Constantinopla, en el Oriente Próximo. La estructura de la novela o crónica es compleja: está el cronista que cuenta y están los comentarios de Baudolino dirigidos a Niceta, sobre su propia historia, todo esto mientras Constantinopla __ arde por obra de los cruzados.Hacia el final del libro, si el lector siguió los numerosos diálogos de Baudolino con  el historiador bizantino Niceta encuentra una ocurrencia que recupera sin duda la figura metafórica del personaje Baudolino que había cruzado su mente al comienzo. Superado un sinnúmero de vicisitudes, Baudolino, ya maduro, encuentra de nuevo a Niceta y le revela que quiere iniciar experiencias y viajes nuevos y regresar a los lugares misteriosos del Padre Gianni en Oriente Próximo. Niceta le pregunta: "¿Pero quién te dice que vivirás hasta el fin de tu viaje?" Baudolino responde: "Viajar rejuvenece". Con esa frase que casi cierra el libro, Eco pone el sello de su identidad; creo que sus amigos de siempre recuerdan haberlo oído exclamar, ante los aplausos de una biblioteca hospitalaria: "A mí las ideas me llegan en avión".Naturalmente, eso no quiere decir que ^ las bibliotecas no tapizaran la experiencia de Umberto Eco; y este libro bastaría para probarlo con la medieval serie reiterativa de los títulos de los capítulos que se inician con el nombre del protagonista y el esquema del relato. Y al universo de los primeros siglos le corresponde, en la intención de Eco, la lengua híbrida latino-vulgar de la "Kronica Baudolini" con la cual comienza el libro, donde el pia-montés vulgar y el genovés danzan su propia música híbrida sin que por ello el autor deje de hacemos un guiño mezclando entre las líneas los versos del Acertigo de Verona: "calamus ke alba pratalia ara- "j bat et nigrum semen seminaba!"La dimensión lúdica nunca falta.

O ^ Copyright La Repubblica y Clarín, 2001. Traducción •'? de Cristina Sardoy.

 

Una picaresca culta

Cuando le dicen que muchos compran sus novelas sólo para presumir de inteligentes, Um-berto Eco -italiano clase 32, semiólogo archi-conocido, ex militante católico y, hoy, especie rara de agnóstico que no renuncia "a la religión ni a la culpa"-, sonríe. "Sí, eso dicen mis críticos" -afirma- y yo me río. Pero como ahora soy muy, muy famoso mi carcajada suena por dos.", remata con venenosa ironia.Para Eco, que alterna la cátedra de Semiología en la Universidad de Bolonia con los artículos de opinión y las conferencias por el mundo, su éxito sólo demuestra que la gente está harta de textos fáciles. Lejos de la actitud distante que otros intelectuales asumen ante la fama, dice que a él vender libros por millones no le molesta en absoluto. Que, aunque este paradójico para un analista de fenómenos de masas, ser una marca exitosa ayuda a pagar las cuentas. Que puede traducir clásicos del griego y leer comics con el mismo placer y que, en definitiva, lo tienen muy sin cuidado las críticas, en tanto que antes de hablar -propios y ajenos- lo lean. Como Eco suele despacharse con textos que superan las 500 páginas, las fotocopias y las versiones on-line son improbables, e incluso las lecturas detractoras garantizan la buena salud del plan de ahorro previo que postula: "Para criticar compre el libro". Y el fenómeno Eco -boom de booms traducido ya a más de 20 idiomas- suma otro touché.Todo empezó en 1980. Ese año. Eco, ensayista conocido por la agudeza de libros como Obra abierta y Apocalípticos e integrados, publicó su primera novela, El nombre de la rosa: un thriller que narra siete días plagados de crímenes en una abadía benedictina del siglo XIV, donde conviven laberintos, un bibliotecario ciego llamado jorge (claro homenaje al maestro Borges) y la búsqueda de un libro -la Poética, de Aristóteles-, como clave de todos los enigmas. A pesar de las frases en latín sin traducir, los interminables pasadizos de la historia v la aplastante erudición del autor, el libro conquistó a quince millones de tectores, atrajo la curiosidad de la crítica y se convirtió en el paradigma de una categoría tan singular en la literatura como los ornitorrincos en la zoología: el bestseller hiper culto. Poco tiempo después, con un presupuesto de 20 millones de dólares y Sean Connery en la piel del protagonista (sin duda, el fraile franciscano más infartante que hayan dado la orden y/o el cine), Jean-Jacques Annaud lo llevó a la pantalla. El libro alimentó al filme y viceversa. Ocho años después nacía El péndulo de Foucault: una pesadilla narrativa donde la razón y la magia se unen bajo la idea de complot. Con una primera edición de medio millón de ejemplares (suerte inusual que corrió gracias a la marca Eco en la portada), El péndulo llegó con escándalo. Eco leyó -dijo- 1500 libros sobre sociedades secretas, esoterismo y otras faunas, para imaginar la historia -paranoica e inmensa" de tres editores que por diversión inventan un plan, supuestamente urdido por los templarios ocho siglos atrás. En esa trama de síntesis imposible se mezclan ro sacruces asesinos, nazis, computadoras, la cabala y la macumba brasilera. Hija de la acumulación y el pat-chwork, cosechó devotos apasionados -Anthony Burgess entre ellos- y críticos implacables (medio Vaticano para empezar). Y la polémica pagó con más ventas.Seis años después, en La isla del día de antes, Eco se mudó al siglo XVII y recreó a un náufrago que no sabe nadar, varado a bordo de una nave desierta, que anhela una isla de la cual lo separan mar y miedos: bella metáfora de la soledad y homenaje a la memoria, que el protagonista usa para recapitular la historia de su tiempo, plagado de debates científicos e intrigas palaciegas. Ahora llega Baudolino. Fiel a sus obsesiones (la Edad Media, el misterio de poner a funcionar algo, sean conjuras, secretos o interpretaciones), Eco no ahorra enigmas y cuenta con humor la vida de un bribón que mezcla a piacere ficción y realidad, lee signos donde otros no los ven y encuentra sentidos que tuercen los hechos. Un fabulador.

 (^la prehistoria de un semiólogo, D RAQUEL GARZON