TIZIANO

 

 
La bacanal
TIZIANO VECELLIO DI GREGORIO (hacia 1490-1576)
Lienzo (175x193 cm)
Escuela Italiana. Renacimiento
Siglo XVI

Este cuadro de Tiziano formaba pareja con la "Ofrenda a la diosa de los amores" que se expone en la misma sala. Ambos temas mitológicos fueron pintados para el duque de Ferrara, y regalados después por alguno de sus herederos al rey español Felipe IV, entre encendidas protestas de expertos italianos que lamentaron su salida del país. En esta "Bacanal" -fiesta de Baco- Tiziano ilustra el tema mitológico de la llegada del dios del vino a la Isla de Andros que le estaba dedicada ya que por sus ríos corría vino en vez de agua. Sus habitantes esperan la llegada de Baco -su barco con las velas desplegadas se divisa al fondo- dedicados a la fiesta del vino. Son magníficos el colorido y el movimiento de las figuras; y, por supuesto, el espléndido desnudo femenino en reposo a cuyo lado camina tambaleándose un lindo niño borrachito

 

El bacanal
 
El Emperador Carlos V a caballo, en Mühlberg
 
TIZIANO VECELLIO DI GREGORIO (hacia 1490-1576)
Lienzo (332x279 cm)
Escuela Italiana. Renacimiento
Siglo XVI

Tiziano hizo varios retratos del emperador Carlos V, que le consideraba su pintor predilecto y le favoreció con su confianza y amistad, concediéndole incluso un título nobiliario imperial. El emperador eligió a su pintor favorito para que perpetuara con sus pinceles la gran victoria de las armas imperiales sobre los protestantes, en la célebre batalla de Mühlberg. Tiziano presentó a Carlos V como conductor de un ejército victorioso, en un magnífico retrato ecuestre que evoca los monumentos de los grandes emperadores romanos de la antigüedad. El monarca se recorta sobre un bellísimo paisaje de bosque, con un río -la batalla tuvo lugar en las proximidades del río Elba-, iluminado todo por una luz de atardecer que le da un cierto tono de recogimiento. La vivacidad de los colores del metal de la coraza (que se conserva en la Armería del Palacio Real), de la manta del caballo y el penacho que remata el casco del guerrero, contrastan magníficamente con la palidez y la cierta melancolía del rostro del protagonista, enfermo y próximo ya a retirarse en Yuste (Cáceres).

 

El Emperador Carlos V a caballo, en Mühlberg
 

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