sylvia Prathel arte de morir SYLVIA PLATH

Se suicidó en 1963, a los 31 años. Hoy es considerada una de las­ grandes poetas de siglo XX. El acceso más' estremecedor a su vida se encuentra en sus diarios, QUE recién ahora se publican completos, sin la censura de su ex marido, el también poeta Ted Hughes.


     Quién hubiera podido pre­decir, en febrero de 1963, cuando una poeta estadounidense llamada, Sylvia Plath se suicidó en Londres, desasosegada por la ruptura de    su matrimonio con el poeta de Yorkhire Ted Hughes quien se elevaría posteriormente al nivel de poeta de  guerra más celebrada y controvertida de habla inglesa; y justamente en una edad de oro para la poesía distinguida por figu­ras como las de Theodore Roethke, Ma­riarme Moore, Elizabeth Bishop, Robert Lowell, Richard Wilbur, Allen Ginsberg, Acne Sexton, John Berr 1 yman, May Swen­son, Adrienne,Rich, así como W. H. Auden y T.S. Eliot Cuándo ocurrió su muerte prematura, Plath había publicado un solo libro de poemas, que había des­pertado una atención moderada, The Co­lossus (1960), y una primera novela7, La campana de cristal (que en Inglaterra salió un mes antes de su muerte, bajo el seudónimo de Victoria Lucas), además de una serie de poemas llamativamente audaces en revistas británicas y norteame­ricanas. Ariel, su segundo libro de poe­mas, más intenso que el primero, no apa­recería hasta 1965, cuando la fama póstu­ma de Plath ya le aseguró una atención generalizada, críticas superlativas y ventas que finalmente lo convirtieron en uno de los libros de poesía más vendidos en In­glaterra y Estados Unidos en el siglo XX. Los Collected Poems de Plath (1981) reu­nidos y editados por Ted Hughes, ganarían un Premio Pulitzer. "Estoy crudamente hecha para el éxito", afirma Plath de manera prosaica en su diario en abril de 1958. Y sin embargo, Plath no podía prever que el éxito se daría casi enteramente después de su muerte, y que sería irónico por matarse impulsivamente y morir intestada, dejó su valioso capital de trabajo así como sus dos hijos pequeños, Frieda y Nicholas en manos de su distanciado marido, Hughes, y su hermana Olwyn, con plenos poderes, a quienes, durante las últimas y desesperadas semanas de su vida Plath había considerado enemigos. Como ejecutor literario, Hughes tenía el poder de.publicar lo que quería de su obra, o publicarla en versiones radicalmente "editadas" (o sea, expurgadas), como los Diarios de Sylvia Plath (1982); o, si deseaba, podía hacer desaparecer o destruir manuscritos, como Hughes reconoció abiertamente haberlo ,hecho con dos de los cuadernos escritos durante los tres últimos años de la vida de Plath. Como marido sobreviviente y eternamente distanciado, Hughes recortó de los diarios de Plath lo que calificó de «fragmentos desagradables" e "intimidades", a la manera en que había eliminado de Ariel "algunos de los poemas más agresivos a nivel personal", con la excusa de que quería preservar a sus hijos de una mayor aflicción. Esta nueva edición, no abreviada y sin expurgar de los diarios compilada por Karen V. Kuldl, subcuradora de libros raros en el Smith College, es "una trascripción exacta de 23 manuscritos originales de la Colección Sylvia Plath", con más de 400 páginas de material no publicado anteriormente que dejan entrever que la persona que Ted Hughes más quería preservar de la aflicción y la exposición era él mismo. The Unabridged Journals documenta, con un detalle obsesivo y agotador, los años de estudiante de Plath en el Smith College y su semestre como becaria Fullbright en el Newnham College, Cambridge; su matrimonio con Ted Hughes; y dos años enseñando y escribiendo en Northampton, Massachusetts~, y en Boston. Con excepción de los apéndices y fragmentos de 1960 a 1962, de los cuales los más vívidos describen el nacimiento del segundo hijo de Plath, Nicholas, en enero de 1962, los diarios se interrumpen abruptamente en noviembre de 1959 cuando Plath y Hughes con su matrimonio socavado por las sospechas que Plath tenía de la infidelidad de Hughes se aprestan a volver a vivir a Inglaterra. La última anotación del diario de 1959 es enigmática como un poema típico de Plath: "Un mal día. Un mal momento. El ánimo más importante para trabajar. Un estado de entusiasmo ansioso y excitado en el cual la poesía en sí, la historia en sí es suprema." Los más memorables y mágicos poe­mas de Sylvia Plath, muchos de ellos es­critos en las últimas semanas turbulentas de su vida, se leen como si hubieran sido cinceladas en hielo ártico con un delicado instrumento de cirugía. Su lenjuaje es tirante y original; su estrategia, elíptica. Poemas como «Lesbos», «Thé muñir Marmequins", «Paralytic", 'dáddy" (la poesía más famosa de Plath), «Edge" (su último poema, escrito en febrero, 1963) y la premonitoria «Deáth & C& instalan en la memoria con el poder de malévolas canciones de cuna. Para plath el chorro de sangre es poesía», y hasta los lectores que quizás sepan poco sobre su vida privada de la poeta pueden sentir la autenticidad de las emociones recurrentes de Plath: dolor, asombro, ira, serenidad estoica, resignación amarga. Como la más grande de sus antecesoras, Emily Dickinson, Plath entendió que la verdad poética se dice mejor oblicuamente, en la menor cantidad, de palabras posible. En cambio, los diarios son un tumulto de palabras, y presentan una experiencia estética muy confusa aun para un lector atento. Una versión enteramente sin editar del material de Plath puede resultar justíficada, en teoría al menos, como corrección de la "edición" de Hughes. Los admiradores de Plath pensarán que mucho de lo que allí aparece es fascinante. Otros lectores pueden pensar que mucho es fascinante y repugnante en igual medida. El libro no es fácil de leer dado que su organización es excéntrica: después de las anotaciones del diario correspondientes a 1959, por ejemplo, se vuelve de manera discordante a un fragmento de 1951, rotulado por la editora como Apéndice . Habría sido más práctico que los fragmentos sueltos se integraran a los diarios the Unabridged Journals es imposible dé leer sin una biografía paralela pues carece de una simple cronología de la vida‑de plath y las notas de encabezamiento de la autora son fragmentarias y mínimas. Los diarios de Plath, un Bildungsroman en fragmentos de autobiografía, contienen maravillas de hallazgos. Siendo una estudiante de 18 años en el SmithCollege en noviembre de 1950 Plath registra percepciones que, en su brevedad, parecen predecir toda su vida y el dilema de esa vida. "El carácter es el destino. Si tuviera que aventurar cinco palabras para resumir mi filosofía de vida, ésas son las que elijiria." Y, en diciembre de 1955: "Quizá cuando descubrimos que queremos todo 'és porque estamos peligrosamente cerca de no querer nada". El autoanálisis de‑plath es incesante, implacable, agotador; con la exigencia clásica de los que quieren llegar más lejos, se llevó a sí misma hasta el colapso nervioso después de su primer año en Smith y ningún nivel de éxito precoz fue suficiente para apuntalarla. Vuelos maníacos de palabras terminan en una resolución serena de suicidarse con una sobredosis de somníferos en agosto de 1953: "Tenías visiones de ti misma con una chaqueta, y un agotamiento de la familia, asesinando realmente a tu madre, eliminando el edificio de amor y respeto... Miedo, grande y feo y miedo que gimotea... Miedo de no poder vivir a la altura del ritmo furioso y acelerado de ganar premios de estos últimos años , y algún tipo de vida creativa." Plath es rescatada, por un pelo, sólo para revivir muchas veces este personal drama demoníaco. Obviamente, la fantasía de auto‑destrucción era, en Plath, la máxima definición de sí misma; casi una década más tarde, pese a ser madre de dos hijos y una poeta de elevado y reconocido valor, Plath se complace en «Lady Lazarus», uno de sus últimos poemas: «Morir es un arte, como todo lo demás./ Yo lo hago excepcionalmente bien». El ejemplo meticulosamente documentado de Plath indica que la precocidad no es madurez, y puede en realidad impedir la madurez. La percepción psicológica es meramente intelectual, no conlleva ninguna aplicación práctica visible: siendo niña, Plath deplora: "Soy víctima de la introspección", ya una mujer madura, escribe: "Es como si en mi vida circularan mágicamente dos corrientes eléctricas: positiva alegre y negativa desesperada ‑la que circule en el momento domina mi vida, la inunda. Ahora estoy inundada por la desesperación, la histeria casi, como si estuviera ahogándome. Como si un gran búho musculoso estuviera sentado en mi pecho, presionándome y apretándome el corazón con los talones". En medio de tantas cosas desesperantes, hay momentos de éxtasis y revelación literaria. En Cambridge, Plath lee a D.H. Lawrence y a Virginia Woolf con intensa excitación; ambos influirán en el estilo de su prosa y a partir de allí el lenguaje de su diario se enriquece. "Tomo el glorioso diario de Virginia Woolf.. Bendita sea. Siento mi vida vinculada a ella, de alguna manera. La amo". Y: «¿Cuál es mi voz> Muy Woolf, por desgracia, pero firme No era fácil para la fanáticamente competitiva Plath ser generosa con sus‑rivales, pero encontró cosas buenas para decir sobre May Swenson, Anne Sexton, Stanley Kunitz y Adrienne Rich ("petisa, redonda y gorda... grandes ojos negros brillantes"). Hace un excelente y rápido boceto de Auden, a quien oyó leer su poesía en Smith en abril de 1953: "Auden echando su cabeza grande hacia atrás con una torsión de labios gruesos, horribles y sonrientes... el malvado niño prodigio". Ted Hughes es, naturalmente, el gran amor/odio de la vida de Plath; el "semidiós" con él que fantaseó en la adolescencia, hecho carne en una fiesta alcoholizada en Cambridge en febrero de 1956: «Ese muchacho grandote sombrío y buen moZÓ, unico' allí con suficiente grandeza como   para mí». Hughes era el único hombre en el lugar tan gr ande como sus poemas, enorme, ton montones de pala­bras voluminosas y dinámicas; sus poe­mas son fuertes y explosivos como un viento violento sobre vigas de acero. Y grité dentro de mí, pensando: Oh, entre­garme estallando, luchando, a  ti. Aparen­temente, a pocos minutos de su encuen­tro, Plath y Hughes representan una esce­na erótica del tipo de las que Plath había elaborado con frecuencia en su diario ado­lescente: "Quedaba yo aplastáda y aplasta­do él contra el piso y luego me besaba con fuerza en la. boca y me arrancaba la cinta del pelo... y mis aros de plata favoritos: los guardaré, gritó. Y cuando me besó el cuello le mordí con fuerza largamente la mejilla y cuando salimos del salón, corría sangre por la cara... Tanta violencia y  veo que las mujeres aceptan todo por artistas". Como es sabido que Plath de claró en «Daddy»: «Cada mujer adora a fascista l la bota en la cara, el bruto, bruto corazón de un bruto como tú". De manera menos espectacular, Plath registra los deterioros mezquinos de un matrimonio al que ambas partes se lanzaron precipitadamente: Hughes es difícil malhumorado, renuente a trabajar para vivir, poco afecto a bañarse y con una inclinación nada romántica a hurgarse la nariz. Plath no duda de los dones de Hughes como poeta ni siquiera.ante su repugnancia física, pero su encanto se ve fatalmentqlmente disminuido: «Ted tenía un aspecto desaliñado: la chaqueta del traje arrugada como si la tiraran de atrás, los paritalones, colgando, sin cinturón, en pliegues grandes, el pelo blanco y grasoso... Estaba aver­gonzado de alg6». Sospechoso, para Plath de haberle sido infiel, Hughes es enseguida expuesto  como "mentiroso, sonriente pero insustancial, un impostor... ¿Quién  sabe a quién estará dedicado el próximo libro de Ted? A su ombligo. A su pené. También escribe: "En casi dos años me hizo pasar de loca perfeccionista y ser humano amante y promiscuo" a «una mujer con un comportamiento misántropo, detestable, chismoso y malicioso". (Ningún lector de los diarios de Plath caracterizaria , nunca a Plath, cono un ser humano, amante", pero esta en e sí misma parece haber sido esencial para su concepción de sí misma, junto con la de mártir y víctima inocente).Plath fue una mujer de infinitos «yo» en conflicto, con una fascinación constante por sí misma. Esto explica gran parte de su fascinación por otros, para quienes el concepto Romántico del poeta desesperado y maldito es sacrosanta. Sin embargo, la elevación de Plath en la década del 70 a la categoría de mártir y símbolo feminista es cómicamente incongruente con su odio por el sexo femenino («Haber nacido mujer es mi horrible tragedia. A partir del momento en que fui concebida estuve condenada a desarrollar pechos y ovarios en vez de pene y escroto; a tener mi círculo total de acción, pensamiento y sentimiento rígidamente circunscrito»); su competencia con poetas ("Leí a las seis poetas en Nuevos poetas de Inglaterra y Estados Unidos. Aburridas, ampulosas. Excepto May Swenson y Adrienne Rich, ninguna mejor ni más publicada que yo. Tengo la malicia justa y serena de alguien con mejores poemas que los que crearon otras mujeres con fama"); y, más escalofriante, su sorprendente declaración de odio a su madre, Aurelia, que ocupa páginas en el diario de diciembre de 1958: "En un adulador matriarcado de unidad es de dificil conseguir autorización para odiar al la propia madre"; «Entonces, ¿cómo expreso mi odio Por mí madre? En mis emociones más profundas pienso en ella como una enemiga: alguien que 'rnató' a mi padre, mi primer aliado masculino en el mundo. Es una asesina de masculinidad... qué lujuria sería matarla, estrangular su  flaco cuello venoso... Pero es demasiado bueno para un homicidio". Nadie supondría, por este exabrupto histérico, que el  padre de Plath murió de diabetes, que su madre tuvo dos empleos para mantener a  Sylvia y su hermano Warren y que nunca I volvió a casarse porque "mi hermano y yo le hicimos firmar una promesa de que nunca se casaría".Plath es una grafomaníaca infatigable 1 capaz de escribir con igual fervor sobre un resfrió, fiebres, náusea, espasmos y dedos en la nariz que sobre uña luna de miel idílica en Benidorm, España; su odio es inspirado, y se emociona con descripciones maliciosas de individuos anónimos, largamente olvidados, que habían tenido la mala suerte de vivir cerca de ella o de haberla conocido socialmente. Sin embargo, Plath siempre fue una crítica. severa de su trabajo «de verdad", y consideraba el diario como un lugar en el que podía revelarse a sí misma sin los rigores del arte. Descartaba gran parte de lo que escribía y se encargó muy bien, por ejemplo, de calificar La Campana de cristal de «novela comercial pan diferenciarla de su abajo serio. (Durante años trabajó en borradores de novelas, siempre descontenta con los resultados; cerca del final de su vida, quemó cientos de páginas de un trabajo en curso.) Frente a un manuscrito tan desparejo en calidad como estos diarios, Plath seguramente habría ‑descartado cientos de paginas antes de su publicación, especulación adolescente larga y sin resuellos sobre  chicos, salidas, clases, carrera («¿ Puedo escribir? ¿Escribiré si practico lo suficiente? ... ¿PUEDE UNA MUJER ECOCENTRICA, CELOSA Y POCO IMAGINATIVA (sic) ESCRIBIR ALGUNA MALDITA COSA QUE VALGA LA PENA?"); bocetos y borradores de cuentos destinados al lucrativo mercado de revistas femeninas; torpes poesías tempranas («Por el corredor viene Mary, llevando las sábana /cuadros  quebradizos de lino dobladó1 Y, de verde, me saluda con una sonrisa matinal desdentada J; innumerables reite­raciones de síntomas fisicos ("Me desperté como de costumbre, con náuseas y medio muerta, los ojos pegados, con un gusto a sabanas , arrolladas en la lengua después de un sueño horrible»); peleas mezquinas con Hughes; y la resolución de ser una buena esposa: «No debo fastidiar_«ergo: hablar de cortarse el pelo, bañarse, Limarse uñas , futuros planes para ganar dinero, hi­jos ‑nada de lo que a Ted no le gusta: eso es fastidiar)". La ansiedad incesante de Plath por las entregas a Ladies'Homejour­nal , The New Yorker, Harper's Magazine,TU Atlantic y otras revistas recorre los dia­rios como un mantra demencial; el cartero es la bendición y la maldición de su exis­tencia a lo largo de todos estos diarios. In­dudablemente, esa repetición podría haberse evitado. Como pirañas que devoran su presa, los pensamientos de Plath se precipitan, se agitan  y se revuelven, aquí hay  una energía demoniaca que resulta agotador observar y a partir de la cual podría inferirse en el principal motivo de Plath para suicidarse tal vez haya sido la extinción de esta voz‑piraña. Se puede comprender el proyecto de Kukil de corregir la edición de hughes de los diarios de plan y a la vez albergar ciertas dudas  en cuanto a la prudencia y a la ética‑ de exponer  un trabajo inferior y sin revisar de una. escritora importante !P6bre Sylvia! Hasta sus  errores gramaticales y  faltas de ortografia son fielmente preservados por una aduladora Kukíl, como si Plath no hubiera sido una joven escritora viva y vulnerable ansiosa por presentar su mejor trabajo, sino una diosa momificada. Como sucede con todos los diarios sin editar, la mejor manera de leer el de Plath es en forma desordenada y rápida, como fueron escritos. Es aconsejable que el lector busque los pasajes más fuertes, más líricos y divertidos, que existen en considerable abundancia a lo largo de estas numerosas páginas como para garantizar  esta publicación definitiva de Sylvia Plath sea una rareza, un legítimo acontecimiento literario dignó de la agresiva afirmación mítica de la poeta en 'Lady Lazarus": 'Te las ceniza!, >con el cabello rojo me levanto/ y me como a los hombres como aire".

 

origen de datos::clarin cultura del 10 de diciemnbre del 2000

 

 

 

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SYLVIA PLATH

SYLVIA PLATH

CON SU MARIDO