Decía George Steiner que, a diferencia de Henry james Marcel Proust o James joyce, Samuel Beckett no procuraba aprovechar o potenciar la riqueza de las palabras sino, por el contrario, buscaba empobrecerlas, de acuerdo a una fórmula según la cual "si una palabra sirve, hay que usarla muchas veces hasta que se vuelva flaca y anónima de tanta fricción". Agotar las palabras o ajarlas hasta que resulten tan insignificantes como para que su presencia no pueda ya ocultar nada, y no porque haya algo que mostrar o decir, sino precisamente porque nada hay que valga la pena decir: la cuestión es explorar esa irrisoriedad o explotarla, una desesperanzada empresa a la que el autor de Watt dedicó buena parte de su vida, como quien halla ahí, en la imposibilidad de tomar las cosas del todo en serio y en un lúcido hacerse cargo del desencanto, lo mejor que puede dar, acaso una razón para seguir escribiendo en medio del
sin sentido reinante.
Es difícil, si no se acepta el juego que Beckett propone -y aceptarlo no es fácil porque requiere desaprender unas cuantas costumbres-, saber por qué a un lector deberían interesarle textos que, como las Mirlitonadas, parecen precarios tartajeos de un espíritu exhausto ("nada nadie habrá sido/para nada tanto sido/ nada nadie"), y en buena medida lo son. Reconocer justamente que se trata de eso, asunciones radicales de un fracaso de origen, sería un primer paso para acceder a la extrema experiencia espiritual que Beckett propone en gran parte de su obra, particularmente en su poesía y dentro de ella en
os breves apuntes que en 1978 publicó en francés con el título de Mirlitonnades, que el poeta español Jenaro, Talens tradujo como Letanías para esta Obra poética completa.
Como explica Talens en una de sus abundantes notas, "mirliton" es una flauta campesina y "vers de mirliton serían versos de poca consideración, cancioncitas. De ahí el neologismo con que Beckett denominó esa colección de textos, escritos espasmódicamente en pedazos de papel y que seguramente bastan para advertir hasta qué punto es insoslayable como poeta. 0, al menos, como uno de los que más drásticamente replantearon las posibilidades de la poesía, hasta hacer de ese replanteo una aventura sin retorno, tal como lo hicieron, por ejemplo, y en direcciones muy distintas, Antonin Artaud o Francis Ponge, o entre los argentinos Alberto Girri y Leonidas Lamborghini. A propósito, no van a faltar lectores argentinos que noten sorprendentes coincidencias entre Cómo decir, el último poema de Beckett, escrito en 1988, y la poética del balbuceo y la repetición que Lamborghini expuso en Partitas y Episodios, dos libros, de 1972 y 1980.
El hecho de que ni el nombre ni la obra de Beckett sean tenidos muy en cuenta cuando se piensa en las principales pro
"ESTOS TEXTOS DEMUESTRAN HASTA QUE PUNTO ES INSOSLAYABLE COMO POETA."
puestas poéticas del siglo XX, como en cambio sí Molloy o Esperando a Godot aparecen siempre que se habla de novela o teatro, se explica porque, como dice Talens, "parece tan normal que muchos de entre los grandes escritores contemporáneos hayan iniciado su labor con algún libro de poemas sin mayor trascendencia que el de mero pecado de juventud, que resulta fácil pasar por alto la obra poética de todos aquellos autores etiquetados por la crítica como novelistas o dramaturgos---. Al respecto, Talens responde contundente que Beckett "no es un novelista o dramaturgo que en determinada época
de su vida escribió poesía, sino esencialmente un poeta que ha utilizado los dife rentes géneros literarios para expresarse", una idea discutible -porque por igual podría aplicarse a la mayor parte de los grandes narradores o dramaturgos modernospero que a Talens, a partir de admitir que ,,esa es la convicción que atraviesa estas páginas", le permite elaborar un ensayo introductorio a la poesía de Beckett y a su obra en general particularmente valioso, sobre todo por cómo aborda los problemas a los que debe enfrentarse el lector, poniendo evidentemente en juego su propia experiencia de lectura, con las dificultades que le obligó a encarar y las respuestas que en esa tarea fue hallando.
Es, puede decirse, un buen principio pat ra un libro fuera de lo común, que a Talens le llevó treinta años de labor como editor, traductor y autor de la introducción y las notas, y que tiene la virtud de ofrecer por primera vez la poesía completa de Samuel Beckett, no sólo al lector de lengua castellana sino al de cualquier lengua, al incorporar, en sus idiomas originales y traducidos, los poemas que aún no habían sido recogidos en las ediciones inglesas y francesas. No vasta pero sí impresionante por su rigor y por la profundidad de sus a hallazgos, queda así a la vista una trayecto ria que va desde los inicios marcados por
Joyce, con Whoroscope y Echo's Bones, en la década del treinta, hasta el "de-velamiento sin fin, velo tras velo, hacia lo nodevelable ( ... ); hacia la nada, hacia la cosa nuevamente», que, según sus propias palabras, Beckett lleva a cabo en las Mirlitonadas y Cómo decir, y que denominó alguna vez "litterature of the unword" ("literatura de la despalabra" según tradujo Laura Cerrato en Génesis de la poética de Samuel Beckett).
No es un dato menor, en ese sentido, el que este sea un libro trilingüe. Como se sabe, Beckett empezó escribiendo en inglés, luego lo hizo en francés y buena parte de su obra la tradujo del inglés al francés y viceversa, aunque más que "traducir" el verbo que corresponde es---reescribir", y hay que agradecerle a Talens que para presentar los poemas en castellano no haya elegido entre una versión y la otra, o, más aun, que no haya optado por una solución intermedia. Si cada poema que el autor reescribio al pasarlo a otra lengua es traducido dos veces, como si fueran dos poemas distintos, es porque, efectivamente, son dos poemas distintos, y puede apostarse a que a Beckett le habría gustado mucho el ejercicio intelectual que implica esa lectura "en paralelo", en la que es virtualmente imposible escoger entre una traducción y la otra.
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