Por Juan José HERNÁNDEZ
Para
LA
Nación ‑
Buenos Aires, 2000
Releer
a Darío es volver a ser dichoso.
Salomón
de laSélva
Salvo contadas excepciones, los estudiosos de la literatura
y la crítica en general coinciden en atribuirle a Rubén Darío el
comienzo de la poesía moderna en lengua española. Darío, no cabe duda,
ha sido el poeta más influyente de su época y su obra, como la ha señalado
Pedro Henríquez Ureña, establece una línea divisoria que permite
distinguir en cualquier poema de nuestro idioma si fue escrito antes o
después de él. La obra poética de Darío, dentro del movimiento
modernista fines del siglo XIX, se destaca por
la impecable belleza formal de sus versos (que a Groussac, digamos
de paso, le parecían de una perfección
exasperante) su musicalidad y su intenso erotismo.El poeta va mas
allá de los postulados de
esa corriente literaria y en sus últimos libros, sin renunciar
a la estética modernista, anticipa algunas característica de la poesía
posmoderna (experimentación verbal, visiones oníricas), así como en Lunario
sentimental de Lugones están ya las imágenes del ultraísmo
y el creacionismo.
En el genio‑Verbal de Darío convergen la tradición poética de
España (a los quince años escribió un poema imitando con destreza la métrica,
la sintaxis y el léxico de la poesía castellana desde sus orígenes
hasta el Siglo de Oro) y la obra de los simbolistas franceses, en especial
la de Paul Verlaíne, cuyas innovaciones métricas, modos sintácticos y
delicada musicalidad incorporó creativamente a sus propios versos. No se
trataba de una simple adaptación o trasplante; fue una verdadera renovación
del verso español, una liberación que le
permitió
crear una nueva poética. "todo lo renovó Darío: la materia, el
vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la
sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado y no cesará;
quienes alguna vez lo combatimos,
comprendemos hoy
que lo continuamos escribió Borges en su "Mensaje en honor a Rubén
Darío". al cumplirse, en 1967, el centenario del nacimiento del
poeta. De manera general, puede decirse que en la poética de Darío son
fundamentales el cosmopolitismo, en tanto visión personal y optimista
del mundo, abierta al diálogo entre las culturas; el pensamiento analógico,
que concilia y armoniza los contrarios, y el erotismo, fuente imperecedera
de energía y placer, concepción materialista y a la vez trascendente,
semejante a la de Platón cuando imaginaba a Eros como un animal feliz que anima y
vivifica el cosmos. Todo ello en pugna con la noción judeocristiana del
pecado que no lo abandonaba y marchitaba a veces la flor del instante. Para Darío, el ritmo y la armonía que rigen los
versos de todo auténtico poeta son análogos a la música del universo;
las palabras revelan el supremo misterio de la creación hecha de energía
eterna y de rítmica armonía. De ahí la
pregunta de Antonio Machado en el poema que escribe cuando muere Darlo:
"Si era toda en tus versos la armonía del mundo/ ¿dónde fuiste
Darlo la armonía a buscar?/ Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares
,corazón asombrado de la música astral". Los poetas modernistas
buscaban el alejamiento de la realidad inmediata, rechazaban el mundo
mercantil basado en la actividad lucrativa y se complacían (herencia del
simbolismo europeo) en suplantar la experiencia fáctica por otra
legendaria o quimérica en un marco de perfección formal exquisita. Al
mismo tiempo daban a tal punto importancia a los valores acústicos que a
menudo el sonido creaba el sentido del verso, domo en. algunos poemas de
Herrera y Réissig. Sin proponérselo quizá, volver al origen de la poesía,
que fue un arte oral antes de ser un arte escrito. "El poema
‑decía Octavio Paz‑ es un organismo verbal rítmico, un
objeto de palabras dichas y oídas. En todas las formas escritas de la
Poesia,el
signo grafico esta en función de lo oral “.En efecto la poesía no solo
pide los ojos del lector, también su voz necesita ser pronunciada
,razonar en una boca humana. Entre los poetas modernistas ninguno como Darío
nos recuerda
el estrecho parecido de la poesía con el canto , ninguno cuya
lectura en voz alta nos proporciona tanta felicidad.En coloquios de
centauros la cadencia de los alejandrinos y la descripción del paisaje de
la mítica isla griega componen
un
imponte friso donde los «crinados cuadrúpedos divinos”son los
voceros de las intuiciones Y obsesiones de Darío por explicar el enigma
de la
vida y por consiguiente, el
de la muerte.Así, en voz de Quirón, percibimos: la del poeta cuando
exclama: “ ¡himnos/ las cosas,/tienen un ser vital,; las cosas/ tienen
raros aspectos, miradas misteriosas /toda forma es un gesto, una cifra ,un
enigma; /en cada átomo existe un incógnito estigma;/ cada hoja de árbol
canta su propio cantar /
y hay un alma en cada una
de las gotas del mar. También la percibimos en estos versos cargados de
erotismo con los que el mismo centauro, alter ego de Darlo, celebra el
nacimiento de la diosa del amor: "¡Venus impera!/ Ella es entre
las reinas celestes la primera,/pues es quien tiene el fuerte poder de la
hermosura ¡Vaso de miel mirra brotó de la amargura /Ella es la más
gallarda de las emperatrices,/ princesa de los gérmenes, reína de
las matrices / señora de las savias y de las atracciones,/ señora de los
besos y de los corazones.
En la edición de las poesías completas de Darío (Agufin Madrid, 1945)
abierta sobre sú escritorio, reparo en que el centauro Quirón, en vez de
reina de las matrices
dice
de los matices". ¿Errata o pudibundez de la censura
franquista? Al releer a Darlo comprobamos que su preocupación por
el, aspecto formal de su poesía, su voluntad de perfección, es
inseparable del deseo de perdurar en el tiempo, un recurso destinado a
preservarla del desgaste de los Y,
la caducidad de las modos asegurando así su resurrección en la memoria y
la voz de sus semejantes. Aleluya..
origen de datos:nacion cultura 26/11/2000
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