RUBEN DARIO


 

El gran poeta nicaragüense, nació y murió en su tierra natal (1867-1976), aunque pasó casi toda su vida alejado de ella. Vivió en Chile, en Buenos Aires, Madrid y París, y trabajó ya sea como diplomático o como periodista. Fueron justamente famosas sus crónicas publicadas en el diario "La Nación" de Buenos Aires. Darío bregó en su obra y con sus actos por la renovación de la poesía y la prosa en la lengua española, por llevar a ellas las novedades de la literatura extranjera -sobre todo la francesa- moderna. Promovió un movimiento de renovación, el modernismo, caracterizado por la riqueza de sus formas. Entre las obras más importantes de Rubén Darío citaremos: Azul (1888), Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905)

Autor: Tamara KAMENSZAIN

 

Enfermo de cirrosis y urgido del dinero para afrontar los largos e infructuosos tratamientos médicos, Darío cede, en 1914, al pedido de sus editores de antologar su propia obra. El resultado es un adelanto de 2.000 francos franceses contra la entrega de tres volúmenes que la editorial Biblioteca Corona de Madrid terminó de publicar en 1916, poco después de la muerte del poeta. Los tres volúmenes se agotaron rápido y nadie hasta ahora, cuando por fin se reeditan juntos en este único tomo , pareció reparar en la diferencia. Porque lo que podía haber quedado en una burocrática recomposición se transformó, por la nada burocrática intervención del autor, en una obra inédita. Es decir, que no estamos ante otra de las más de 200 antologías que soportó la poesía de Darío y que abultan las bibliotecas. Por eso, Y una sed de ilusiones infinita pide ser leído hoy como un libro nuevo. ¿Cómo se enfrentó Darío a su monumental producción para seleccionar 150 poemas e insertarlos en un contexto diferente? Tomando la metáfora del mazo de cartas podríamos decir que mezcló y dio de nuevo. Esta operación de estudiado azar implicó desechar de plano la selección lineal o cronológica. Porque en los tres tomos (transformados ahora en tres secciones del libro) conviven intercalados poemas de distintas épocas. Y la clave para agruparlos la encuentra Darío en cuatro versos de "Preludio", el poema de Cantos de vida y ‑esperanza, que a su vez abre esta recopilación: "y muy siglo dieciocho y muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopolita;1 con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita" "Muy siglo XVIIl», «Muy antiguo y muy moderno", y por último "Y una sed de ilusiones infinita" son los fragmentos que caen desmembrados del cuerpo del poema para volver a aparecer armando, como títulos, el cuerpo de los tres tomos. Tomos, o en este caso capítulos, de una historia personal y literaria, de una vida poética. que remite, en forma circular, siempre a la modalidad dieciochesca, siempre a la ambigüedad entre lo antiguo y lo moderno y siempre a la utopía que no encuentra su objeto de adecuación pero que lo ilusiona al infinito. Esas tres coordenadas arman el estilo Darío, pero son, también, una radiografía del modernismo, ese movimiento entre dos siglos que se apropió ,de lo dado, lo acarreó hacia una modernidad que no se había terminado de constituir y lo proyectó a un universo cuya idealidad  se manifestaba como ilusión. Para hacer de este proyecto antológico un nuevo libro con principio y final, Darlo tuvo que dejar afuera los escritos de su primera etapa: Abrojos, de 1987,‑y, sobre todo, Azul, su best‑seller de 1889. Las razones están declaradas: el "verso azul" quedó en el ayer. Un ayer preparatorio del modernismo pero que todavía no da cuenta de él. Seguramente los poemas de Azul, deudores todavía del romanticismo, podrían encontrar un lugar en la sección "Muy siglo XVIII  pero todavía no en "Muy antiguo y muy moderno" y mucho menos en "Y una sed de ilusiones infinita", sección que abre con el verso «yo persigo una forma que no encuentro mi estilo" como señalando de entrada la escisión a la que despierta el sujeto moderno después de años de ensoñación romántica. Darlo mismo, en su Historia de mis libros, se encargará de explicar que cuando escribe Azul todavía se encuentra en esa etapa que él mismo define como imitativa. "¿Qué puedo imitar para ser original?", se preguntaba el adolescente de 19 años, ese que mientras ejercitaba copiando a los maestros, salía a flote con una pregunta nueva: "¿Cuál debe ser la poesía futura?". Y lo que a Darío le interesa antologar de sí mismo es, sin duda, el encuentro con esa poesía futura, una poesía cuyo móvil es la libertad. Sacudirse no sólo los "clisés verbales" sino también los "mentales", porque "juntos perpetúan la anquilosis, la inmovilidad» es la impronta del movimiento que le tocó iniciar y que renovó desde adentro las grises normas a las que se encontraba sometido el idioma español a fi nes del siglo XVIII. Después vendrían, como sucede con todo gran movimiento, los detractores. El clásico soneto postmodemista del uruguayo Enrique González Martínez les pide a los poetas nuevos que le tuerzan el cuello, al cisne de engañoso plumaje "que da su nota blanca al azul de la fuente" y que "pasea su gracia nomás, pero no siente/ el alma de las cosas ni la voz del paisaje". Sin embargo, y a pesar de que el cisne ya parece haberse ahogado varias veces en los ríos de tinta que corrieron después, la poesía de Darío sigue viva. Porque él fue el primero en matar al cisne. "No saber a dónde vamos ni de dónde venimos?, dice el verso que cierra este libro dejándolo abierto. Con este gesto el poeta, antólogo de sí mismo, permite que su obra vuelva a ser leída a nuevo. Y eso es como decir que vuelva a ser imitada. Aun por aquellos poetas que hoy ya están intentando ser .Muy siglo XXI,'.

origen de datos: clarín cultura del 5 de noviembre del 2000

articulo sobre Dario

y una sed de ilusiones infinita