Platon

 

 

el banquete de platon

mari

Por:IVANA COSTA



' Existe actualmente un interés muy marcado en El Banquete de Platon Fuera del ámbito acotadísimo de los estudios clásicos académicos -donde últimamente se dieron contribuciones muy valiosas, como la edición de Christopher Rowe- es seguramente el diálogo platónico más frecuentado, o el más aludido. El psicoanálisis, la llamada historia de las mentalidades, alguna rama de la sociología y cierto sector de la filosofía contemporánea leen El Banquete, pero esta freparece estar relacionada en la mayoría de los casos con la necesidad de acercarse, no al pensamiento de Platon sino al de otros que se han nutrido de él. En general, no es El Banquete por sus valores como obra filosófica o literaria lo que mueve este interés actual sino más bien algo que hay en él y que, se supone, es necesario conocer para poder entender lo que los demás han pensado. En cierto modo, el último libro de Enrique Marí forma parte de esta tendencia.
Aunque el título del trabajo sugiere una labor de exégesis específica y circunscripta al mundo antiguo, y aunque la parte más extensa de las tres que componen el libro está dedicada a desglosar el diálogo, sin embargo El Banquete de Platon El Eros, el vino, los discursos no es un libro sobre Platon ni sobre el universo conceptual en el que se mueve El Banquete. Y esto, no porque vayan a echarse de menos en él las referencias eruditas a los estudios clásicos propias del abordaje académico. El libro exhibe permanente consultas a las interpretaciones de destacados helenistas del siglo XX: Gregory VIastos, Francis Cornford, David Ross, Leon Robin, Anders Nygren, Kermeth Dover, Martha Nussbaum. Marí cita sus posiciones; si es preciso las enfrenta y en ocasiones debate con alguna de ellas. Pero en ese ejercicio, El Banquete no es atravesado, sino sobre todo las lecturas que se han hecho de él.

Marí lee El Banquete con una perspectiva contemporánea que se hace presente ya en la primera línea -"Occidente cuenta con una historia sobre el amor que es el más formidable esfuerzo realizado para hacer manejables las historias del amor"-, que recorre el libro enteramente y que al final, luego de asociar la letra platónica con textos del Marqués de Sade, Saint Simon o Isabel Allende; luego de analizar interpretaciones que de El Banquete hicieron Ke1sen, Freud, Lacan y Foucault, lo lleva a afirmar que Platon ha creado una "formidable máquina homogenizadora de los discursos del amor y de los nuevos discursos de la sexualidad y la ética".
Hay una tesis detrás de esta lectura contemporánea que, cierta o no, es lo más valioso del libro: el discurso sobre el Eros que Platón pone en boca de Diotima debe leerse como tratado de ética. El ascenso erótico planteado allí, que parte del amor a un cuerpo bello, sigue por el amor a las almas bellas y se proyecta más allá de ellas hasta alcanzar la visión de la Belleza en sí, absoluta y plena, tendría como fin "disciplinaC tras su ascetismo racional a los demás discursos y conductas. Teniendo en cuenta, además, que el discurso de Sócrates comienza con un llamado a definir qué es Eros y que, por otra parte, al final del ascenso se llega -según Marí- a la Verdad, esto quiere decir que la identificación de Eros y Saber está al comienzo de este método de disciplinar. Esta operación de sentido está presente -es parte de la tesis de Mari tanto en el pensamiento de Foucault como en el de PLatón
Pero en la base de esta posición hay una serie de ideas supuestas sobre El Banquete (algunas son parte de lo que Marí denomina concepción aceptada") que deberían ser sometidas a examen. Por empezar, se da por sobreentendida la oposición del discurso de Sócrates-Diotima y el resto de los discursos como una oposición entre discurso racional contra discursos emotivos, que apelan a los sentidos y a lo que de sensorial tiene el amor, cuando en realidad se trata de una oposición falsa.
De todos los diálogos platónicos, seguramente es El Banquete el que presenta la más elaborada y atenta unidad dramática. Y en él, la singularidad del discurso de Sócrates-Diotima no está dada sólo por la superioridad que se pretendiera imponer mediante la invocación de la razón, sino por valores estrictamente estéticos. Marí cree ver rasgos emotivos en los discursos que dan Fedro, Pausanías, Agatón, Erixímaco. platon en cambio, los hizo hablar (al fin y al cabo son sus personajes) porque ha creído ver en algunos de ellos rasgos de cursilería, cierta moralina insustancial, el falso saber oculto tras unas pocas lecciones de retórica y la insuficiencia del mecanicismo científico. Es a esto a lo que se oponen, en conjunto, tanto el relato fantástico del personaje Aristófanes como el discurso filosófico de Sócrates-Diotima y la irrupción final de Alcibíades, en la que no faltan los elementos trágicos. Es u una lástima que un estudio tan minucioso -que llegado el caso no se olvida de relacionar El Banquete con Proust, Tolstoi o Manuel Vázquez Montalbán- haya pasado por alto la astucia de Platon como escritor.
En cuanto al análisis de la respuesta propiamente platónica a la cuestión central, Eros, es llamativo hasta qué punto las lecturas modernas y contemporáneas (inclusive la que Marí define como---concepción aceptada" por cierto helenismo) pueden ser capaces de ocultar lo que en el diálogo aparece manifiesto. Afirma Marí que la meta a la que aspiran los que siguen el camino ascendente propuesto por Diotima es una entidad abstracta a la que ,<ni siquiera podemos ver", para la cual la visión, "el más poderoso instrumento de atracción", es "inepta". Esto parece ser coherente con cierta visión habitual del amor platónico como aquel que desdeña los cuerpos y elige en su lugar -por una operación algo delirante de la inteligencia- el amor por lo que no se ve ni se siente. Pero el diálogo dice otra cosa: cuando Platon describe en El Banquete el final -del ascenso, dice que quien llegue hasta la cima "de repente verá (katópsetai~ algo maravillosamente bello por naturaleza; aquello precisamente por lo cual se realizaron todos los esfuerzos anteriores", la Idea de Belleza. Al parecer, la vista no es tan inepta. 0 es que hay una relación mucho más compleja entre esas "entidades abstractas 11 y la visión. Está claro que un libro que se propone rastrear huellas de la filosofía platónica en la ética conterriporánca no tiene por qué dar la solución a paradojas como ésta, que plantean a menudo el pensamiento platónico y su modo de expresión literario. Pero sí debe ser revisado todo lo que se infiere de la supuesta incompatibilidad entre el mundo ascética y el más poderoso instrumento de atracción".
¿Y sí El Banquete no fuera solamente la piedra sobre la que se edificó la moral sexual de Occidente? ¿Y si tuviera algo relevante para decir hoy sobre la insatisfacción del deseo sexual sin necesidad de mediaciones psicoanalíticas o genealogicas? Podría ser que el Eros demonico que imagina platón en El Banquete, hijo de la pobreza (Penia) y del rebusque (Poros), fuera capaz de hacernos repensar el deseo no simplemente como un ascenso de ascética racional, sino como un camino de plenitud existencia¡, no abstracta, vital.
Claro que para llegar a él habrá que ir más allá de las concepciones aceptadas. Estas tienen sin duda su utilidad a la hora de sintetizar y confirmar nuestra visión del mundo, pero al mismo tiempo nos alejan de lo que pueda tener de original y significativo el pensamiento del otro; más cuando ese otro esté sepultado bajo veinticinco siglos de mansa aceptacion.


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