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“Eramos los Picasso, muertos
en vida, encerrados en una trampa de esperanzas humillantes.”
“Tenía necesidad de sangre humana para firmar
sus telas: consumió la sangre
de mi padre, la sangre de mi hermano, la sangre de mi madre, la sangre de mi
abuela, la sangre de todos los que se acercaban a él.”
Marina heredó 400 cuadros y 7.000 grabados
de su abuelo, después de una batalla legal.
Cruel, insensible,egocéntrico, ingrato,
diabólico,indiferente. Así era Pablo Picasso, en opinión de su nieta y
heredera, Marina. A ella le hicieron falta veintiocho años —el tiempo que
pasó desde la muerte del artista español en su villa de Notre Dame de
Vie, en Mougins—, para desahogarse de manera feroz: el próximo 3 de octubre
saldrá a la venta en Francia su libro GrandPer (Abuelo), una larga y
terrible acusación sobre la figura y la personalidad de Pablo Picasso. A lo
largo de sus páginas, y en medio de una vasta adjetivación negativa, Marina
destaca una acusa ción todavía más terrible hacia su abuelo: lo llama
caníbal.
No es la primera vez que se define a Picasso con tanta ferocidad: ya en el
pasado lo había señalado el más prestigioso de sus biógrafos, lohn
Richardson, que además había sido amigo suyo. Ahora la nieta vuelve a la
carga con lujo de detalles y un pro fiando disgusto: “Picasso tenía
necesidad de sangre humana para firmar sus telas: consumió la sangre de mi
padre, la sangre de mi hermano, la sangre de mi madre, la sangre de mi
abuela, la sangre de todos los que se acercaban a él creyendo que se halaba
de un hombre...”
El amor era algo que el más grande de los pintores del siglo XX desconocia.
A pesar de sus numerosas “historias de amor” , o tal vez a causa de ellas,
usaba a las mujeres y luego las abandonaba. Una de esas tantas mujeres, una
persona de una sensibilidad tan extraordinaria como la artista y poetisa
Dora Maar, le dijo una vez: “Nunca amaste a nadie. No sabes lo que significa
amar”. En cuanto la abandonó, la sustituyó por Françoise Gilot. Un día se
encontraron y comieron los tres juntos. Picasso aprovechó la oportunidad
para humillarla. Françoise sólo logró superar esa ruptura traumática con
ayuda de su amigo Jacques Lacan (N. de la R.:psicoanaIista francés que
Sescubrió a Sigmund Freud). “Después de Picasso, sólo Dios”, dijo una
vez.
Pero el artista no sólo actuaba así con sus amantes. Marina, que en la
actualidad tiene cincuenta años y hace tiempo que trabaja para
organizaciones humanitarias que se ocupan de los hijos de las víctimas de la
guerra de Vietnam; recuerda en una entrevista que concedió a Le Figaro el
tratamiento que reservaba a su abuela,Picasso junto a Marina, hija de
Pablo, el primogénito del pintor
Olga Koklova, la bailarina rusa que tanta importancia tuvo en su vida (y en
su actividad artística, ya que la in mortalizó en gran cantidad de retratos
de extraordinario valor). “Humi llada, mancillada, degradada, mi abuela Olga
terminó sus días paralizada, sin que mi abuelo se dignara visitarla ni una
sola vez en su lecho de miseria y desolación. Mi abuela, por supuesto, había
abandonado todo por Picasso: su patria, su carrera, sus sueños, su orgullo,
su vida. Mi abuelo traicionó y destruyó todo.”
Un abuelo insensible con los familiares, hijos o sobrinos que lo buscaban.
“El Sol no quiere que lo molesten’,le hacía decir a menudo al mayordomo.
Sol, Monseñor, Gran Maestro: Picas so se hacia llamar así. Tenía cita a esta
hora? Voy a ver si el Maestro lo puede recibir”, se oía decir del otro lado
de la mirilla. Marina, su herma no Pablo y su padre, Pablo (el hijo mayor de
su matrimonio con Olga) esperaban en la calle, muchas veces bajo la lluvia,y
en la mayor parte de los casos la respuesta era negativa. La transmitia el
mismo mayordomo o la última mujer del pintor, Jacqueline Roque, a
quien conoció a principios de los años 50 (y que ostenta el récord de
retratos dedicados por Picasso a una misma persona: setenta en un solo año,
y más de cien en total).
La vida familiar transcurre entre vejámenes y tragedias. Marina Picasso
recuerda: “Víctima del sadismo y la indiferencia de nuestro abuelo, mi
hermano Pablito se suicidó a los 24 años de edad con una dosis mortal de
lavandina. Fui yo la que lo encontró tirado en e! piso, bañado en sangre,
con el esófago y la laringe quemados, el estómago convulsnado y el corazón
hecho pedazos. Fui yo la que estuvo a su lado durante veintidós días en el
hospital de Antibes, tratando de poner fin a la tortura que perseguía a toda
nuestra familia: éramos los Picasso, muertos en vida, encerrados en una
trampa de esperanzas humillantes
Pero las cosas no terminan con el drama del hermano: “Mi madre —continúa
Marina— llevaba el nombre Picas so como una medalla que la hundía en el pozo
de la paranoia más sombría. Al casarse con mi padre—el primogénito de mi
abuelo—, ella se casó también con Picasso, que la despreciaba. Frágil,
desesperada, desequilibrada, debía conformarse con una modesta pensión
semanal que mi abuelo nos pasaba para poder tener a la familia de su hijo
bajo su dominioy sumida en la miseria”.
Esa actitud posesiva se ratificaría en el curso de toda su vida, tanto con
los familiares como con las amantes. Lo recuerda su propio biógrafo, John
Richardson, cuando habla de la rela ción con su primera amante, Fernande
Olivier: tres años de pasión desenfrenada y luego hielo, “A juzgar por las
últimas obras de su amante, Femande sólo podía deducir que la luna de miel
se había terminado y que Picasso estaba mucho más interesado en su arte --en
aras del cual sacriticaría en última instancia a todas las mujeres de su
vida— que en ella.” En aquella época —1907— empezaba a trabajar en esa obra
revolucionaria que se llamaría Les Demoisdtes d’A vignon. En un momento tan
delicado, “la presencia de Femande le resultaba extremadamente fastidiosa al
artista. A pesar de ello, era demasiado posesivo y celoso como para
dejarla en libertad, de modo que, mientras él trabajaba febrilmente, ella
permanecia encerrada en el caótico estudio del Bateau Lavoir”, el edificio
de Mont martre donde, según se dice, nació el cubismo.
Otra prueba de la ausencia de sentimientos hacia su familia fue la reacción
que tuvo cuando una de sus mujeres, Françoise Giot, publicó en 1964, muchos
años después de su separación, el libro Mi vída con Píccasso que,entre otras
cosas, revelaba los secretos de diez años de intimidad con el artista. El
libro rebosaba de rencor y gozó de amplia difusión por parte de la prensa
francesa. Después de fracasar en el intento de impedir su publicación,
Picasso decidió dejar de ver a los hijos que había tenido con Françoise,
Claude y Paloma, a pesar de que ellos no habían tenido ninguna participación
ene! libro. Los elimino de su vida.Y punto.
Nunca faltaron en el pasado los testimonios críticos de quienes estuvie ion
ceçca del pintor. Pero la acusación de Marina es la primera que procede
directamente del seno de su familia Es el relato de una hereden directa, de
la dueña de la más fkbulosa colec dónde Pjc Marina escribió el libro Grand
pere en su casa deCannes, la villa”LaCalifomie”
ultima residencia del artista, Termina con un deseo, que tal vez sea sólo la
esperaza ilusoria de poder salir de una pesadilla: “Quisiera ser
capaz, un día, de vivir sin este pasado”.
origen de datos:revista Luna
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