PERITO MORENO
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Exploró la Patagonia de punta a punta, luchó por los derechos de los aborígenes, trabajó para ayudar a las clases bajas urbanas y su labor en la cuestión limítrofe con Chile nos permitió ganar miles de kilómetros de terreno» Vida y obra de un personaje que parece inventado por Julio Verne. Francisco Pascasio Moreno, el hombre blanco que descubrió el lago Argentino y dio nombre al famoso glaciar, el que cruzó la Patagonia en barco y los Andes en burro, el que encontró yacimientos fósiles que luego donó a los mejores museos, alguna vez fue un chico. Un chico con problemas para aprobar Geografía. Porque la infancia es un país aparte, y en ese país nos parecemos muy poco a nuestra adultez. Don Francisco, entonces, el célebre científico y explorador que se internó en el Sur hasta ser parte del paisaje, tuvo una niñez que empezó el 31 de mayo de 1852, en Buenos Aires, en una esquina -Paseo Colón y Venezuela- que hoy está llena de graffitti, pintadas políticas y alguna placa recordatoria. Hay varios motivos para recordar a Moreno. Descubrió gran parte de los lagos cordilleranos del Sur (Argentino, San Martín, Gutiérrez), peleó por beneficios para las tribus originarias de la Patagonia, fue negociador y perito en el esablecimiento de los límites con Chile, llegó hasta el Nahuel Huapi, fundó el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. abrió varios centros de educación y alimentación para chicos sin recursos, y cambió una posición económica muy tranquila por la incomodidad, el viento y las enfermedades de una Argentina hasta entonces secreta. UN ADOLESCENTE MUY PARTICULAR Esa inquietud de Moreno hay que agradecerla a su familia. Desde chico fue motivado por Francisco Facundo, su padre. El hombre lo llevaba a la orilla del Río de la Plata y a Palermo a juntar lo que Moreno llamaría más tarde "cosas raras". Esas "cosas raras" le permitieron, a los 12 años, fundar un museo junto a sus hermanos. La sede se montó en el mirador de la casa donde vivían, ubicada actualmente en Bartolomé Mitre y Uruguay, y muchos de los chiches que entonces se exhibían hoy están a la vista en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Y es que el niño Francisco ya tenía el ojo afilado: buscaba reliquias con mirada casi profesional. Tanto es así que Germán Burmeister, un científico alemán radicado en la Argentina y director del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, bautizó a un desconocido armadillo fósil encontrado por el chico- como Dasypus Moreni. En ese entonces. Francisco era un adolescente de 15 años que encaraba tempranamente su primer logro profesional dio su nombre a una especie- y su primera desgracia; su madre, doña Juana Thwaites, murió de cólera. Tiempo más tarde, la epidemia de fiebre amarilla impulsaría al resto de la familia a radicarse en una estancia de Chascomús. Allí, Moreno descubrió un yacimiento de fósiles, entre ellos una caparazón de gliptodonte, y en forma paralela ingresó a una compañía de seguros, fundada por su padre. Este trabajo monótono le sirvió para algo importante: entender que su vida estaba en otra parte, muy lejos de los escritorios. Su padre no sólo aceptó la decisión del hijo, sino que le dio un "empujoncito" voca-cional: para su vigésimo cumpleaños le regaló un edificio de 200 m2, pensado para que pusiera sus colecciones y armara su propio museo. Con apenas 20 años, entonces. Moreno abrió la Sociedad Científica Argentina, un espacio que albergaba tesoros paleontológicos envidiables para la comunidad científica local. SUS VIAJES POR lA PATAGONIA Moreno iba camino de transformarse en un típico personaje aventurero de Julio Verne. Y es que, un año más tarde, hizo su primer viaje a la Pata-gonia para investigar la formación geológica del continente. En el sur del Sur, sin embargo, había mucho más que restos fósiles: había un tenso problema limítrofe con Chile. En Julio de 1874, cuando Moreno tenía apenas 22 años, recibió el encargo del gobierno de reconocer el estado de la zona. Fueron cinco meses de viaje, vida inhóspita, y convivencia con las poblaciones indígenas, a las que Moreno se refería como "civilizaciones anteriores a la actual". Mientras en Buenos Aires los chicos de su edad se preocupaban por conocer mujer y armar la prole, Panchito -así lo llamaban sus amigos- entraba en confianza con el cacique Valentín Sayhueque. Con esas imágenes en la cabeza hizo algunos viajes más. de los que volvió cada vez más envejecido por tanto trabajo montado al hombro. Pero a Moreno le sobraba fuerza para seguir viajando, y a los 23 años volvió a partir rumbo al Sur. Ahí recorrió el río Santa Cruz hasta su naciente, donde descubrió un excesivo cuerpo de agua al que bautizó "lago Argentino" (hoy, el inmenso glaciar ubicado en el lago se llama Perito Moreno). La expedición -bien retratada en su libro Viaje a la Patagón/a Austral- también incluyó el descubrimiento del lago San Martín, el avistaje del Viedma y el del cerro Challen, al que identificó como un inmenso volcán y bautizó con el nombre de Fitz Roy. Progresos y descubrimientos como éstos hicieron que dos años más tarde la Universidad de Córdoba le diera el título Honoris Causa, y que el gobierno lo enviara en 1879 a determinar los límites establecidos por naturaleza entre Chile y la Argentina, y encontrar "tierras aptas para la colonización". Moreno no hizo caso al mensaje colonizador y en vez de imponer la cultura blanca a los aborígenes prefirió explorar la zona del Nahuel Huapi. En ese viaje, mientras "descubría" el lago Gutiérrez, fue tomado prisionero por el cacique Sayhueque. En ese momento se estaba lanzando la Campaña del Desierto, impulsada por Julio Argentino Roca y el general Conrado Villegas. En el territorio hoy ocupado por Esquel, Moreno fue capturado y condenado a muerte. Pero, increíblemente, huyó con dos compañeros en una balsa armada con ramas de sauce. Durante los días de travesía se alimentaron con raíces de junco, hasta que el 19 de febrero de 1880 fueron encontrados por unos militares. A pesar del disgusto. Moreno no se dejó envenenar por el rencor: "Ninguno de los jefes caleufú ha teñido sus manos en sangre de cautivo indefenso -escribió más tarde-. Si pelearon y cayeron, fue defendiendo su suelo. Sayhueque en 1880 fue un leal enemigo, y juzgo al indio puro con su criterio. Defendía su patria. Era dueño de su tierra por derecho divino". Llegó en tren a Buenos Aires, llagado y escaldado por la fiebre. Fue convertido en héroe por el pueblo, pero ignorado por el gobierno, y esa indiferencia lo llevó a renunciar a la comisión exploradora que integraba. Acto seguido se fue a Europa, donde dio varios cursos y conferencias, y recibió una medalla de oro de ^f^ la Sociedad Geográfica de Francia. Í Cuando regresó a la Argentina, encontró cautivos del gobierno a los mismos caciques que lo habían hecho prisionero. Hizo lo posible por defenderlos an te la opinión pública y se ocupó de sus necesidades, mientras se dedicaba a la formación de un museo que sería finalmente inaugurado el 20 de julio de 1885, bajo el nombre de Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Allí tomaría el rol de director vitalicio. EL SACRIFICIO DE UN HEROE Moreno tenía también otras formaciones en mente. La de una familia, por ejemplo. En 1884 -a los 32 años- se casó con una niña de 17: María Ana Várela, "Menena" para los amigos, nieta de don Florencio Várela A lo largo de 12 años tuvo con ella siete hijos, tres de los cuales murieron en los primeros años de vida. Los cuatro restantes fueron protagonistas de una epopeya descabellada: cuando el problema limítrofe con Chile estaba en su momento crucial, y Moreno había sido nombrado perito por el gobierno, Menena decidió cargarse los cuatro crios al hombro y acompañar a su marido en viaje a través de la cordillera, a lomo de muía. Un año más tarde, Menena murió de fiebre tifoidea. Tenía 29 años y dejaba a Moreno viudo y con cuatro hijos en plena infancia. El hombre, a pesar de la amargura siguio trabajando en el arbitrtaje con chile y durante un viaje a londres deja a sus hijos pupilos en un colegio. Aquella decicion tuvo su recompensa: un laudo arbitral le permitio a la Argentina-retener 42 mil kilómetros cuadrados de tierras que el perito chileno atribuía, lógicamente, a Chile. Como contrapartida, el festejo vino acom- panado por una desgracia: Florencio, su hijo de nueve años. murió. Eso sí: el pueblo esperaba a Moreno como a un héroe. Tanto que el gobierno agradeció sus gestiones otorgándole 25 leguas de tierras fiscales a elegir por él en Neuquén o al sur de Río Negro. De ese terreno, sin embargo. Moreno donó 7.500 hectáreas para que se al-i zara el primer Parque Nacional argentino: el Nahuel i Huapi El terreno restante también fue vendido, y con ei dinero obtenido abrió comedores escolares para 200 chicos -entre ellos e! Patronato de la Infancia-, y creó guarderías infantiles en barrios obreros. Moreno tenía una actitud militante en favor del pueblo. Y esa forma de pararse frente a la desigualdad social lo llevó a renunciar a la dirección vitalicia del Museo de La Plata. : por estar en desacuerdo con su anexión a la Universidad: i como en esa época el acceso a la educación superior era sólo para las clases pudientes. Moreno temía que el museo se transformara en un ámbito de élite y no una ¡nstitu-i ción popular. Por causas como éstas luchó también a partir de 1910, cuando fue elegido diputado nacional. Desde su banca impulsó leyes para promover los estudios científicos y defender el patrimonio natural del país.A pesar de tanto ímpetu, la respuesta económica no fue igualmente enérgica: Moreno murió el 22 de noviembre de 1919, sin dinero y con un gobierno nacional que -a diferencia del interés mostrado en otros países- no estuvo presente en los homenajes. Su nieta recordó alguna vez que su abuelo falleció triste y sintiéndose un inútil. Entre los tantos papeles hallados en su mesa de trabajo había uno que decía: "¡Cuánto quisiera hacer, cuánto hay que hacer por la patria! Pero ¿cómo, cómo? ¡Tengo sesenta y seis años y ni un centavo! ¿Cuánto valen los centavos en estos casos... ? Yo que he dado mil ochocientas leguas a mi patria y el Parque Nacional (...) no dejo a mis hijos un metro de tierra donde sepultar mis cenizas". Después de varias idas y vueltas, su cuerpo fue enterrado en la isla Centinela, ubicada en el lago Nahuel Huapi que él tanto recorrió. En el mismo sitio están Menena y Eduardo. uno de sus hijos. Hoy, las embarcaciones que navegan frente a su costa hacen sonar las sirenas. Como si alguien, allá al fondo, estuviera escuchando. • |