por.
DANIEL MOLINA
No es
extraño
que los artistas realmente grandes sean incomprendidos por los críticos
de su época, pero en el caso de Oscar Wilde el
malentendido fue excepcionalmente largo: duró casi un siglo. Hasta
hace poco, salvo la devoción de un puñado, la mayoría de la crítica no
creía que la obra del escritor irlandés fuese
digna de consideración. Uno de los argumentos más usados para
descalificarlo afirma que Wilde (a diferencia de Goethe, Flaubert o
Proust) no produjo ningún gran libro. Por "gran libro" se
quiere decir . un libro grande": es decir, un texto voluminoso, que
parezca haberle costado mucho trabajo a su autor y que hasta un ignorante
‑sobre todo, un ignorante pueda considerarlo pro". La
obra de Wilde carece notoriamente de semejantes libros. Es más, su estilo
está en las antípoda de esa forma de ver el arte: es la manifestación
más tangible de la felicidad. Escribio solo una novela, El retrato, de Dorian Gray, pero ella fundó
uno de los pocos mitos actuales que tienen la estatura de los que nos legó
la Antigüedad. Como don Juan (el otro
mito
moderno), Dorian,Gray es el hijo de nuestra época; sin embargo, la forma
en que Wilde narra la historia de un hombre capaz de vender su alma para
conservar la belleza es tan perfecta que suena a clásica. Al leerla
sentimos, erróneamente ,que todo el trabajo del autor consistió en
rescatarla del fondo inagotable de la cultura grecolatina. Incluso, hay
una legión de artículos académicos que testifican sobre la
existencia de fuentes en las que Wilde pudo encontrar semejante historia,
pero lo cierto es que no hubo un Dorián Gray antes del de Wilde. El tema
era tan nuevo y la forma de tratarlo tan original que no sólo hubo una
larga serie de inconvenientes
que casi impidieron que la novela se publicase, sino que una vez publicada
fue difícil lograr que llegase al público: muchos libreros se negaron a
venderla (por ejemplo, uno de los libreros más importantes excusó su
negativa a venderla diciendo que era "un libro asqueroso").
Cuando finalmente vio la luz en abril de 1891, El retrato de Dorian Gray
provocó un impacto prodigioso: desde hacía mucho tiempo, Gran Bretaña no se sentía sacudida de semejante manera por una obra de arte. Todo
el mundo hablaba de ella. Se la debatía en los clubes ,en los salones, en
la prensa y en los colegios de las universidades. Para los jóvenes era el
libro que inauguraba una nueva forma de hacer literatura y los
conservadores lo consideraron poco menos que la 'encarnación M
Anticristo. la novela era tan descaradamente moderna que. indignó a los
moralistas, pero era a la vez tan exquisitamente equilibradaen sus
desbordes que parecía eterna, hasta anticuada. Wilde no respetó nunca la
tradicional división en géneros. Sus relatos y sus obras teatrales no
renuncian a exponer ideas. Casi todos sus ensayos (la excepción es El
alma M hombre bajo el socialismo) recurren al diálogo para presentar su
posición: esos diálogos van acompañados por acotaciones escénicas, lo
que los asemeja a los escritos dramáticos. "Me temo que la, novela
que estoy escribiendo es como mi propia vida: todo
conversación y nada de acci6n. No puedo describir la acción: mis
personajes se sientan y charlan", le escribió a una amiga, Beatrice
Hallasen, mientras estaba trabajando en EI retrato de Dorian Gray. Esa
falta de respeto por los límites ,de los géneros es uno de los rasgos de
su exilo, que lo hacen más moderno: para el lector actual, Wilde es un
contemporáneo.
Como Borges, Wilde parece monótono. A través de poemas, narraciones,
obras teatrales y ensayos apenas si habla de otra cosa que del
esteticismo, del arte por el arte y de una nueva moralidad, fundada en
la belleza y la alegría. Pero, a la vez, pocos escritores son más ricos:
no sólo cada una de sus obras es extremadamente compleja,‑sino
que casi cada frase inicia una nueva .forma de pensar. Wilde apabulla al
lector con tal acumulación de frases geniales, ocurrentes, fantásticas
que puede llegar a parecer meramente divertido: se llega a perder el
sentido y se deja de entender lo que se está leyendo. Wilde es de esos
escasísimos escritores que son mejor entendidos y más disfrutados en
la tercera relectura que en la pureza impresión, aunque es difícil que
el lector no se fascine con su obra ya desde el prímer párrafo. En los números de julio y septiembre de 1890 de
la revista Ninettenth Century apareció El crítico como
artista. En este ensayo Wilde expone por primera vez de manera sistemática
‑si es posible decir que el aforista Wilde ‑puede ser sistemático‑
su estética y su ética. Todo el libro es una declaración de
independencia de Wilde respecto de las teorías de Whistler, de Gautier y
de cualquiera‑de los demás decadentistas y esteticistas. Gautier
había escrito: «No había crítica de arte bajo julio II",
queriendo demostrar que en los momentos de gran vitalidad y renacimiento
artístico no hay pensamiento crítico. Whistler había adoptado esa idea
sin conocer su origen y la repetía por todas partes. En el
inicio
de El crítico como artista, Wilde pone en boca de Ernst, el personaje que
repite los saberes convencionales, una idea semejante.‑ "En los
mejores días del arte no había críticos de arte". Esa afirmación
es respondida tajantemente por Gilbert (alter ego de Wilde)¡ "Me
parece haber oído esa observación antes, Ernest. Tiene toda la vitalidad
del error y el tedio de un viejo amigo. Por el contrario, los griegos eran
una nación de críticos de arte». A partir de allí comienza una de las
exposiciones más célebres contra las ideas vulgares respecto del arte,
de la vida y hasta de la historia.
Contra la idea romántica que dice que el arte es un desbordamiento
espontáneo de sentimientos profundos, el crítico como artista afirma que
es un proceso extremadamente consciente: «Toda la mala poesía proviene
de sentimientos genuinos», dice Gilbert Lo que impide a la creación ser
repetitiva es la facultad crítica, que siempre genera nuevas formas.
Según Richard Élmann (el más interesante de los biógrafos de Wilde),
la reflexión de Yeats sobre la máscara deriva de El crítico como
artista. Contra la idea de Matthew Arnold (influyente profesor de Oxford),
que afirmaba que la verdadera función de la crítica es ver el objeto tal
como realmente es», en el ensayo de Wilde, Gilbert propone que la
crítica vea el objeto "como realmente no es". De esa manera el
crítico se libera de la subordinación en que se lo quería encasillar:
Wilde no se opone a que un crítico pueda explicar un libró o un cuadro,
pero él prefiere que "en vez de aclararlo, ahonde su misterio".
Como «la vida es un fracaso", Gilbert cree que el crítico está
"cada vez menos interesado en la vida real, y trata de lograr sus
impresiones directamente de lo que el arte ha producido". La
estética no necesita de la acción, ya que la belle
la
estética es. superior a la ética,
porque. pertenece "a una esfera más espíritu. Como el arte y la
crítica (que abren la mente a nuevas posibilidades), también el pecado
es un elemento «esencial al progreso humano". En su defensa del
pecado, Wilde dice que "por su curiosidad, el pecado aumenta la
experiencia de la raza, mediante su individualismo intensificado, nos
salva de la monotonía de lo típico; en su rechazo de las
ideas‑corrientes sobre la moralidad, coincide con la ética más,
elevada". Le parece que no asuinir riesgos equivale a no vivir. Por
eso propone, como haría lean Genet medio siglo más tarde, una analogía
entre el artista y el criminal. Pero, a diferencia de Genet, Wilde creía
que, debido a que el artista no necesita
actuar, su lugar es superior al del criminal
("que está condenado a la acción, casi como un trabajador
manual").Para Wílde toda idea es siempre peligrosa, pero en El alma
del hombre bajo el socialismo lleva esa posición al extremo: es su obra
más subversiva. No hay en ella una frase que no sea, a la vez,
espléndida e inquietante: Borges dijo que este libro no sólo es
elocuente, sino que además es justo. Mientras que El crítico como
artista hablaba del pasado y del presente, El alma M hombre bajo el
socialismo está dedica‑' do al futuro La idea en que se basa este
formidable ensayo ya había sido enunciada en "Humanidad", uno
de los primeros poemas de Wilde. Al referirse a la desdicha que padece un
joven pagano, Wilde El ensayo comienza exponiendo esta paradoja: la mayoría de la
gente no puede dar lo mejor de 'sí porque vive desperdiciando sus energías
en aquellos que sufren. Sólo el socialismo puede liberamos de la piedad
:Esa liberación permitirá que cada "uno pueda expresar lo mejor de
sí. Los pobres tienen razón al despreciar la caridad porque los
embrutece aún más. Pedir limosna corroe el alma, por eso los miserables
tienen derecho a robar: "Recomendar el ahorro a los pobres es a la
vez grotesco e insultante. Es como aconsejar el ayuno a un hombre
hambriento‑. Tampoco se puede dignificar la vida a través del
trabajo manual: "No hay absolutamente nada que sea necesariamente
digno en el trabajo manual. la mayor parte de él es absolutamente
degradante».En cuanto al tipo de socialismo del que está hablando, Wilde
es muy claro al afirmar que se opone al autoritarismo, ya que un
socialismo autoritario sería aún peor que el presente estado de cosas.
Esclavizaría, a toda la sociedad en vez de Solamente a la parte que ahora
está sometida. Wilde se alegra de las consecuencias que tendría el
triunfo de un socialismo libertario: la desaparición de la propiedad, de
la familia, del matrimonio y de los celos. Esa nueva sociedad permitiría
que cada persona fuera un artista. Su modelo de artista es Cristo, pero un
Cristo que enseña, como Nietzsche, que lo más importante es llegar a ser
uno mismo. Los artistas encarnan siempre una fuerza perturbadora, ya que
buscan constantemente nuevas experiencias. Por eso, para ellos el mejor
gobierno es una ausencia de gobierno: Wilde se a
cerca así más al anarquismo ‑que también Borges admiraba, que al
socialismo. Una vez que desató la máquina subversiva, Wilde la detiene.
Uno de los párrafos más. gloriosos
de El alma del hombre bajo
el socialismo (Joyce lo
admiro hasta el plagio: en el Ulises lo parafrasea por boca de Stephen
Dedalus) es la que habla de los tres despotismos: "Hay tres clases de
déspotas. El déspota que tiraniza el cuerpo, el déspota que tiraniza el
alma y el déspota que tiraniza el cuerpo y el alma a la vez. Al primero
se lo llama Príncipe. Al segundo se lo llama Papa. Al tercero se lo llama
Pueblo". Para oponerse a estos tres déspotas, Wilde cita el ejemplo
de Cristo. Pero Cristo tiene una limitación: exalta el dolor. Por eso no
es en el cristianismo donde Wilde encuentra el modelo de un mundo nuevo,
sino en un nuevo helenismo, que mezclaría el espíritu de la cultura
griega con la exaltación del individuo que Wilde ve en el cristianismo:
en ese nuevo helenismo el arte y la vida podrán alcanzar su objetivo
final, que es la alegría. La estética de Wilde termina convirtiéndose
en una ética de nuevo tipo. Incluso hay una escena en El retrato de
Dorian Gray que prefigura esta conversión. Uno de los personajes declara
que daría cualquier cosa con tal de poseer un alma bella y otro le
responde: "Es una buena base en la que fundar una nueva ética".La
belleza y la alegría como móviles de la vida son el sueño de un
artista, no el de un político: El alma del hombre bajo el socialismo es
una utopía que no le exige a nadie que se sacrifique por ella. Como el
artista debe ser capaz de expresarlo todo, el arte es siempre disidente y
peligroso. Wilde dice que la sociedad cristiana se basa en el odio y que
usa la religión para legitimar su resentimiento: ningún político se
atrevería a decir algo semejante. El arte no sólo es el territorio de la
alegría, para Wilde también es la patria de la libertad. Y ser
desaforadamente libre se suele pagar caro. Wilde lo supo como pocos.
Prologo el alma bajo el socialismo >que acaba de ser editado por los
libros del rojas
nota del clarin cultura del 19 de novienbre del 2000
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"LA
FALTA DE
RESPETO
QUE
WILDE TIENE POR LOS
GENEROS
ES
SU RASGO
MAS
MODERNO."

PARA WILDE TODA IDEA
QUE MEREZCA ESE
NOMBRE DEBE SER ,
SIEMPRE PELIGROSA.
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