JULIO CORTAZAR

POR:GRACIELA SPERANZA

 

Es probable que muy pronto la eva­nescencia virtual del correo, electrónico convierta el género epistolar en reliquia del pasado. Los sobres vía aérea, la periódica visita al correo y la ilu­sión de la respuesta en manos  del cartero quedarán en el recuerdo como rituales ar­caicos dela comunicación a distancia. El epigramático email reemplazará a su an­tecesor artesanal, la Carta y un conjunto aséptico de elemento ' s enviados librado a la memoria errática de 1 5; máquinas hará incierto el futuro de los. Epistolarios. llegado el caso, entre los últimos gran­des cultores del género recordaremos al escritor argentino julio Cortázar. Los tres volúmenes de correspondencia editados por Aurora Bernárdez  que  acaban de publicarse componen su obra más personal y 'desmesurada: mil ochocientas páginas de cartas escritas a lo largo de cuaren­ta y seis años. La monumentalidad del conjunto, conviene anticiparlo, no debería intimidar a los lectores; los tres tomos se leen  como una larga novela por entregas ,un epilogo póstumo a su obra litera una Una autobiografía y un diario. La atención, interesada del lector de sus ficciones compete con la del simple curioso de vidas y, cualquiera sea el impulso, una carta lleva a la otra con el frenesi adictivo del folletín. Es cierto que conocemos el argumento central, algunos episodios y el fin de la historia, pero el que escribe todavía no los conoce y la correspondencia acompaña la progresión azarosa de una vida y una obra en marcha. A diferencia‑de las autobiografias, escritas con la distorsión del recuerdo configurado por el tiempo, las cartas recuperan la inmediatez del presente y regalan la intimidad que Cortázar ha confiado a  sus destinatarios. La historia la segunda guerra mundial, el peronis mo, el mayo francés, la revolución cubana, la muerte del Che, el proceso militar argentino, Nicaragua, la vuelta a la democracia‑ vuelve como un rumor de fondo que encuadra el relato. No sorprende que ya en la primera carta, escrita en Bolívar en el 37, Cortázar imagine el comienzo de una larga serie y busque conciliar allí Ia veracidad y la llaneza» sin las mediaciones de la ficción ni la impostación del estilo. "Odio las cartas literarias", escribe y la correspondencia es desde entonces un ríto aledaño a la literatura, "una consagración tan atenta como la labor esencialmente creadora" pero más desnuda, la consecuencia natural de la distancia. Transterrado por necesidad al interior del país, o más tarde a Paris por vocación, Cortázar cultivó desde muy joven una forma personal del exilio y encontró en la literatura un modo de estar de este lado y también del otro lado. Hizo del pasaje fantástico entre un lado y otro el tema central de sus relatos, y las cartas, se diría, son la versión realista del tránsito. «Es en estos días en que comprendo la fortuna que llevan en su alma los verdaderamente aventurero?, le escribe a Luis Gagliardi en 1940. 'Un Eugenio O'Ñeill que conoce las cuatro esquinas del mundo ( ... ) La libertad absoluta, él disponer de sí mismo para vivir y para morir; el negarse a la dependencia, a hundir la raíz en algo que obligue más tarde a permanecer estable, atado y fijo (...) Yo he comprendido, amigo, que no soy julio Denis, yo soy solamente. una cifra mensual, que debe llegar a manos de una familia que depende enteramente de mí.» Y diez años más tarde, a Fredi Guthmann: "Tengo la nostalgia europea, incesantemente; si pudiera irme lo haría sin vacilar (...) me elijo europeo, y me siento un cobarde por no cumplir la elección". Entre una carta y otra, Cortázar convier te el deseo de otra vida, otra lengua y otra patria en propedéutica del pasaje. Son los años de la docencia secundaría y universitaria, y encerrado en piezas de pensión en ‑Bolívar, Chivilcoy, Tucumán, Mendoza, lee a los clásicos y a los contemporáneos con voracidad y disciplina monástica ("me hundo en lecturas agotadoras, acabo en una tarde libros de, 250 páginas"), aprende alemán para leer a Rilke ("la lucha duró tres años menos tres meses y tengo la satisfacción un poco vanidosa de decir que no conté con aliados"), completa la encidopedia de música clásica y escucha todo el jazz en onda corta, escribe poemas y cuentos ( «¡Son rnalos), se diploma de, traductor publico de ingles y frances y en el 51, con una beca a Paris encuentra por fin la ocasión de emprender el viaje sin retorno. Antes, como un rito de iniciación, publica Bestiario. La última carta que está fechada en Buenos Aires anticipa la herida perdurable del salto y prefigura la batalla firme de su literatura Contra la Gran Costumbre . «Es. en estos` días ‑le escribe a Fredi Guihman‑ en que uno, convencido siempre de su libertad, descubre hasta qué punto estaba metido en la tela de araña, atrapado por mil pequeñas y grandes cosas que hay que ir despegando cuidadosamente, y que duelen como una lastimadura cuando se empieza a levantar despacito la venda". Antes dé irse quema cartas y fotografías viejas, vende su discoteca de jazz empezada en 1933 ("doscientos discos de primera línea") y se lleva, entre la ropa, un solo disco, un viejísimo blues, Stack OTee Blues, que le guarda "toda la juventud". Unos años más tarde, escribirá en París "El perseguidor", 'Tartas de mamá", Rayuela y "El otro cielo", bisagras ilusorias entre Buenos Aires y París que hacen posible el vaivén entre dos mitades desgajadas que la cultura y la vida han separado irremediablemente. Del otro lado, la inmovilidad provinciana ("vivía verticalmente, en cruz con la pampa") se convierte en vértigo de viajes; las vacilaciones de los comienzos en obra consumada. El mapa original de Bestiario se afianza en la madurez de Final de juego o Las armas secretas, el cuento abre paso paso a la ambición más alta de la "antinovela" y la simpatía por la revolución cuba na, más tarde, se hace‑causa. La traducción financia el gasto improductivo de la e ficción y hace posible la experirnentación Li de largo aliento: Rayuela, 62 y Modelo para armar. Desde marzo de 1960, las cartas a Paco Porrúa, su editor en Sudamericana, son hoja de ruta exaltada del‑fenómeno Cortázar y el testimonio conmovedor de una amistad extraordinaria. Es posible releer allí casi toda la obra cortazariana antes y después del libro, esbozada en primeros apuntes, alentada por la fe irreductible de    Porrúa que lee los originales, los comenta, los convierte en libro, decide en las prue­bas finales, envía a París la obra terminada,los derechos de autor, las criticas y es­pera con ansiedad la próxima. Poco a poco, la celebridad, las traducciones, las adapataciones cinernatográfitas, el boom y más tarde la militancia en la causa cubana amplían la lista de destinatarios, pero nada afecta el rito de las cartas largas a los amigos de: siempre, los traductoreal. los primeros críticos. Aunque sabíamos ya de la integridad' moral de Cortázar, las cartas revelan una..~ disciplina cotidiana inquebrantable: una,‑negativa decidida a distraerse en la feria de vanidades de la 'vida literaria y una asignación severa del tiempo a lo que de veras cuenta. Con excepción de la Casa de las Américas en Cuba, Cortázar rechaza toda invitación a congresos, mesas redondas, reuniones internacionales, entrevistas; («si las hubiera aceptado ‑le escribe a Tomás Eloy Martínez‑ Rayuela ,estaría aun en
manuscrito"), pero dedica dos meses a la edición mejicana de Paradiso de Lezama Líma, por ejemplo, para depurar de errores y ambigüedades la novel del amigo. Declina el honor de una recepción en la embajada Argentina con motivo de la apa­rición de Rayuela. en francés ("una especie de revancha contra tanto rastacuerismo y tanta idolatría al botón"), pero responde la carta de un alumno de secundario que, a pedido de un profesor, ha recorrido Bue­nos Aires buscando la casa real del cuento 'final de juego" ("Esa casa no existe», le escribe. "En todo caso la vida esÍ siempre
un poco eso, buscar cosas que no existen. Quizás, buscándolas, las creamos ,las  sa­camos de la nada y ademas !quien nos quita el paseo?"). Detesta la ligereza: ante, la sugerencia de un corte para la publicación de un cuento en la revista Arnéricas defiende en una carta antológíca la integridad del texto literario; revisa y comenta con atención obsesiva las pruebas, las traducciones, las adaptaciones de sus cuentos,la correspondencia con  Manuel Antín es un largo ensayo sobre la narración cinematográfica); comenta sin concesiones las obras ajenas aunque el otro sea Antín, Lezama, Vargas Llosa o García Márquez; argumenta por extenso en las polémicas; evalúa una y otra vez la posición frente a la revolución cubana; llama en la última carta, en diciembre de .1983, a edificar la democracia Argentina sin euforia irresponsable. "Mi vida entera podría ser trazada leyendo las cartas que llevo escritas», profetizó en una carta de 1941. Y aunque sus lectores encontrarán hasta allí y en las mil setecientas páginas que restan cientos y cientos de referencias a la obra literaria, es sobre todo la figura íntima del escritor la que crece en la lectura. Más allá de otros méritos indiscutidos, la grandeza excepcional del hombre que escribe. Cartas 'explica sobradamente el fervor cultual del cortazarismo.                       

origen de datos: clarin cultura del 19 de noviembre del 2000

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JULIO CORTAZAR

 

"Una CARTA LLEVA A LA OTRA CON EL FRENESi ADICTIVO DEL FOLLETIN

 

 

 

"SU DISCIPLINA INCLUIA NEGARSE A PARTICIPAR En LA FERIA DE VANIDADES