SARAMAGOSARAMAGO

 

JOSE SARAMAGO

FRAGMENTO DE LA CAVERNA

POR.ASCANIO CAVALLO

 

Cuando recibió el Nobel dijo que necesitaba un tiempo para acostumbrarse a la idea. ¿Se acostumbró ya?

  ~‑Más o menos. A veces tengo que decirme a mí mismo‑ «Que no se te olvide que te han dado un premío» A esto parece una postura de alguien muy humilde, y no soy tan humilde como a veces se cree, pero tampoco soy orgulloso, como otros dicen. Pero llevar a esta edad, sin haber tenido en Algún momento de mi vida la ambición de llegar a esto... Yo he vivido mis días, cada día, en su momento, su hora, su trabajo, su responsabilidad. Como la vida de casi todo el mundo, que nace, vive, crece, trabaja y llega un momento en que se va, sin dejar nada. Podría haber ocurrido eso, sobre todo porque nací en una familia que no tenía nada. Mi madre no sabía leer, mi padre sí, pero no era un águila, y mis primeros libros los compré a los 18 años, aunque había leído muchísimo en las bibliotecas públicas. Por lo tanto, todo en mi vida podía apuntar a algo, pero no al Premio Nobel.

  ‑De ahí la frase "no he nacido para esto»...

  ‑Es cierto que uno no nace para el Premio Nobel, como tampoco nace para esto o para aquello. Aunque hay millones y millones de personas que cuando nacen ya saben para lo que nacen: para la miseria. Podría haber sido mi caso, porque nací en un pueblo humilde, en una familia de pastores, rural, y no recuerdo que alguien más de mi familia supiera leer. Lo que sí recuerdo es haber dicho, cuando tenía 17 años o algo así, "me gustaría ser escritor". Pero nadie en ese momento me daba la mínima seguridad de que eso podría ocurrir, y ocurrió. Y sucedió al contrario de‑lo' que es una superstición moderna: que a partir de los 35 uno ya entra en la vejez. Quizá valga la pena recordar que Verdi compuso el Fausto a los 90 años y yo he tenido el premio Nobel a los 76. Entonces, haced el favor de no menospreciar a los mayores, porqué tienen mucha experiencia, han trabajado mucho, han sufrido, han sentido, han reflexionado mucho y mientras no llegue el alzheimer seguiremos trabajando.

  Pero esta  es todavía una declaración infantil.”quiero ser escritor”¿cuándo realmente decidió que era su vocación?

  -Realmente era un poco infantil, También quería ser maquinista  de tren porque me ilusionaba mucho la idea de conducir un tren y llevar atrás 400 o 500 personas bajo mi responsabilidad. Pero, bueno, a los 23 o 24 años escribí una novela que se publicó en 1947, ni buena ni mala. Y afortunadamente me di cuenta de que no tenía mucho para decir y dejé de escribir durante 20 años. La parte más importante de mi trabajo literario empieza en 1977, con el Manual de pintura y caligrafía y en 1982 con Memorias del convento, la novela que me abrió las puertas al conocimiento internacional. Así es que ‑lo llego a los 60 años, es decir, cuando casi todos los escritores tienen su obra concluida o muy adelantada. Soy un escritor mayor de la nueva generación.

  ‑¿Esto implica una cierta lección para los escritores jóvenes?

  ‑Sobre todo a los que se desesperan, que piensan que a los treinta y algo todo se acabó, que a partir de entonces ya nada vale la pena. Se equivocan tremendamente. Mientras la cabeza funciona, da igual tener 80 o tener 14.

  ‑¿Cómo nace su literatura, de qué punto arranca? Cuesta imaginar cómo emergen sus mundos, estas fábulas interiores.

  ‑La verdad es que a veces tengo algunas dudas sobre si soy realmente un novelista. A lo mejor escribo novelas porque no sé escribir ensayos... Si no tengo una idea fuerte, no escribo. Cuando termino una novela, no tengo nada más para escribir. Se me presentó una idea, la desarrollé en la historia, y luego me quedo esperando. Al contrario de Balzac, que tenía un método de novela muy claro. Me quedo esperando hasta que otra idea aparezca. Y puede aparecer de las formas más insospechadas. La balsa de piedra apareció en una conversación con un periodista que hablaba de los portugueses que emigran y que después quieren volver a su tierra. Este fue el embrión de una situación de ruptura y de separación, en que el inmigrante se va y queda su recuerdo. Y esa cosita, que no tiene nada de trascendente, se convirtió en la separación fisica de la península ibérica como una balsa de piedra transformada en una isla entre África y América. El evangelio según Jesucristo, por muy extraño que parezca, nació de una ilusión óptica, lo que es increíble porque yo no tenia ningún,, motivo para ponerme a escribir una vida mas de Jesucristo. En Sevilla, en un quiosco de revistas, vi ese título‑ en portugués. Seguí adelante y luego me paré: «Bueno, esto no existe,`es un disparate". Volví, y el título no estaba ni en latín, ni en griego, ni en portugués, ni en español, ni nada. Lo que trato de decir es que no estoy buscando ideas para novelas. Espero que se me impongan como algo en que yo presienta que está el tema que necesito. La última novela, que salió ahora en diciembre, La caverna, nació de un inmenso cartel que anunciaba un centro comercial nuevo.

  ‑Y termina refiriéndose a Platón...

  ‑Es inevitable, porque creo que nunca hemos vivido tanto en la caverna de Platón como ahora. Platón escribió ese mito para nosotros, aunque no lo supiera. Ahora estamos viviendo en su caverna, confundiendo imágenes con realidad.

  ‑Y una vez que la idea se impone, ¿se impone también la novela? Porque muchas de ellas están construidas como laberintos hacia adentro, con personajes que se interrogan a sí mismos.

  ‑Escribo como un árbol, que nace * y cre­ce y no dice: "Me equivoqué, tengo que volver atrás". No es que no me equivoque, sino que lo que tengo que corregir lo corri­jo allí.

  ‑Es curioso que con ese método produzca el efecto de túnel en el que parece que escritor y lector se van internando y que se va poniendo cada vez más complejo y denso.

como Historia del cerco de Lisboa. Yo creía que tenía tres niveles narrativos, y un profesor argentino encontró siete. Y tiene razón.

  ‑La Academia sueca destacó cierto rasgo profético en algunos de sus libros...

  ‑Lo que pasa es que soy, no sé si por fortuna o por desgracia, una persona que se preocupa. Me dicen: "Para qué se preo­cupa, tiene el Premio Nobel, salud, su ca­sa". Pero no tengo remedio: me preocupo porque encuentro que el mundo es un de­sastre total. Por eso no repito temas, no vuelvo atrás, no aprovecho algo que se quedó atrás para desarrollarlo. El día que no tenga nada más para decir, le aseguro que me callaré. La verdad es que aunque no creo en el escritor como una especie de misionero, que tiene que andar por ahí pregonando, para mí es un ciudadano. Tiene la obligación, la suerte y la respon­sabilidad de escribir y lograr más o menos, que lo lean.

       ‑Usted dice que no vuelve sobre sus temas, pero cuando se lee un libro de Saramago se encuentra exactamente lo que se espera. Un mundo, un universo,  una manera de ver las cosas. ¿Quiere decir que no son cosas deliberadas?

  Mire, soy tan bárbaro, que sostengo que el narrador no existe. Que es una invención de las universidades. El narrador es un personaje más, de una historia que no es suya. Lo que quiero decir es que efectivamente mi lector sabe que el que está allí hablando con él, no es un narrador impersonal, sino yo, que tengo todo que ver con lo que narro. Y cuando todo esto se acabe y la obra esté terminada, cualquier lector, en cualquier parte, podría decir: "He leído la vida de este señor y lo conozco». Es lo que quiero.

  ‑Harold Bloom dice que toda literatura es una lucha contra otros escritores, anteriores. ¿Con qué modelos lucha usted?

  ‑Estoy de acuerdo en muchísimas cosas pon Bloom, pero en ésa no. Si uno ha leído mucho, no puede, y creo que no debe, elegir un escritor que haya influido más en su propia obra, porque de todos recibimos algo. Pero si no habláramos de influencias, sino de referencias, entonces mencionaria a Kafka, montaigne, Cervantes y un padre jesuita portugues que no

escribió más que cartas y sermones, Antonio Viera. Son mis referencias, no diría tanto literarias. Son como los parientes, aunque a lo mejor no me aceptarían. Lo siento muchísimo, pero como están muertos, no pueden negarme.

  ‑En su literatura uno distingue por lo menos dos ámbitos grandes de preocupación: la historia y la identidad. Son unidades bastante distintas. ¿Dónde halla la conexión?

  ‑Bueno, la dimensión de una historia sólo aparentemente es más grande que otra, porque la parte es igual al todo. La apreciación que Í tengo de los hechos históricos tiene que ver con mi propia subjetividad. El mundo exterior no es más grande que el mundo interior. Hay que tener mucho cuidado, porque la historia ha sido siempre una selección de hechos. No quiero decir que sea una falsedad, pero es una amputación. A los 17 o 18 años yo iba mucho a la ópera de Lisboa. Se preguntará: ¿no tenía libros, pero iba a la ópera? Lo que pasa es que mi padre conocía a un portero del teatro y cuando la función estaba por empezar, me ponía al lado de la puerta y el portero me permitía subir hasta el "gallinero". En la parte superior del palco real había una corona, que vista del lado del público aparecía en todo su esplendor, uña cosa magnífica. Pero la corona no estaba completa, no era más que una fachada: tenía sólo tres cuartas partes y era hueca. Adentro tenía telarañas, e incluso alguna colilla republicana. Nosotros sabíamos la verdad de la corona porque estábamos del otro lado. Cuando estás del otro lado, a veces no tienes más remedio. Pero si a partir de un momento determinado de tu vida puedes empezar a dar vuelta a las cosas, entonces sabrás más. En el fondo se trata de saber que ha pasado , porque la historia siempre se escribe desde el punto de vista de los vencedores.
-El protagonista de Historia del cerco de Lisboa cambia el texto de la ro de pronto uno advierte que no busca sino  su propia identidad. 

-Sí, porque hay una palabra que es la más necesaria, siempre, y sobre todo ahora: no. Hemos perdido la capacidad de indignarnos, de protestar, porque siempre tememos por el día dé mañana. 

-De hecho, lo que ese personaje agrega es una palabra "no". -Está revisando el libro de un historiador y se indigna con la falsedad de los do- 
cumentos. Y decide, contra lo, que es la norma de un corrector de imprenta, introducir un no: eso es poner la historia al revés. En el fondo, tratar de dar la vuelta ala corona para ver lo que está detrás.

-Sus textos con frecuencia sugieren que la búsqueda de sí mismo pasa por buscar a los otros.

-Sí, a través de los otros, aunque sea un poquito más complicado. Estoy consciente de que-.Yo he simplificado, porque no estoy seguro de que sea posible, Sabemos que -eso que llamamos la introspección, no es ni más ni menos que un espejismo, porque uno solamente mira lo que quiere mi
rar. Claro que otras culturas tuvieron una relación con la naturaleza completamente distinta. El yo como propuesta universal nacida de una determinada civilización, la judaico-cristiana, es, a lo mejor, un espe- 
jismo más. 

-Lo cito: "Tengo que arreglar cuentas con ese señor". Usted se está refiriendo á Dios. 

-Mire, en un diario que tuve que interrumpir por el Nobel, tengo no sé cuántas cosas escritas sobre Dios. Yo soy ateo 

-Racionalista

-No he tenido ninguna crisis religiosa en mi vida. Soy el ateo más tranquilo que se pueden imaginar. No temo al infierno. Hay una frase de los teólogos de la Liberación que dice que "Dios es el silencio del 
universo y el hombre es el grito que da sentido a ese silencio". ¿Qué quiere decir? Que el día que se acabe el último hombre se acaba Dios, porque Dios no tiene otro lugar para existir que en la mente, igual 
que el, Diablo, y el bien y el mal, todo eso.

El Vaticano  lamento que le dieran el Nobel .  a «un recalcitrante comunista». Pero ahora, últimamente, usted parece más bien como un recalcitrante pesimista, lo que es curioso porque el comunismo solía
ser una idea más bien optimista sobre el futuro de la humanidad y la mecánica de la historia.

-La verdad es que ahora que todo eso ha terminado, nos hemos dado cuenta. En La sagrada familia, de Marx y Engels, hay una cita: "Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces hay que formar las circunstancias humanamente". Parece un juego de palabras, pero no lo es: allí está toda la sustancia de un problema que no se ha resuelto. Lo mínimo que se puede decir es que no estamos formando las circunstancias humanamente para que se formen humanamente las personas.

-Más que con el capitalismo, su pesimismo parece que tiene que ver con el desarrollo del siglo XX

-No, tiene que ver con la especie humana. Hace dos años se envió a Marte un aparatito para analizar las rocas. ¡Qué me importan a mí las rocas de Marte! Es que la gente se está muriendo de hambre aquí. Con el diez por ciento de lo que se gasta en armas en el mundo se resolvería el analfabetismo. En las cuentas de, los señores que nos gobiernan, que no son los gobiernos, cerca del 120 por ciento de la humanidad es desechable: no interesa. El mundo es una vergüenza. Antes de que hiciéramos nuestra aparición en el globo terrestre no existía la crueldad. El hombre es su inventor, y también de la tortura. ¿Se puede ser- optimista en un mundo corno éste? Por -eso, en la búsqueda de lo que somos, no hay que olvidar que somos capaces de lo mejor y de lo peor. Llevamos la bestia adentro, y lo que hay que hacer al*, largo de la vida no es ignorarlo, sino vigilarla

LA CAVERNA

FRAGMENTO DE LA CAVERNA.

JOSE SARAMAGO

  E1 hombre que conduce la camioneta se llama Cipriano Algor, es alfarero de profesión y tiene sesenta y cuatro años, aunque a simple vista aparenta menos edad. El hombre que está sentado a su lado es el yerno, se llama Marcial Gacho, y todavía no ha llegado a los treinta. De todos modos, con la cara que tiene, nadie le echaría tantos. Como ya se habrá reparado, tanto uno como otro llevan pegados al nombre propio unos apellidos insólitos cuyo origen, significado, motivo desconocen. Lo más probable es que se sintieran a disgusto si alguna vez llegaran a saber que algor significa frío intenso del cuerpo, preanuncio de fiebre, y que gacho es la parte del cuello del buey en que se asienta el yugo. El más joven viste de uniforme, pero no está armado. El mayor lleva una chaqueta civil y unos pantalones más o menos conjuntados, usa la camisa sobriamente abotonada hasta el cuello, sin corbata. las manos que manejan el volante son grandes y fuertes, de campesino, y, no obstante, quizá por efecto del cotidiano contacto con las suavidades de la arcilla a que le obliga el oficio, prometen sensibilidad. En la mano derecha de Marcial Gacho no hay nada de particular, pero el dorso de la mano izquierda muestra una cicatriz con aspecto de quemadura, una marca en diagonal que va desde la base del pulgar hasta la base del dedo meñique. La camioneta no merece ese nombre, es sólo una furgoneta &tamaño medio, de un modelo pasado de moda, y está cargada de loza. Cuando los dos hombres salieron de casa, veinte kilómetros atrás, el cielo apenas había comenzado a clarear, ahora la mañana ya ha puesto en el mundo luz bastante para que se pueda observar la cicatriz de Marcial Gacho y adivinar la sensibilidad de las manos de Cipriano Algor. Vienen viajando a velocidad reducida a causa de la fragilidad de la carga y también por la irregularidad del pavimento de La carretera .La entrega de las mercancías no consideradas de primera  o segunda necesidad, como el caso de las lozas bastas se hace de acuerdo a los horarios  establecidos, a media mañana, y si estos dos hombres madrugaron tanto es porque Marcial Gadio tiene que fichar por lo menos media hora antes de que las puertas del Centro se abran al público. En los días en que no trae al yerno, y tiene piezas para transportar, Cipriano Algor no necesita levantarse tan temprano. Pero siempre es él, de diez en diez días, quien se encarga de ir a buscar a Marcial Gacho al trabajo para que pase con la familia las cuarenta horas de descanso a que tiene derecho, y quien, después, con loza o sin loza en la caja de la furgoneta, puntualmente lo reintegra a sus responsabilidades y obligaciones de guarda interno. La hija de Cipriano Algor, que se llama Marta, de apellidos Isasca, por parte de la madre ya fallecida, y Algor por parte del padre, sólo disfruta de la presencia del marido en la casa y en la cama seis noches y tres días de cada mes. En una de estas noches se quedó embarazada pero todavía no lo sabe. La región es fosca, sucia, no merece que la miremos dos veces . Alguien dio a estas enormes extensiones de apariencia nada campestre el nombre técnico de Cinturón Agrícola, y también, por analogía poética, el de Cinturón Verde, aunque el único paisaje que los ojos consiguen alcanzar a ambos lados de la carretera, cubriendo sin solución de continuidad perceptible muchos millares de hectáreas, son grandes armazones de techo plano, rectangulares, hechos de plástico de un color neutro que el tiempo y las polvaredas, poco a poco, fueron desviando hacia el gris y el pardo. Debajo, fuera de las miradas de quien pasa, crecen plantas. Por caminos secundarios que vienen a dar a la carretera, salen, aquí y allí, camiones y tractores con remolques cargados de verduras, pero el grueso del transporte se ha efectuado durante la noche, estos de ahora, o tienen autorización expresa y excepcional para realizar la entrega más tarde, o se quedaron dormidos. Marcial Gacho se subió discretamente la manga izquierda de la cha Queta para mirar el reloj, esta preocupado porque el transito se torna paulatinamente mas denso y porque sabe que de ahí en adelante cuando entren en el cinturón Industrial, las dificultades aumentarían. El suegro notó el gesto, pero se mantuvo callado, este yerno suyo es, un joven simpático­, sin duda, aunque nervioso de la raza de los desasosegados de nacimiento, siempre inquieto con el paso M tiempo, inclu­so si lo tiene de sobra, en ese caso nunca parece saber lo que ha de ponerle dentro, dentro del tiempo, se entiende. Cómo será cuando llegue a mmi edad, pensó. Deja­ron atrás el Cinturón Agrícola, la carrete­ra, ahora más sucia, atraviesa el Cinturón industrial cortando por entre instalaciones fabriles de todos los tamaños, actividades y hechuras, con depósitos esféricos y cilín­dricos de combustible, centrales eléctricas, redes de canalización, conductos de aire, puentes suspendidos, tubos de todos los grosores, unos rojos, otros negros, chimeneas lanzando a la atmósfera borbotones de humos tóxicos, grúas de largos brazos, laboratorios químicos, refinerías de pe­tróleo, olores fétidos, amargos o dulzones, ruidos estridentes de brocas, zumbidos de sierras mecánicas, golpes brutales de martillos pilones, de vez en cuando una zona de silencio, nadie sabe lo que‑se estará produciendo ahí. Fue entonces cuando Cipriano algor dijo: no te preocupes llegaremos a tiempo no estoy preocupado respondió el yerno, disimulando mal la inquietud, Ya lo sé, era una manera de ha1blar, dijo Cipriano Algor. Giró la furgoneta hacia una vía paralela destinada a la circulación local, Vamos a atajar camino por aquí, dijo, si la policía nos pregunta por ‑ qué dejamos la carretera, acuérdate de lo . que hemos convenido, tenemos un asunto que resolver en una de estas fábricas antes de llegar a la ciudad. Marcial Gacho respir6 hondo, cuando el tráfico se complicaba en la carretera, el suegro, más tarde o más pronto, acababa tomando un desvío. Lo que le angustiaba era la posibilidad de s que se distrajese y la decisión llegase demasiado tarde. Felizmente, pese a los temores y los avisos, nunca les había parado la policía, Alguna vez se convencerá de que ya no soy un muchacho, pensó Marscíal, que no tiene que estar recordándome ‑ todas las veces esto de los asuntos que resolver en las fábricas. No imaginaban, ni uno ni otro, que fuese precisamente el uniforme de guarda del Centro que enfundaba Marcial Gacho el motivo de la continuada tolerancia o de la benévola, indiferencia de la policía de tráfico, que .no‑ era a simple resultado de casualidades múltiples o de obstinada suerte, como probable‑ mente hubieran respondido.



  origen de datos :clarín cultura del 17 de diciembre del 2000

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JOSE SARAMAGO

"EL DIA QUE NO TENGA

NADA MAS PARA DECIR, LE

ASEGURO QUE ME

CALLARE."

 

 

 

 

SARAMAGO

 

"SOY EL ATEO MAS

TRANQUILO QUE SE PUEDA

IMAGINAR. Y NO TEMO AL

INFIERNO¡"

 

 

 

 

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