ISABEL II

 

  caricatura retrato d isabel ii por madrazo retrato de la boda por gutierrez de la vega  
  en 1868 destronada va al exilio fernendo e isabel ya separados  
 

Los Borbones y sus historias de alcoba

Isabel ll de mil amores*

Si las guerras carlistas ocuparon dos tercios del siglo diecinueve español, el reinado de Isabel II y su corazón ardiente -con una sobrecarga de amantes-dispararon el imaginario popular: la picardía anecdótica y las coplas risueñas concluyeron con el desastre de su gestión,

"Todo fue precoz: huérfana de padre a los tres años, alejada de su madre a los diez, reina a los trece, casada a los dieciséis y derrocada a los treinta y ocho."

"Con diez años y separada de su madre, pasaría a ser prisionera de las camarillas. Su infancia estuvo marcada por la soledad, la molicie y la ignorancia."

"Los festejos de boda se extendieron quince días, y, como es fácil de predecir, la personalidad del rey consorte dio lugar a que se difundieran numerosas coplas."

"La exagerada represión ordenada > por Isabel socavó aún más el régimen que se desmoronó con el pronunciamiento del 28 de septiembre de 1868."

por:ALBERTO TADDEI

Isabel II es el personaje español del siglo XIX más maltratado por la historiografía. La leyenda de la reina disoluta se ha hecho, para algunos, a base de murmuraciones, y para otros, a base de evidencias. Nacida en 1830 y fallecida en 1904, reinó en España desde 1833 hasta 1868. Era hija, como sabemos, del inefable Fernando VII y de su cuarta y última esposa, y a la vez sobrina carnal, María Cristina de Borbón. Todo en Isabel II fue precoz: huérfana de padre a los tres años, alejada de su madre a los diez, reina a los trece,casada a los dieciséis y derrocada a los treinta y ocho.

La regencia

Pudo reinar merced a la derogación por su padre de la Ley Sálica, que impedía el acceso al trono a las mujeres de línea directa. Asumió a la muerte de su padre (1833), y su madre María Cristina fue nombrada Reina Gobernadora durante su memoria de edad, de modo que, al margen de las múltiples alternativas sufridas por su dilatado reinado, .. éste reconoce dos períodos principales: el protagonizado por su madre ^ durante su minoría de edad (1833-1840), y el que ejerció en forma personal y directa (1843-1868). En el lapso comprendido entre 1840 y 1843 desempeñó la regencia el general Espartero. Muerto Fernando VII, María Cristina dirigió todos sus esfuerzos a ganar definitivamente el trono para su hija Isabel. Para ello debió luchar, en el sentido literal del término, contra Carlos María Isidro, heredero natural de la corona si su hermano Fernando VII no hubiera tenido mejor idea ^ que dictar la Pragmática I Sanción y la consecuente , derogación de la ley sálica que lo sustituía por Isabel. Este enfrentamiento dinástico conocido como las "guerras carlistas", pues fueron tres (1833/1839,1848/1849 y 1872/1876), ensangrentó los dos últimos tercios de la España decimonónica. Las fatigas del enfrentamiento armado no impidieron, sin embargo, que apenas transcurridos dos meses de su temprana viudez de Fernando VII, Mana Cristina ocupara encendidamente su corazón con la compañía de Fernando Muñoz, Joven capitán de su guardia dos años menor que ella. El amor que le inspiró Fernando Muñoz, a quien pronto comenzaron a llamar Fernando VIII, fue tan irrefrenable que las sospechas trascendieron pese a los esfuerzos por mantener oculta la relación y el subsecuente matrimonio secreto, tal vez porque los numerosos embarazos que llevó a feliz término delataban, con elocuencia, la intromisión de otra persona en su vida. En los corrillos se decía: "La Regente es una dama casada en secreto y embarazada en público ". Los carlistas, a su vez, popularizaron una copla alusiva:

Clamaban los liberales que la reina no paría. ¡Y ha parido más muñoces que liberales había!

Debemos reconocer que, aunque exagerada, la copla no faltaba a la verdad. De esa feliz y morganática unión nacieron nada menos que ocho hijos, los primeros cinco en España y los restantes en Francia. Mientras tanto, ni lerdo ni perezoso, Carlos Mana Isidro continuaba sus empeños por modificar el trámite sucesorio y asume como Carlos V. El enfrentamiento fue de una crueldad extrema, a punto tal que ambos bandos mataban sin piedad a sus prisioneros. El carlista Conde de España arrasaba una población catalana y sobre sus ruinas erigía una piedra con la inscripción "Aquí fue Ripoll". Cabrera, el Tigre del Maestrazgo, ejecutó a los alcaldes de Torrecilla y Valdealgorza, y el general cristino Nogueras se vengó fusilando a la madre de Cabrera, quien a su vez se tomó venganza ordenando fusilar a soldados fieles a Mana Cristina. Los cristinos gritaban "Mueran los frailes" y los carlistas respondían "Mueran los liberales".

Rebelión en La Granja

En 1836, por instigación de Mendi-zábal, ex jefe del Gobierno, tuvo lugar el curioso motín de La Granja -residencia veraniega de los monarcas españoles-, donde unos pocos sargentos de la Guardia Real penetraron en los aposentos de la Reina Gobernadora y bajo amenaza le hicieron firmar el restablecimiento de La Pepa, es decir de la Constitución progresista de 1812. La amenaza no consistió en asesinar a su hija, ni a ella misma, sino la de suprimir un bien tal vez más preciado, nada menos que eliminar a su amado Muñoz. Sin vacilaciones, sin medir si su decisión atentaba contra los altos intereses de España o de la corona, no dudó un segundo en obedecer a los insurrectos.Mariano José de Larra comentó este episodio en su recordado articulo ^El día de difuntos de 1836", en el que escribe la célebre frase: "¿Qué monumento es éste? -exclamé al comenzar mi paseo por el vasto cementerio-. En el frontispicio decía:

-Todo fue precoz: huérfana de padre a los tres años, alejada de su madre a los diez, reina a los trece, casada a los dieciséis y derrocada a los treinta y ocho."Aquí yace el trono; nació en el reinado de Isabel la Católica, murió en La Granja de un aire coladof."

 Con posterioridad a este episodio y ocurrida la derrota de los carlistas, el general Espartero, de decisiva intervención en la lucha armada, es distinguido con varios títulos -entre ellos el de Duque de la Victoria y Principe de Vergara-. Este reconocimiento a sus méritos por parte de Mana Cristina no fue obstáculo para que Espartero le exigiera la regencia bajo amenaza de revelar las actas de su matrimonio secreto. Tras varias alternativas, la madre de Isabel termina por ceder y se marcha con su esposo rumbo al exilio parisino, donde ya se encontraban sus hijos "muñoces", pues habían sido enviados uno a uno a poco de nacer. Antes de partir, sin embargo, pudo decirle a Espartero "te hice duque pero no he logrado hacerte caballero"; frase que encerraría una gran verdad porque apenas alejada Mana Cristina hizo públicas las actas del matrimonio secreto. Con diez años y separada de su madre, Isabel pasaría a ser prisionera de las camarillas de turno. Su infancia estuvo marcada por la soledad, la molicie y la ignorancia. Todo hace suponer que su madre, una vez asegurado el trono para su hija, no se preocupó por darle la necesaria preparación para atender los asuntos de Estado y se consagró a su nueva familia. Mucho menos se preocuparían los políticos, ya fueran progresistas o moderados, porque les era conveniente a sus propósitos que cuanto más ignorante permaneciera mejor les resultaría servirse de ella. El gobierno del regente Espartero elige el cuerpo de preceptores que se encargaría de la "educación" de Isabel. Entre ellos se encontraban Agustín Arguelles como preceptor mayor, José Vicente Ventosa su profesor general. Francisco Fronte-la, más conocido por Valldemosa, como maestro de música, y también el tortuoso Salustiano de Olózaga, hombre inteligente y de gran versación jurídica. Isabel dio muestras, enseguida, de tener un carácter muy temperamental y de ser singularmente apasionada, habiendo heredado de su madre una ardiente sensualidad. Según algunos de sus biógrafos, de estas peculiaridades pueden dar fe, en pri-merísimo lugar, sus preceptores Ventosa, Valldemosa y Olózaga. El conde de Romanones se refiere a Isabel II de este modo: los diez  años Isabel resultaba 'atrasada', apenas si sabía leer con rapidez, Id forma de su letra era la propia de las mujeres del pueblo, de la aritmética sólo sabía sumar siempre que los sumandos fueran sencillos, su ortografía pésima. Odiaba la lectura, sus únicos entretenimientos eran los juguetes y los perritos. Por haber estado exclusivamente en manos de las camaristas ignoraba las reglas del buen comer, su comportamiento en la mesa era deplorable, y todas estas características, de algún modo, la acompañaron toda su vida. " En su haber, sin embargo, debe anotarse que hacia gala de una desbordante generosidad y de un -ánimo alegre y vivaz. Por su parte, María Cristina, gracias a la enorme fortuna que había logrado sacar de España, se dedicó,desde París, a conspirar contra Espartero. Luego de  varios levantamientos frustrados, en 1843 triunfa el encabezado por Narváez, Serrano y Prim, tres jóvenes generales, desconocidos hasta ese momento, que entraron en Madrid ^' aclamados por el pueblo y provocaron el alejamiento de Espartero.

El reinado "personal" romántíc»

Caído Espartero, por común acuerdo de progresistas y moderados se decide adelantar en un año la mayoría de edad de Isabel. De este modo, el 8 de noviembre de 1843, a la edad de trece años, Isabel II fue declarada mayor de edad, prematura y precipitadamente. En medio de crisis políticas que fueron un lugar común a lo largo de su reinado, y con episodios sainetescos como retorcer el brazo a la niña reina para obligarla a firmar la disolución de las Cortes -según se le atribuye a Olózaga, esta vez jefe del Gobierno- o el haber llamado a María Cristina "ilustre prostituta" en un artículo periodístico escrito por su sucesor González Bravo, transcurrieron los primeros años de su incipiente reinado, hasta que la necesidad de su matrimonio, decidida tanto por exigencias del temperamento real como por razones de orden político, terminó por convertirse en una difícil cuestión de estado. El candidato de María Cristina era su hermano (y tío de Isabel), el conde de Trápani; Francia alentaba la candidatura del duque de Montpen-sier, hijo del rey francés Luis Felipe; Leopoldo de Sajonia-Coburgo contaba con el apoyo de Inglaterra; mientras que las aspiraciones del infante Enrique, segundo hijo de Francisco de Paula y de Luisa Carlota (hermana de María Cristina) se malograron por su colaboración en el alzamiento de Galicia. Para muchos apareció como salvadora la idea de la alianza matrimonial con Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos María Isidro, pues ese candidato hubiera permitido acabar con la cuestión dinástica, pero el proyecto fue rechazado por Isabel II porque no estaba dispuesta a ceder la corona, o por lo menos compartirla con su primo hermano. El fracaso de esta alianza dio lugar a la segunda guerra carlista, llamada de los matiners (madrugadores), que durante tres años asoló Cataluña. Razones políticas y de Estado hicieron que se escogiera al peor y más inútil de los candidatos: Francisco de Asís, hijo del infante Francisco de Paula y de Luisa Carlota, sobrino de María Cristina y primo hermano de su futura esposa Isabel. En su entorno familiar se le llamaba  Paquita. Triunfó la candidatura de Francisco de Asís porque poseía una ca- racterística de la que care cían los otros pretendientes: satisfacía a todos los sectores porque lo consideraban políticamente inotensivo. Isabel opuso tenaz resistencia a esa unión, pe- ro la presión de su madre y de sor Patrocinio termina- ron por doblegarla. El doble matrimonio de Isabel con Francisco de Asís y de su hermana, Lui- sa Fernanda, con el duque de Montpensier, se celebró el 10 de octubre de 1846, día en que la joven reina B cumplía dieciséis años. Los festejos de las bodas se ex- tendieron durante quince días, y, como es fácil predecir, la personalidad del rey isabelino. consorte encendió rápidamente el imaginario popular y dio lugar a que se difundieran numerosas coplas de las que valga como ejemplo la siguiente:

Isabelona tan frescachona y don Poquito tan mariquita.

O esta otra, en que se hacía alusión a las hipospadias que padecía Francisco de Asís, consistente en una malformación congénita de las vías urinarias por la que la uretra desembocaba en la región inferior del pene en lugar de hacerlo en su extremo, lo que le obligaba a orinar de cuclillas:

Paco Natillas es de pasta flora y se mea en cuclillas como una señora.

Como era de esperarse, pronto comenzaron las desavenencias de la nueva pareja. La vida de Isabel se convirtió en una vertiginosa fiesta.
Se acostaba a las cinco de la madrugada y se levantaba a las tres de la tarde. Al anochecer, se vestía con sus mejores galas y se marchaba al teatro o al baile, sin que le importasen los comentarios o las críticas. Mientras la reina se divertía, Francisco de Asís conocería al que sería su íntimo compañero el resto de su vida, Antonio Ramón Meneses. Si bien no se ha probado concretamente la relación sentimental entre los dos, la circunstancia de que vivieran juntos y las características que adornaban la personalidad de Fran cisco de Asís permiten su poner que el rey consorte navegaba, en el mejor de los casos, a volle et a va- El primero en sustituir a Francisco de Asís sería el general Serrano, a quien Isabel ya había calificado de "general bonito". Lúe- go seguirían una larga lis ta de amantes, entre los que cabe destacar al can- tanto Mirall; el conde de Valmaseda; el capitán Jo sé María Arana -el Pollo Arana-, con quien tuvo a la infanta Isabel, llamada comúnmente la Araneja y también la Chata; el capitán Enrique Puig Moltó -el Pollo Real-, a quien se le atribuye la paternidad de Alfonso XII, al que, por supuesto, las gentes llamaron el Puigmolteño; Miguel Tenorio; Obregón; Carlos Marfori, Aitman, etc., etc. Francisco de Asís no tuvo ningún reparo en aceptar la paternidad de los hijos que alumbraba su esposa, a cambio de recibir un millón de reales por hacer la presentación en la Corte de cada uno de ellos.

El atentado

El 2 de febrero de 1852, Isabel II sufría un atentado que no careció de cierta esperpéntica vulgaridad. En ocasión de presentar públicamente a su recién nacida hija Isabel -posteriormente ilustre visitante de la Argentina- fue atacada imprevistamente por el cura Merino, pero el puñal del frustrado regicida chocó contra las ballenas del regio corset y sólo le produjo una herida superficial.

La Vicalvarada

Corría el año 1854 cuando 0'Donnell se sublevó con las tropas acantonadas en Madrid. Había estallado  la Vicalvarada y su lema fue "queremos la conservación del trono pero sin camarillas que lo deshonren", en una clara alusión a la corrupción reinante. La reina trató de ganarse el favor de 0'Donnell, pero éste le contestó que no se había concedido ninguna línea de ferrocarril u otra cuestión importante sin que se haya recibido una crecida "subvención", habiendo llegado al extremo de modificar innecesariamente el trazado de una línea férrea para hacerla pasar por tres posesiones de la Corona y vender los destinos públicos de la forma más vergonzosa... Nihil novum sub solé. Es justicia aclarar que Isabel ignoraba esos turbios manejos, los que en realidad eran maquinados por María Cristina y el astuto Marqués de Salamanca (factótum financiero de los negociados). Sin embargo, esa ajenidad no le impidió recibir joyas y dinero, buena parte de los cuales distribuyó entre sus favoritos. El triunfo de la Vicalvarada había lanzado el pueblo a la calle y se tomó el desquite saqueando los palacios del marqués de Salamanca y de María Cristina, camino ya de un nuevo exilio. Comenzaba el bienio progresista (1854-1856), más conocido por la Unión Liberal. Isabel II, que no compartía enteramente esa línea política se esforzaba, con el apoyo de la camarilla del Lhordy (por el restaurante de Madrid aún existente), del padre Claret y de sor Patrocinio, más conocida como la Monja de las Llagas, en neutralizar algunas me- didas que afectaban sin- gularmente los bienes de la Iglesia. Por razo- nes sentimentales contó I con el acompañamiento e 0'Donnell, que se sentía fuertemente liga-En efecto, Isabel II y 0'Donnell mantuvieron una curlosa relación si Amamos en cuenta los antecedentes reales en la materia. Después de mi la Vicalvarada, 0'Don- nell se sintió atraído por hacia el exilio. Isabel y ésta le respondió, contra lo que podría pensarse, cultivando un amor platónico que acrecentó el entendimiento y la mutua confianza entre ambos. La diferencia de edad, ella veinticuatro y él cuarenta y cinco, no hubiera sido ningún obstáculo para Isabel a quien nunca importaron esas diferencias, ni siquiera las jerárquicas. Sin embargo, fiel a su índole, terminó por humillarle públicamente hasta el límite de obligarlo a renunciar. A renglón seguido, y sin remordimiento, nombró en su lugar a Narváez. La ronda del poder pronto llevaría nuevamente a 0'Donnell al gobierno, y, con su regreso, se inició la época más espléndida del reinado de Isabel II, particularmente satisfecha por la compañía de su nuevo amante, Miguel Tenorio. La paz política trajo consigo el desarrollo industrial y el comercio creció, malogrados al final del quinquenio por el estallido de conflictos interiores y exteriores, como la guerra de Marruecos. En esta ocasión, cuando 0'Donnell, General en Jefe de las tropas, se despidió de la reina que se encontraba acompañada por su esposo Francisco de Asís, ésta, con su natural vehemencia, le dijo: "Si yo fuera hombre, con gran gusto te acompañaría a Africa". Según la historia, a estas palabras su esposo  añadió: "Lo mismo digo, 0'Donnell, lo mismo digo". El deterioro progresivo de la situación económica y política coincidió con el crecimiento de la figura del general Prim, de brillante actuación en esa campaña. Imposibilitado de alcanzar el poder por los cauces normales no encontró otro medio que el de la revolución, cuando lo lógico hubiera sido que ese prestigioso militar y político fuera nombrado Presidente del Gobierno. Pero el ya viejo y achacoso Narváez se creía insustituible, 0'Donnell se aferraba al poder y la reina temía que Prim se convirtiera en otro Espartero. Todos ellos incubaron en él un odio feroz hacia los borbones que fue aumentando hasta convertirlo en un temible enemigo. La intención manifestada por María Cristina de regresar a España y la cercanía a la reina del padre Claret y sor Patrocinio, no hizo más que generalizar el descontento y allanar el camino de Prim.

La Gloriosa

La sangrienta y exagerada represión ordenada por Isabel contra los integrantes de uno de los tantos movimientos sofocados, más las sucesivas muertes de 0'Donnell y Narváez, socavaron aún más la endeble estructura en que se sostenía el régimen, hasta que finalmente se desmoronó con el pronunciamiento del 28 de setiembre de 1868. Esta revolución conducida por Prim, Serrano y Topete, denominada La Gloriosa, contó con el inmediato apoyo popular. Miles de gargantas atronaban las calles con el himno de Riego y los gritos de "¿Mueran los borbones!", que algunos convirtieron en "¿Mueran los bribones!". Semejante manifestación antiborbónica no se volvería a repetir hasta sesenta y tres años después, en la primavera de 1931. Su consecuencia fue el derrocamiento de Isabel II y la ocupación del trono en 1870 por Amadeo I, integrante de la casa de Saboya, tan resistido por la nobleza y la sociedad española que se vio obligado a abdicar el 11 de febrero de 1873, dando lugar a la proclamación de la Primera República.

Los borbones en pelota

En esta atmósfera de delirio liberal aparecieron en Madrid dos porfolios que contenían un total de ochenta y nueve acuarelas, denominados "Los borbones en pelota". Setenta y siete de ellas llevan comentarios irónicos y de mofa. Todas ellas aparecen firmadas por SEM, V.SEM ó SEMEN. Si esta boutade hubiera sido producto del espontáneo y anónimo ingenio popular su proyección no habría perdurado más que el entusiasmo que acompañaba a los acontecimientos, pero la extraordinaria particularidad de la obra consistió en que sus responsables fueran el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, pintor de algunas acuareías y, por supuesto, de todos los textos que las acompañaban, y su hermano Valeriano, autor de la mayor parte de las pinturas. En la necrológica de Gustavo Adolfo, publicada en el diario Gil Blas el día 24 de diciembre de 1870, se lo identifica como uno de los que ilustraron sus columnas con dibujos que llevaban la firma SEM. Resumida en cifras, el 50% de los porfolios representaban a Isabel II en actitudes lujuriosas, el 30% representaba a su esposo, naturalmente, como-marido burlado, y el 20% restante estaba distribuido equitativamente entre los amantes de la reina, Marfori y Callejas, y sor Patrocinio con el padre Claret.

El exilio

A lo ya dicho sobre Isabel II puede agregarse que en cierto modo siempre permaneció ajena a lo que estaba sucediendo, incapaz de comprenderlo en su extrema gravedad, tal vez por su ignorancia y su falta de preparación para tan alta responsabilidad. Juzgándola con benevolencia, concluyamos en que fue una mujer digna de lástima, que sufrió la permanente intromisión de su madre en su vida privada y en sus deberes de reina, y fue víctima de la razón de Estado que la obligó a contraer matrimonio con un personaje de repelente personalidad. Su vida se convirtió en una venganza contra ese matrimonio inhumano, y en una protesta, marcada sobre todo por su inagotable ardor sexual. Incluso como madre tampoco fue afortunada, tuvo diez hijos entre los dieciséis y los treinta y ocho años, de los que la sobrevivieron solamente tres mujeres. Cuando, a consecuencia de su destitución la reina abandonó España en compañía de sus hijos, de su esposo y de su amante Marfori, tenía treinta y ocho años mal conservados. En Biarritz la esperaban Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo para acompañarla a París, donde moriría el 16 de abril de 1904. Sobrevivió a Francisco de Asís, fallecido en 1902 en su refugio de Epinay que compartía con su inseparable Meneses.Isabel II y su esposo Francisco de Asís fueron posteriormente trasladados a El Escorial, donde reposan frente a frente