Harry Houdini, el más célebre de
los magos, rey indiscutible de las fugas, presentó su nuevo espectáculo: el
escape de un depósito de agua. Tenía entonces 34 años y ya era conocido en todo
el mundo. Nacido en Hungría, era hijo de un rabino que emigró con su familia
a Estados Unidos y a los 11 años comenzó a actuar en salones y circos, con pequeños
trucos de magia. Empezó abriendo cerraduras, continuó liberándose de esposas
y siguió escapando de jaulas y baúles. Su profesión lo obligaba a estar en riesgo
permanente, a pesar de la cuidadosa preparación de los trucos. Después de recorrer
Europa desafiando camisas de fuerza o saltando desde un puente con las manos
esposadas, pensó que el público ya se estaba cansando de sus rutinas y buscó
nuevas formás de sorprenderlo. Hacía tiempo que se entrenaba para permanecer
mucho tiempo debajo del agua, en una profunda bañera de su casa. Entonces se
hizo montar en el escenario del Teatro Columbia de Saint Louis, Missouri, un
depósito de hierro, lleno de agua, en el que se sumergió con las manos esposadas.
El depósito, cerrado con una tapa de metal, se ocultó detrás de un bastidor
y, mientras la orquesta tocaba, la angustia crecía entre los espectadores. Después
de varios minutos, Houdini apareció chorreando agua, junto al depósito todavía
cerrado. La clave estaba en los remaches del recipiente, que permitían abrirlo
por la mitad, sin tocar los seis candados que sellaban la tapa. El Gran Houdini
había triunfado nuevamente.
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nacion 26/01/2001