Horacio Quiroga 

Introducción


Sus obras más importantes


Misiones


Decálogo del perfecto cuentista


Conclusión

La vida de Horacio Quiroga
Introducción:
Horacio Quiroga nació en el Salto uruguayo en 1879 y murió en Buenos Aires en 
1937.
Inició su carrera literaria con un libro de poesía, Los arrecifes de coral 
(1901), antes de trasladarse a Argentina, donde transcurrió el resto de su vida.
La selva misionera tuvo una relación directa con la vida del autor que vivió 
largos períodos de su existencia en Iviraromí, cerca de las ruinas jesuíticas. 
El saber sobre un territorio, saber por experiencia, de una zona de frontera a 
la que sus lectores de la ciudad no tenían acceso, fue en su tiempo una marca de 
estilo del escritor. Hoy puede pensarse más bien como una obsesión, como 
necesidad, como invento. Quiroga, un dandy refinado a los veinte, devino a 
través de los años tragedias y desengaños, un escritor excéntrico, seductor y 
con pretensiones de náufrago. 
Esta síntesis de su vida y de su estilo, incluye el descubrimiento de la selva 
en una expedición fotográfica a las ruinas de San Ignacio, con Leopoldo Lugones, 
en 1901, y su posterior elección como lugar desde el cual escribir. Los factores 
que influyeron en su obra, sus esposas, sus hijos, la relación con San Ignacio, 
la muerte de su padre y de su padrastro, y cómo todos estos hechos crearon en él 
una gran obsesión.
Su vida:
Horacio Quiroga nació en Salta, Uruguay, el 31 de diciembre de 1879, y murió en 
Buenos Aires el 19 de febrero de 1937. Recibió su educación en el Instituto 
Politécnico de su ciudad natal. En 1898 conoció a Leopoldo Lugones en Buenos 
Aires, quien había de ejercer importante influencia sobre él. En 1900 fue uno de 
los promotores de un movimiento literario en Montevideo que recibió el nombre de 
"Consistorio del Gay Saber". 
También fueron una gran influencia para él, el italiano D´Annunzio y el 
norteamericano Edgar Allan Poe. Inició sus actividades de escritor con un libro 
de versos, Los arrecifes de coral, en 1901, se trasladó seguidamente de manera 
definitiva a la Argentina, donde transcurrió el resto de su vida. Vivió largo 
tiempo en el territorio de Misiones, inspirándole su exuberante naturaleza no 
poca parte de su obra. 
Era el hijo del caudillo Facundo Quiroga, tuvo una vida llena de trágicos 
episodios, los cuales influyeron mucho en su forma de escritura y la permanente 
aparición de la muerte en sus cuentos. La muerte accidental de su padre, a quien 
se le escapó un tiro de escopeta mientras descendía de un bote, la cual 
transcurre cuando Quiroga tenía sólo 2 meses; la pérdida de dos hermanas, 
Pastora y Prudencia, que murieron de fiebre tifoidea en el Chaco argentino; el 
suicidio de su padrastro, Ascencio Barcos, delante suyo luego de sufrir una 
terrible parálisis cerebral. Más tarde, tras seis años de matrimonio, Ana María 
Cirés (su primera esposa, con la cual se casa en el año 1910, luego de haber 
vencido la dura oposición de la familia Cirés) agoniza ocho días después de 
haberse envenenado. También su hija Eglé, nacida en Misiones, en el año 1911, se 
quitaría la vida un año después de su muerte (1937).Y Darío Quiroga, su hijo, se 
mataría en 1952. María Elena Bravo, su segunda esposa y la única adolescente que 
lo amó si sortear oposiciones familiares (era 30 años menor que el escritor, y 
amiga de su hija Eglé), lo abandonó en medio de su selva, después de seis años 
de matrimonio, llevándose a "Pitoca" la pequeña hija de ambos.
En 1936 debió internarse en el Hospital de Clínicas por un dolor en el estómago. 
"No veo el día, amigo, de volver a San Ignacio" le escribió a Isidoro Escalera. 
La espera era eterna. Cinco meses después un médico le dijo que tenía cáncer. 
Quiroga no dijo ni una palabra. Salió a dar una vuelta por la ciudad y esa misma 
medianoche se suicidó con cianuro.
Obras más importantes:
Su primer libro fue una selección de poemas que se llamó "Los arrecifes de 
coral" y fue publicado en 1901. En 1904 aparece "El crimen del otro" y en 1908 
presenta su primera novela "Historia de un amor turbio". Años más tarde la 
segunda "Pasado amor". Se publican los "Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte" 
en 1916, escritos entre 1910 y 1916 en Misiones, "El Salvaje" en 1920, "Cuentos 
de la Selva" en 1921, "Anaconda" en 1923, "Los Desterrados" en 1926, "El 
Desierto" en 1924 y "Más Allá" en 1934 siendo ésta su última obra.
Misiones:
Quiroga conoció San Ignacio en 1903, como fotógrafo de una expedición a las 
ruinas jesuíticas, encargada por el Ministerio de Instrucción Pública al 
escritos Leopoldo Lugones, su maestro. Quiroga pisó la selva vestido de blanco, 
y alterado por el asma y la dispepsia tenaz. Su conducta fue exasperante: en 
Posadas se negó a subirse a una mula y exigió un caballo; como los 
expedicionarios marchaban a paso lento, él se adelantaba o se demoraba y todos 
debían detenerse a esperarlo durante horas. Pero Misiones fue un bálsamo: la 
dispepsia y el asma desaparecieron. "Aquí el invierno me trae olor a azahar y 
melón silvestre de Misiones" escribió en Buenos Aires.
Y en 1906 compró sin más 185 hectáreas sobre el río Paraná y levantó un bungalow 
de madera con sus propias manos. 
"En los alrededores y dentro de las ruinas de San Ignacio, la subcapital del 
Imperio Jesuítico, se levanta en Misiones el pueblo actual del mismo nombre. 
Constitúyenlo una serie de ranchos ocultos unos de los otros por el bosque. Hay 
en la colonia almacenes, muchos más de los que se pueden desear, al punto de que 
no es posible ver abierto un camino vecinal sin que en el acto de un alemán , un 
español o un sirio se instale en el cruce con un boliche. En el espacio de dos 
manzanas están ubicadas todas las oficinas públicas: Comisaría, Juzgado de la 
Paz, Comisión Municipal, y una escuela mixta. Como nota de color, existe en las 
mismas rutinas - invadidas por el bosque - un bar, creado en los días de fiebre 
de la yerba mate, cuando los capataces que descendían del Alto Paraná hasta 
Posadas bajan ansiosos en San Ignacio a parpadear de ternura ante una botella de 
whisky." 
"El techo de incienso."
La selva fue su mayor inspiración, y su refugio al huir de un pasado trágico.
Gracias a Horacio Quiroga, San Ignacio, un pueblo de tan sólo cuatro mil 
habitantes, ingresó a la historia del país, porque ni las famosas ruinas 
jesuíticas le dieron tanto renombre como este escritor con aire de chiflado que 
andaba en bermudas, jugaba picadas por el Paraná domando un motor fuera de 
borda, y rompía irrespetuosamente la siesta del pueblo con dos máquinas feroces: 
un Ford T negro y una Harley Davidson del veinticinco. 
Un 19 de febrero de 1937, los misioneros al leer el diario, no pudieron creerlo, 
el juez de paz de San Ignacio; el destilador de naranjas; el carbonero y 
picepedrero; el productor de yerba; el fabricante de dulce de maní, maíz 
quebrado, mosaicos de bleck y arena ferruginosa; el inventor de un exótico 
aparato para matar hormigas; el hombre que obtuvo resina de incienso y tintura 
del lapacho, ese mismo era poeta. Y uruguayo.
Trabajó la tierra e impuso en un medio salvaje, la ley urbana de la producción. 
Y todo lo hizo con sus manos y recuperó su pasión juvenil por la química, la 
misma que de madrugada despertaba a su familia con incendios y explosiones. Y el 
viejo anhelo de la mecánica, el ciclismo y su oculta vocación por la marina 
hallaron libre curso en su recoveco salvaje.
"Misiones, colocada a la vera de un pueblo que comienza allí y termina en 
Amazonas, guarece a una serie de tipos a los que podría lógicamente imputarse 
cualquier cosa menos ser aburridos. La vida, más desprovista de interés al norte 
de Posadas, encierra dos o tres pequeñas epopeyas de trabajo o carácter, si no 
de sangre." 
Y él mismo al describir a esos pintorescos seres de frontera, dejó en sus 
cuentos la huella de su propia epopeya misionera. Fabricando a fuego lento su 
carbón, fertilizando su meseta pedregosa destilando vino de naranja, clavando y 
desarmando cien veces la misma canoa, reparando durante cuatro años las goteras 
del techo de su casa, embalsamando aves, confeccionando sus zapatos, conversando 
con Anaconda, la víbora que criaba en su jardín, descubrió que escribir era lo 
mismo que domar los cuatro elementos: un oficio, no un rapto de inspiración. 
Y este aprendizaje fue un hito de la historia de la literatura argentina. Hasta 
ese momento, como un escritor no hacía un trabajo rentable. Al publicar obras 
sin costearlas de su bolsillo y escribir artículos remunerados en "Fray Mocho", 
"Caras y Caretas", "La Nación", "El Hogar" y otros medios periodísticos, se 
trasformó en un escritor accesible y popular. Sin embargo, Quiroga era popular 
para todos sus contemporáneos excepto para sus vecinos.
Sólo se sentía a gusto con los trabajadores. Luego de un rato con ellos, Quiroga 
apuntaba frases en papelitos que guardaba en una lata de galletitas. Esa era la 
materia prima de sus futuros cuentos. Por eso, su obra registra la 
transformación económica de Misiones: de la selva a la plantación. Y los 
protagonistas de esa gesta no son héroes convencionales sino "desterrados". 
Jangaderos, cantereros, gente de vida dura. Describiendo sus días, Quiroga 
escribió su autobiografía.
"Iniciábase en aquellos días el movimiento obrero, en una región que no conserva 
del pasado jesuítico sino dos dogmas: la esclavitud del trabajo, para el nativo, 
y la inviolabilidad del patrón."
Así describió esos tiempos, época en que se juntaba a los mensú, (trabajadores 
mensuales) en camiones que los trasladaban para ser explotados en obrajes y 
yerbales. Algunos nunca regresaban, los cadáveres de otros aparecían flotando en 
el Paraná. Quiroga mismo los vio, devolviendo al río en agua de sus pulmones. 
Todos los mensú adormecían sus resentimientos y amarguras con caña, y los pocos 
que volvían cada tanto al pueblo gastaban el resto del sueldo en las casas de 
juego y los prostíbulos del puerto. Cerca de la charca de Quiroga, en la 
Unión Obrera y Campesina, allá por el año quince se gestaba la anarquía y la 
rebelión.
Horacio Quiroga también tuvo una plantación de yerba mate, La Yabebirí. Pese al 
entusiasmo y algunas ventas, no hizo ganancias. "Yo soy agricultor, no 
comerciante.", decía. 
En los cuentos "Una bofetada" y "Los mensú", Quiroga describió otro oficio en 
extinción: la janjada. 
La obsesión Quiroga sobrepasó San Ignacio. En 1928, ya con segunda esposa, vive 
en una casaquinta de Vicente López que reproducía el ambiente de su bungalow 
misionero: a falta de maderas, armó y desarmó su viejo Ford, y criaba un coatí, 
un oso hormiguero, un carpincho y un flamenco en el jardín. Sostenía 
correspondencia con Isidoro Escalera, el socio de algunas aventuras misioneras, 
y su casero. Intentaba vender yerba en Buenos Aires y naranjas en Garupá. Y lo 
desvelaban las hormigas que acechaban entre sus plantas. "Ya no puedo estar más 
sin Misiones", bramaba. 
Con respecto a la fermentación de vino de naranjas, en 1930, Quiroga ya se había 
dado cuenta que no sería un buen negocio. Pero Quiroga no se dio por vencido. 
Especuló con vender las naranjas de su plantación a 40 pesos el millar. Soñó y 
soñó todo el tiempo, porque sus productos nunca le dieron demasiado dinero. Sus 
ingresos provenían mayormente de la literatura: "Valdría la pena exponer un día 
esta peculiaridad mía de no escribir sino incitado la economía."
Sus últimos años, sólo cobró 50 pesos por un cargo de cónsul honorario, fruto de 
la gestión de algunos escritores amigos ante el gobierno uruguayo. Era cada día 
más pobre y empezaba a cansarse. Incitado por Jorge Luis Borges, los nuevos 
intelectuales lo consideraban antiguo y lo bombardeaban con todo tipo de 
artillería. Cada vez le costaba más vender sus trabajos. Había escrito 170 de 
cuentos y el doble de artículos periodísticos. Hacía balances: "Tengo mi derecho 
a resistirme a escribir más. Si en dicha cantidad de páginas no dije lo que 
quería no es tiempo ya de decirlo" 

"Decálogo del perfecto cuentista":
I : Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.
II : Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando 
puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III : Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es 
demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es 
una larga paciencia.
IV : Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que 
lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V : No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un 
cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las 
tres últimas.
VI : Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba 
el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para 
expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son 
entre sí consonantes o asonantes.
VII : No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras 
a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color 
incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII : Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, 
sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo 
que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una 
novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX : No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. 
Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad 
del camino.
X : No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu 
historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño 
ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo 
se obtiene la vida del cuento.
Conclusión:
La trágica vida de Horacio Quiroga, llena de suicidios y muertes, llegó a 
obsesionarlo de tal manera que logró que todos sus cuentos y novelas tuvieran un 
contenido macabro y morboso. Su estadía en Misiones hace que todo este contenido 
se base en características de animales y su contacto con la muerte.
Podemos apreciar también en sus obras, como el contacto con la naturaleza, con 
los animales de la selva misionera y con la vida primitiva dejan grandes huellas 
en su estilo de escritura.





Bibliografía:


Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte. HORACIO QUIROGA. Editorial Losada
Edición expresamente autorizada para la Biblioteca Clásica y Contemporánea. 
Vigesimaséptima edición. Octubre 1993. 
Editorial Losada, S.A.
Moreno 3362, 
Buenos Aires, 1954

Cuentos de la selva. HORACIO QUIROGA. Editorial Losada
Edición expresamente autorizada para la Biblioteca Clásica y Contemporánea. 
Vigesimaséptima edición. 7-9-76.
Alsina 1131,
Buenos Aires, 1954

Revista "El Arca" , una publicación de Grupo Werthein.
Año 6 - Nº 28
Editor: Dr. Daniel Werthein.
Director: Norberto Vilar.

Enciclopedia Salvat.
Salvat Editores S.A. 1972
Tomo 10

Enciclopedia Barsa
Editores ENCICLOPEDIA BRITÁNICA. 1964
Impreso en EEUU.
Tomo 12

Trabajo enviado por:
Alina Pouyau
alinuchi@hotmail.com




fuente:w w w . m o n o g r a f i a s . c o m