HITLER
por:CLAUDIO MARTYNIUK

Giorgio Agamben (Roma, 1942), profesor de filosofia en la Un iversidad de Verona, traductor al italiano de las obras de Walter Benjamín, autor, entre otros libros, de los penetrantes Homo sacer (1995) y Lo que queda de Auschwitz (1999), es un pensador agudo, que persigue penetrar en el sentido de nuestra historia para socavar esta inmensa fábrica de miseria en que vivimos. Experimenta la miseria que lo abraza todo y todo lo vacía; nos representa atrapados, condenados al empobrecimiento de la experiencia, con la tarea de sobrevivir, soportándolo y, a la vez, encontrándolo a todo intolerable. Leer a Agamben perturba. Intimamente avergonzados de los hombres: alcanzamos esta convicción luego de sentimos quebrados, impotentes, caídos y arrasados, refugiados en campos de concentración que van ocupando todo el espacio (ESMA, Auschwitz, campos vacíos por dentro que se van extendiendo por los suburbios). Seguimos sin aprender el sentido y, sin voluntad ni reflexión, quedamos pasivamente detenidos en el partido de fútbol que siguen jugando torturados y torturadores, en el mismo partido que comenzó en un campo de concentración nazi, tal como lo testimonió Primo Levi. Y en esta miseria, miseria

que alcanza a la teoría y al pensamiento, un libro (o dos) de Agamben causa taquicardia; parece una película de terror, pero es la mera pesadilla de nuestra sociedad la que va saltando de renglón en renglón.Infancia e historia, un conjunto de ensayos reunidos en 1978, desnuda algunos de los presupuestos sobre los cuales edifica Agamben su demoledora saga teórica. El pilar es frágil y delicado, sutil e inagotable; es Walter Benjamín, es su obra y su estilo de indagación. Sobre él, capa tras capa, se irán, en libros posteriores, montando materiales disímiles, frutos de los testimonios de Primo Levi, la inquietud de Hannah Arendt, la agudeza de Michel Foucault y la lucidez de Guy Debord. Ese pilar originario se conserva y le da coherencia al camino que tomó al pensar la historia. Fue Benjamín, en 1933, quien diagnosticó la pobreza de experiencia de la época moderna. Y Agamben describe los intentos pesados y frustrados por describir una experiencia nítidamente; recuerda el volver a "casa extenuado por un fárrago de acontecimientos -divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros- sin que ninguno de ellos se"haya convertido en experiencia." Esto vuelve insoportable la existencia cotidiana; esto hace que la experiencia carezca de correlato en la palabra y en el relato; esto deshace a la experiencia como medio de legitimación de cualquier autoridad. Una cierta filosofia de la pobreza que rechaza a la experiencia es común hallarla entre los jóvenes -y Agamben percibe a la actual toxicomanía de masas desde la perspectiva de esa destrucción de la experiencia; comprende que acaso en el siglo XIX se tuviera la ilusión de efectuar una nueva experiencia; hoy ya sólo se trata de desembarazarse de toda experiencia-, pero "nunca, señala Agamben, se vio sin embargo un espectáculo más repugnante de una generación de adultos que tras haber destruido hasta la última posibilidad de una experiencia auténtica, le reprocha su miseria a una juventud que ya no es capaz de experiencia." Allí va, tras el fondo de esta pobreza. Bucea por las aguas donde nace la ciencia moderna a partir de la desconfianza a la experiencia, la pérdida de su valor, el relegamiento del sujeto de la experiencia y de las impresiones cualitativas. Rastrea en Esquilo él fuerte lazo que unía experiencia y conocimiento (en el coro de la Orestíada, se dice que el aprender se logra a través y después de un padecer).Recorre el proyecto kantiano de unificar al sujeto trascendental con su conciencia empírica y, agotado, llega a los paraísos artificiales: dirá que de Baudelaire en adelante la poesía moderna se funda en una carencia de experiencia. Experimentar, entonces, sería como neutralizar, quitar novedad, restar potencialidad, mientras que el extrañamiento le quitaría experimentabilidad al lugar más común. El trabajo "El príncipe y la rana. El problema del método en Adorno y en Benjamin", cita largamente las críticas de Adorno a Benjamín: "Su método micrológico y fragmentario nunca asimiló del todo la idea de la mediación universal que tanto en Hegel como en Marx fundamenta la totalidad." Acusado de materialismo vulgar, Benjamín tendrá un defensor en Agamben, "pues ha llegado el momento de dejar de identificar la historia con una concepción del tiempo como proceso lineal continuo y por eso mismo comprender que la dialéctica bien puede ser una categoría histórica sin que deba por ello caer en el tiempo lineal." Desde aquí, Benjamin y Agamben serán perseguidores de la unidad entre contenido fáctico y contenido de verdad; entre la experiencia del tiempo y la concepción de la historia.Agamben impulsará un punto de vista radical y originariamente histórico. Una prueba de hasta dónde ha llegado en este proyecto se puede obtener en otro de sus libros, Medios sin fin. Notas sobre la política, donde se unen artículos que analizan la biopolítica (ya que, como advirtió Foucault,"loque hoy está en juego es la vida"), la suspensión «temporal" del orden jurídico: la excepcionalidad (Benjamín dignosticó: La tradición de los oprimidos nos enseña que el 'estado de excepción' en que vivimos es la regia."); la materialización de la excepción en el campo de concentración (el campo, zona de indiferencia entre lo público y lo privado, matriz oculta del espacio público en que vivimos, y evidencia cada vez más palpable en las periferias de las grandes ciudades postindustriales, cada vez más parecidas a campos).Como lo percibimos en las fotos de Exodos de Sebastiao Salgado, como ya lo analizara Hannah Arendt en El ocaso del Estado-nación y el fin de los derechos del hombre, Agamben expresa que los refugiados no representan ya casos individuales sino un fenómeno de masas, que rompen el vínculo entre hombre y ciudadano. En este mundo embrutecido hasta el gesto se ha perdido y, analiza Agamben, cómo en el cine registramos esta perdida y tratamos de reapropiarnos de lo perdido.

EL SECRETO DE HITLER

A través de documentos, testimonios y una contundente investigación, el historiador alemán Lothar Machtan analiza el aspecto menos estudiado de la personalidad del Führer:
su homosexualidad. VIVA adelanta fragmentos del libro EL secreto de Hitler. La doble vida del dictador(Ed. Planeta), que esta semana se lanza simultáneamente en todo el mundo. porpartedeAdolfb Hitierde todo cuanto pudiera permitir asomarse a su vida íntima está abundantemente documentada. Hizo desaparecer cuanto pudo. Y su brazo llegaba lejos, incluso antes de 1933. Hitler sobornó,comprometió, extorsionó o hizo asesinar a sus cómplices. Esa conducta sugiere que quería aniquilar cuantole comprometiera, evitando a cualquier precio ser “descubierto”. Y vio su reputación amenazada, no por los crímenes políticos —de los que sorprendentemente llegó a reconocerse autor— sino por las revelaciones sobre suvida privada. No parece probable que tuviera miedo a ser considerado un “perdedor” a causa delas adversas circunstancias de la primera mitad de su vida, ya que desde mediados de los años 20, a pesar de su cuestionable pasado y su vociferante y demagógica actitud, era conocido casi como un político profesional, delque se sabía por supuesto que provenía de un medio poco acomodado.
Había un secreto mayor que su pasado como “fracasado social”, en concreto un estigma que amenazaba po-
nerlo en evidencia para siempre: su homosexualidad. Hitler se vio obligado a llevar una vida camuflada para
ocultar sus preferencias sexuales, y defendió ese secreto con todos los medios imaginables. Ese fue un
componente de su vida política, su punto más débil, tanto en la contienda por el poder y por  tenerlo, como en la lucha por asegurar su  póstuma. El propio Hitler borró por eso las huellas decisivas. En eso no se distinguió de otros homosexuales destacados. (...)
Una y otra vez Hitler buscó la proximidad de hombres solos, a los que no sólo estuvo vinculado durante largos períodos de tiempo, sino que también les concedió una extraordinaria confianza. La mayoría de esos hombres eran homosexuales o tenían al menos marcadas inclinaciones homoeróticas, y llama la atención que Hitler concluyera abruptamente algunas de esas relaciones en circunstancias muy extrañas. Sus amistades masculinas fueron en realidad, en contra de lo supuesto hasta ahora, “amores con hombres”, y se les puede dar nombre: August Kubizek, Rudolf H Ernst Schmidt, Dietrich Eckart, Ernst Róhm, Ernst
Hanfstaengl, Emil Maurice, Rudolf Hess, Julius Schreck, Hans Severus Ziegler, Albert Speeryotros. Muchas de esas relaciones fueron duraderas, otras efimeras, algunas más bien camaraderiles, otras de naturaleza más que nada erótica. Llegar a dar explicaciones convincentes sobre esas parejas y amigos, sobre sus características y su trasfondo social, significaría en último término explicar la personalidad de Adolfo Hitler. (...) Aunque su vida privada a partir de 1933 se vio coartada por sus obligaciones oficiales como Führer y canciller del Reich, pudo preservar por supuesto algunos espacios libres. Igual que antes,, seguía haciendo visitas privadas. Y su entorno le amparaba ahora con más cuidado aún. También desde 1933 en adelante pudo llevar una especie de doble vida, sólo que ahora tenía que organizarla de otra forma y mejor que antes. (...) Hitler sabía que habia cosas en su vida que podían ser tan perju  diciales para su carisma, el fundamento decisvo de su poder, que debían mantenerse ocultas a cualquier precio. Cuanto más rápidamente se desarrollaba su ascenso político, más expuesto estaba a los focos del interés público, y mayor era el peligro de ser desenmascarado como homosexual. Todo esto se agravó cuando las SA, bajo la dirección del
antiguo amigo de Hider, Ernst Rohm se rebelaron reivindicando un mayor poder. Desde el punto de vista de Hitler, en 1934 Róhm estaba a punto de abrir la caja de Pandora. Hitler temía una conspiración y Róhm sabía demasiado sobre él. El tenor a una denuncia sexual y al inevitable desplome politico y social que habría conllevado, llevaron al vacilante dictador a recurrir a los medios más radicales: en primer lugar al asesinato de Róhm, yen las secuelas de esa acción intentar asimismo eliminar a otros testigos de su homosexualidad; una medida extrema para ate rrorizar a los potenciales denunciantes y extorsionadores. Róhm había jugado con fuego y Hitler no hizo sino apagarlo a tiempo. ( Los días entorno al 30 de junio de 1934 fueron algo más que un golpe de mano de Hitler contra la dirección de las SA y algunos cómplices reaccionarios de aquellos “putschistas”. Fue una campaha cuidadosamente pla neada contra gente que sabía den siado, o podía creerse que sabía demasiado, sobre él y sus “circtmstancias”. (..) Desde 1943 la pena con que se castigaba a quienes atribuyeran una orientación homosexual al Führer era la muerte. En septiembre de 1948, el diplomát co alemán Werner Otto von Hentig recibió una carta certificada desde Londres, cuyo contenido, un “Documento sobre Hitler”, no llegó hasta cuatro décadas más tarde al Instituto de Historia Contemporánea de Munich. junto con otros documentos legados por Hentig. No se conserva el anexo que un cierto Helge Knudsen envió entonces junto al documento en cuestión a Hentig, y tampoco existe ninguna indicación de su origen. ¿Se debe esto quizás a lo explosivo del escrito en cuestión? Explosivo en la medida en que un antiguo camarada de guerra de Adolfo Hitler, de nombre Hans Mend, habla tan desinhibidamente sobre el dictador alemán que todavía hoy deja sin aliento al lector(. El documento trata espacialmente de los -amigos de Hitler, de sus peculiaridades y su homosexualidad

-A continuación reproducimos unas cuantas citas literales:
“Desde el momento en que Hitler llegó a nuestro regimiento como ordenanza, no tuvo nada que ver con el servicio de armas. No era otra cosa que encargado de levar recadas de un sitio a otro y se encontraba junto al mando de regimiento en la retaguardia. Cada dos o tres días tenía que llevar algún despacho; y resto del tiempo se dedicaba a pintar, discutir de política y armar corrillos ‘detrás’. Muy pronto se ganó el apodo de ‘el chalado Adolfo’con toda la gente con la que entraba en contacto. Desde el principio me dio la impresión  de ser un psicópata. Caía en frecuentes ataques de cólera; en cuanto alguien le  contradecía, se arrojaba al sueloylanzaba espumarajos de rabia. El soldado (Ernst) Schmidt (actualmente maestro de obras en Garching, cerca de Munich), con el que Hitler tenía amistad desde antes, y con el que había trabajado ocasionalmente en la construcción, era su compinche. También solía andar con los soldados Tiefenbóck (actualmente propietario de un comercio de carbón en Munich) y Wimmer (tranviario en activo en Munich). Los tres eran ordenanzas al servicio de mando del regimiento. (...) En tre tanto habíamos conocido a Hitler más a fondo. Notamos que nunca mi Salia con  ninguna mujer. Entre nosotros se despertó desde un principio la sospecha de que fuera homosexual, pues ya le conocíamos otras anonnalidades. Era extraordinariamente excéntrico y mostraba en ese sentido rasgos afeminados. Nunca tenía un propósito fijo, ni tampoco convicciones firmes. En 1915, estábamos entonces en la fábrica de cerveza Le Fébre en Fournes y teníamos colchonetas de paja. Hitler dormía  por las noches con Schmidt, su puta masculina. Oímos un crujido en la paja. Uno encendió su linterna eléctrica y respondio:
‘Ya está de nuevo la pareja de mariconcitos haciendo de las suyas’-” (
Durante cinco años, desde el verano de l9l4hasta l9l9, Adolfo Hitler y Ernst Schmidt fueron compañeros inseparables. Hitler no estuvo nunca tan unido ni durante tanto tiempo con ningún otro amigo. Nadie, en particular,vivio mas de cerca de cerca la metamorfosis de Hitler, de un pretendido artista frustrado sin preferencias políticas o partidarias a un político profesional de la extrema derecha, que su camarada de guerra Schmidt que no murióhasta l985.(...)
Desde mediados de los años 30 Hitler parece haber vivido su homosexualidad de forma muy sublimada Al menos no se conocen fuentes que nos permita para esa epopca una reconstruccion de su doble vida semejante a la que se ha podido llevar a cabo para los tres decenios anteriores. De Albert Speer se ha dicho que fur el “amor desgraciado” de Hitler, pero la historia que se oculta tras esa formulación está lejos de ser transparente. Hay ciertamente algunos testimonios que sugieren que la relación entre el Führer y  sü arquitecto jefe era algo más que pura exaltación mutua. Para el escritor Cünther Weisenbom, que los observó a ambos en el verano de 1939 en la sala de la Casa del Arte de Munich, “Speer parecía una especie de amante devoto” de Hitle el dictador le tenía mucho afecto y le trató de forma muy diferente que a o los fieles seguidores. Pero el historiador Joachirn Fest, que es quien mejor conoce la biografia de Speer, advierte que no se deben sacar conclusiones apresuradas. “Cuando le hablé (a Speer) en cierta ocasión de una relación homoerótica con Hitler,reaccionó de forma muy indignada. Supuso que yo quería referirme a una relación homosexual, lo que no era el cso- Pero creo que no le apeteria profundizar en ello. Yen sus memorias no hay ni el menor indicio de que hubiera reconocido ese carácter de su relación mutua.” Fest habla de una “amistad masculina indudablemente homoerótica”, en la  que Speer era el  fuerte y dominante y Hitler el dependiente y débil, pero insiste en que el arquitecto de Hitler “no setomaba en serio, curiosamente, ese componente erótico que estaba en juego entre ellos”. Quizá, tras su barbaro ajuste de cuentas con Róhm. Hitler se disciplinó en la manifestación pública de sus inclinaciones. Quizá la verdad era sencillamente demasiado embarazosa para Speer. (...) Hay sin embargo algo seguro: la gran’ emocionalidad de esa amistad siguio  teniendo un gran valor político para Hitlçr hasta la ‘lucha final”. Como ministro de armamento, Speer contribuyó decisivamente a demorar la derrota total del Régimen. Cuando debido a la llamada “orden de Nerón” —en la primavera de 1945 hitler dio la orden de dejar -tras de sí en la retirada únicamente “tierra que- quemada”— entraron en conflicto, Speer cedió tras una conversación personal con el dictador, y acabó apoyándolo en su delirio, tan insensato como criminal, de resistir hasta el final. No se produjo una ruptura entre ellos, todo lo contrario. Todavía el 19 de marzo de 1945 Hitler le envió una fotografia de su penúltimo encuentro con la
promesa de “eterna amistad”, y pocos días antes del suicidio de Hitler Speer se abrió camino, como él dice, por motivos “románticos” hasta el búnker del Führer, ya asediado, en el centro de Berlin, a fin de asegurar al derrotado tirano su lealtad personal. Es obvío que ese gesto —extraña mezcla de subordinación, despedida y prueba de amor— tuvo que conmoviera Hitler hasta las lágrimas.

hitler

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

con Goebbels y Rohn conocido homosexual

 

 

 

 

 

 

 

 

 

schmidt y hitler siendo soldados rasos

 

 

 

 

 

 

 

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