CRISTIAN ANDERSEN
CUANDO LOS CUENTOS PARA
CHICOS ERAN FRIOS Y SOLEMNES, EL RENOVO EL GENERO CON EL
HUMOR Y LA INTENSIDAD DE LA GRAN LITERATURA. SU EJEMPLO CUNDIO: HOY
LOS LIBROS INFANTILES SON BELLOS Y SUTILES, COMO LO MUESTRA LA LISTA QUE ACOMPAÑA ESTA NOTA S OBRE EL
AUTOR DE LA SIRENITA
"LIVIANO, COLOQUIAL, SIMPLE, SU
ESTILO CHOCABA CON LAS NORMAS DE LA EPOCA." |
El patito feo Era pobre, feo e ignorante, pero tenía una sensibilidad fuera de lo común. Intentó ser bailarín y cantante, hasta que empezó a escribir y a contar las historias de siempre con un estilo liviano, directo y coloquial. Así inventó la literatura infantil moderna. por:BROOKE ALLEN En "La sirenita", Hans Christian Andersen sugiere que la inmortalidad puede hacer las veces de sustituto, si bien insatisfactorio, del amor humano, Es evidente que la historia es una alegoría de su propia vida ya que, más de 125 años después de su muerte, un Andersen falto de afecto tiene tanto derecho como cualquiera a la inmortalidad artística. En una época en que las historias infantiles eran exclusivamente morales y didácticas, él revolucionó el género con el humor, la anarquía y la tristeza de la gran literatura. Expresó las emociones más primarias y dolorosas con un extraordinario control estético. El resultado rivalizó con todo lo que produjeron los grandes escritores románticos que fueron sus contemporáneos. A su manera simple y sin pretensiones, nos dijo tanto sobre la condición humana (basta con recordar "El traje nuevo del emperador", "La reina de las nieves", "El abeto") como cualquier otro escritor o filósofo. "La historia de mi vida será el mejor comentario sobre mi trabajo", escribió Andersen. Lamentablemente, la mayor parte de la gente sólo conoce la película edulcorada y casi enteramente ficticia que protagonizó Danny Kaye en 1952. La realidad es mucho más extraña, más triste, y esta vez la cuenta Jackie Wullschlager, especialista en arte europeo del Financial Times, en una biografia fascinante, conmovedora y a menudo graciosa: Hans Christian Andersen: The Life of a Storyteller (Hans Christian Andersen: La vida de un narrador). "El patito feo" es el trabajo más autobiográfico de Andersen, quien sin dudas era feo, de una fealdad casi grotesca. Al igual que el patito, soportó muchas burlas pero fue el último en reír y, por lo tanto, rió mejor. En el caso de Andersen, sin embargo, las marcas psicológicas fueron tan profundas que no se puede considerar su vida posterior de éxito internacional como un verdadero final feliz. Nació en 1805 en la ciudad dinamarquesa de Odense. Su padre era un zapatero inteligente y autodidacta a quien deprimían la pobreza y las limitaciopes de su vida. Murió cuando su hijo tenía once años. La madre de Andersen era una campesina supersticiosa y casi analfabeta que le legó dos dones preciosos: la relación con el antiguo folclore de su región natal y una firme convicción en el talento de su hijo, creencia que mantuvo aun cuando todo parecía indicar lo contrario. De chico, Andersen tenía una apariencia bastante rara. Más alto que lo común, torpe y feo, era además sumamente afeminado. Mientras los otros chicos jugaban afuera, él prefería quedarse en casa cosiendo ropa para muñecas y ensayando con su teatro de títeres. Su madre alentó esa obsesión por el arte e hizo todo lo que pudo por brindarle los rudimentos de, una educación. Como su maestro lo golpeaba, la madre lo inscribió en la escuela judía de Odense una decisión increíblemente lúcida para alguien de su época y su clase. Andersen utilizó lo que se convirtió en una hermosa voz de soprano para abrirse paso en las casas de la burguesía local, lo cual le permitió cantar y recitar para la misma. Tuvo que empezar a trabajar en una fábrica textil a muy temprana edad, y le pedían que cantara para los demás trabajadores Los compañeros de Andersen especulaban con la idea de que en realidad podría ser una chica, y lo desvistieron para averiguarlo. Una tentativa posterior.en una empresa tabacalera dio lugar a nuevas humillaciones. Ninguna burla hizo tambalear la convicción de Andersen de que a él le esperaba un destino extraordinario. A los catorce años, v habiendo ahorrado la pequeña suma de trece rixdales, convenció a su madre de que le permitiera probar suerte en la gran ciudad de Copenhague, donde no conocía a nadie. "A] igual que generaciones de chicos talentosos, histriónicos y afeminados -escribe Wullschlager-, él quería empezar a hacer algo en teatro, no importaba qué." Su primera -y absurdaidea fue ser bailarín. En un intento de concretar tal ilusión, se presentó en la casa de Mme Schall, la primera bailarina de Copenhague. Andersen recordaría más tarde: "Improvisé, tanto el texto como la música. Y para poder interpretar mejor la escena de danza con la pandereta dejé los zapatos en un rincón y bailé en medias". No sin motivos, Mme. Schall pensó que estaba loco y lo hizo echar de la casa. En aquella época, el único punto fuerte de Andersen era su voz, y finalmente consiguió una beca en la Escuela Real de Coro. Eso terminó con su voz. Una vez más, logró persuadir a algunos de sus generosos partidarios de que financiaran sus ambiciones. "La desesperación por interpretar, su febril ambición, su implacable seguridad; todo ello eclipsaba la comedia del exhibicionismo de Andersen y hacía que otra gente creyera en él", escribe Wullschlager. Un día, una de sus protectoras hizo una referencia casual al muchacho en términos de poeta. Fue un momento fundacional: "Era la primera vez que alguien relacionaba mi nombre con la poesía", escribió Andersen. "Eso me atravesó el cuerpo y el alma. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Supe que, a partir de ese momento, mi mente estaría llena de literatura y poesía". Todo Estaba muy bien, pero él carecía casi por completo de educación. Un grupo de admiradores que encabezaba un poderoso empresario, lonas Collin, decidió que Andersen debía dejar de experimentar y ponerse a estudiar. Así fue como, con todos los gastos pagos, se dirigió a la ciudad de Slagelse a adquirir una tardía pero necesaria educación. Andersen tenía en ese entonces diecisiete años. Era muy alto y flaco. Tuvo que incorporarse a una clase de chicos de once años. Pasó los siguientes cinco años en la escuela. Era demasiado soñador y distraído para ser un estudiante brillante, pero se aferró a los estudios y, en 1827, inició sus estudios literarios, que dieron como resultado poemas, una novela romántica, una fantasía cómica y una obra exítosa. Pasó varios años experimentando, tratando de hallar su propia voz. En 1834 empezó a dedicar atención a los cuentos de hadas, a volcarse al folclore que había oído en su infancia. Sus resultados en ese terreno, señala Wullschlager, fueron excepcionales: "Tuvo la suerte de nacer en el último período histórico en que, por lo menos en la población rural de Odense, la primitiva cultura popular todavía seguía viva, pero en una sociedad más amplia que, por primera vez, se abría a la posibilidad del ascenso social". Kinder und Hausmárchen, de jacob y Wilhelm Grimm, había aparecido entre 1812 y 1815. Los cuentos eran emocionantes y coloridos, pero no eran creaciones originales sino transcripción fiel de la tradición oral qué recogían académicos y no artistas. ETA Hofírnann y Ludwig Tieck habían escrito cuentos de hadas más personales, creaciones artísticas que se conocían con el nombre de Kunstmarchen. Andersen pensaba en algo completamente distinto, En 1835 se publicó su primer volumen de cuentos de hadas, Eventyr Fortalte for Born, Forste Hefte (Cuentos de hadas para niños, Volumen l), que presentaba a los lectores dinamarqueses "El yesquero», "El pequeño Claus y el gran Claus y "La princesa y el guisante". Todas las historias se basaban en los cuentos populares originales, pero Andersen era consciente de que era un pionero de un nuevo género. 'Tos escribí de la manera en que se los contaría a un niño", le confió a un amigo, y las palabras iniciales de "El yesquero" confirman sus palabras: Por el camino real marchaba un soldado: ¡Uno, dos! ¡Uno, dos! Llevaba a la espalda su mochila y su espada al cinto, pues había estado en dos guerras e iba de regreso a su pueblo. En el camino encontró a una vieja bruja, tan fea que el labio inferior le colgaba hasta el mismo mentón". Liviano, coloquial, simple, su estilo chocaba con las normas de la época y estaba muy lejos del lenguaje florido y el contenido didáctico de lo que se escribía para niños. La prosa de Andersen destilaba humor, y los cuentos estaban construidos con una pureza formal que resultaba completamente nueva a sus lectores. Pronto apareció un segundo volumen que comprendía, entre otros, 'Pulgarcita". Andersen, como destaca wullschager de manera muy perceptiva, pronto advirtió que los cuentos de hadas eran "un medio cuya distancia formal de la realidad le permitiría escribir según su manera de ser y sentir, no sólo como el marginal social sino también como el amante prohibido". A pesar de su fama en el exterior, Andersen nunca impresionó mucho al público que él en verdad quería conquistar, la intelectualidad conformista e insular de Copenhague que personificaba la familia Collin, en especial Edvard, el hijo de Jonas Collin, por el que estuvo obsesionado toda la vida. Andersen se enamoró varias veces, tanto de hombres como de mujeres (entre ellas, de la otra superestrella escandinava de¡ momento, jenny Lind), y tuvo por lo menos una historia de amor feliz con un hombre, pero puede decirse que pasó la vida en soledad. Nadie, y tal vez menos que nadie ese Edvard estirado, reprimido y de finitivamente heterosexual, estaba en condiciones de amarlo con su mismo carácter posesivo. WulIsch1ager considera que la incapacidad emocional de Andersen es producto de sus primeros años, durante los cuales "toda su vida social alimentaba el deseo de impresionar a quienes estaban por encima de él. Esto le dejó un terrible legado ya que en su vida adulta, y aun a pesar de su fama, tenía una necesidad patológica y cojastante de reconocimiento y elogio. Buscaba la admiración como un adicto que necesitara su dosis de droga". Ya estaba llegando a su apogeo. En 1837 publicó el tercer volumen de Eventyr, que contenía La sirenita" y "El traje nuevo del emperador", una verdadera obra maestra cuyo título se convirtió en sinónimo de la vanidad humana. Al año siguiente se publicó "El soldadito de plorno", una metáfora de la fidelidad al amor y la vocación que causó profunda impresión en artistas tan distintos como George Balanchine y Thomas Mann. Era el primer cuento absolutamente original de Andersen, que no tenía raíces folclóricas. En 1844 publicó "El patito feo", "El ruiseñor", La reina de las nieves" y "El abeto". Andersen nunca logró conquistar la admiracíón de Edvard Collin y los suyos, pero trató de consolarse con la arnistad de muchos otros ricos y poderosos. Pronto empezó a bailar infatigablemente en las cortes europeas, lo que recuerda, según destaca Wullschlager, a uno de sus personajes, Karen, y sus zapatillas rojas. Con la realeza, indica Wullschlager, era "dócil y sumiso". Heinrich Heine habló de su servil falta de seguridad, algo que aprecian duques y príncipes. El corresponde exactamente a la idea que un príncipe tiene de un poeta. Por lo demás, Andersen es un hombre de cierto valor". Como en el caso de muchos otros artistas, había un marcado contraste entre la personalidad dócil de Andersen y su trabajo, que era cada vez más sofisticado y alusivo. Ahora su ficción apuntaba a un público adulto y anticipaba las ideas surrealistas y freudianas de lo inconsciente. Era experimental, autorreferencíal, protomodernista. En su vida personal, en cambio, no dio muestras de tanta madurez. Había conquistado la fama en el papel de ingenuo y simple, y lo desempeñaría hasta el final de su vida, a menudo haciendo el ridículo. Un testigo describió a Andersen ya pasada la mediana edad corno "un niño, según el ideal de la infancia; extremadamente sensible, por completo egoísta, con una vanidad inocente. El constituía el centro de su vida, de sus intereses, preocupacíones y propósitos". Andersen murió en 1875. Ejerció una influencia notable, y sigue haciéndolo a pesar de todos los esfuerzos de los creadorés de dibujos animados, de las versiones ,simplificadas para chicos, de la empresa walt Disney y versan el significado de sus cuentos. Cuando murió> los contemporáneos de Andersen -y esto sí que no es algo muy común- comprendieron que había muerto un gran artista. A su entierro asistieron miembros de la realeza, con la que no tenía ningún parentesco. A pedido de Andersen, Edvard Collin y su esposa habían dispuesto que se los enterrara a su lado, último deseo del escritor que se cumplió cuando éstos murieron, en 1886 y 1894. Pocos años después, sin embargo, familiares del matrimonio exhumaron los restos de los Collin y los trasladaron a la tumba familiar, que se encontraba en otro cementerio. Hans Christían Andersen se quedó tan solo en la muerte como lo había estado en la vida. El Hans Chrístian Andersen. The Life of
a Storyteller de Jackie Wullschlager, Ilustrado. 489 páginas. Nueva York:
Alfred A. Knopf Copyright The New Tork Ti- mes y Clarín, 2001. Traducción de
Cecilia Beltramo.
origen de datos: clarin cultura del 22/07/2001 |