FRIEDRICH NIETZSCHE

  EL PENSAMIENTO ACTUAL

 

por: DARDO SCAVINO

 

friedrich Wilhelm Nietzsche nació en Turingia, Prusia, el 15 de octubre de 1844. Su padre, fallecido cuando él tenía cinco años, era un pastor luterano. Aunque desde pequeño se destacó por sus composiciones para piano, y aunque se apasionó de adolescente por el pensamiento de Schopenhauer, no estudió ni música ni filosofia (ni teología, como su padre), sino "filología". Hoy diríamos: Letras. Y no se trata de un dato menor, porque en la mayor parte de sus obras se hará sentir la presencia de esta disciplina. Incluso muchos de sus continuadores en el siglo XX, de Heidegger a Derrida, convertirán tanto la interpretación etimológica como la exégesis literaria en momentos esenciales de sus obras filosóficas. Lo cierto es que en 1869 Nietzsche será nombrado profesor de filología en Basilea, lo que le permitirá frecuentar, en Lucerna, a Richard Wagner y a su esposa Cósirna, hija del gran músico Franz Líszt. Había conocido a esa pareja durante sus estudios universitarios en Leipzig. Pero de sus encuentros en Suiza nacerá su pasión efímera por la ópera wagneriana, en la que veía un gran retomo de la tragedia clásica, así como su amor, decididamente más duradero, por la joven Cósima. En Así hablaba Zaratustra ésta se convertirá en Ariadna, figura de la mitología griega, amada primero por Teseo (Wagner) y luego por Dioniso (Nietzsche). Este pensaba que a través de Cósima lograría sacar a Wagner del laberinto para convertirlo en el maestro poeta de la ciudad moderna. Este propósito inspiró sobre todo su primer libro, El nacimiento de la tragedia, de 1871. Pero este ménage á trois no terminó muy bien y la ruptura definitiva con Wagner se consumó en 1875 con la publicación de la cuarta Consideración intempestiva. Años más tarde, Nietzsche intentará repetir un esquema semejante con el médico Paul Ree y la noble rusa Lou Andreas Salomé, a quien incluso le propondrá matrimonio. Al fin ésta preferirá al médico, Pero a cambio publicara en 1895 una de las mas celebres biografías del filosofo. Mientras tanto se declara en Nietzsche  la enfermedad que le infligirá terribles migrañas durante sus años mas productivos, lo que explica tanto su aflicción al opio (casi un lugar común del siglo) como su jubilación prematura de la universidad de Basilea. Esa dolencia será la misma que lo llevará primero a la locura, luego a la parálisis y finalmente a la muerte. ¿Una encefalitis semejante a la que había mata­do a su padre? consecuencia de una sífilis contraída en un prostíbulo frecuen­tado durante sus años de estudiante? Los biógrafos no se ponen de acuerdo al respecto. Lo seguro es que en 1889 sufre en Turín un ataque que lo condenará a la in­capacidad casi completa de escribir, salvo, en los primeros tiempos, unas extrañas cartas dirigidas a Cósima y firmadas con el seudónimo de Dioniso o el Crucificado. Hasta su muerte, el 25 de agosto de 1900, será cuidado por su madre y su hermana menor, las mismas de las que había necesitado huir la, mayor parte de su vida. Recordemos, sin embargo, que además de las partituras de infancia y algunos 'escritos de juventud, es gracias a Elizabeth que se conservaron las notas inéditas que compondrán más tarde La voluntad de poder. Pero que es también de manos de Elízabeth unida a un antisemita con quien partió a Paraguay para fundar una colonia de arios puros  que Hitler recibirá en 1,933 el bastón que perteneció al autor de Más allá del bien y del mal. ¿Nietzsche fue un precursor del  nazismo? Algunos de sus conceptos fueron interpretados así, sobre todo los de «voluntad de poder" y "superhombre", así como sus diatribas contra la religión "judaica" y su "espíritu de venganza". Pero hay casi tantos Nietzsches como intérpretes tuvo: el ' de Heidegger, el de laspers, el de Fink, el de Cestón, el de Colli, el de Deleuze, el de Vattimo, por citar a algunos de los más notables. Según como se lo haya leído, Nietzsche anunció el fin de la metafisica, inspiró el método genealógico en historia, fue un continuador de Spinoza o de Martín Lutero, sentó las bases del pensamiento hermenéutico contemporáneo o se erigió en profeta del nihilismo posmoderno. Por todo esto el fantasma de Nietzsche está presente en casi todo lo que se produjo en filosofía a lo largo del siglo XX. Se adivinarán entonces las dificultades para hacer una presentación medianamente digna y exhaustiva de semejante filósofo (que para algunos intérpretes, como Alexis Philolenko, habría sido más bien un poeta). Digamos, para empezar por algún lado, que una divisa parece inspirar toda su obra: "invertir el platonismo", lo que significaba convertir al poeta, y ya no al filósofo o al sacerdote, en el maestro o el amo de la ciudad moderna. Pero esto no implicaba, al menos en un primer momento, desterrar a los filósofos, como había hecho Platón con los poetas, sino mostrar que la filosofía como en la época de los presocráticos había sido una variante más o menos enmascarada del arte poético. El filósofo no descubre las verdades: las crea. Y por eso es un artista. ¿Pero por qué el poeta, con Sócrates, tuvo que, ponerse la máscara del filósofo? Como todo creador de valores, como todo "reformador moral", el filósofo quiere que sus ideas se impongan a todos los los ciudadanos. Quiere el poder. Pero para eso tiene que vencer a sus adversarios. Por eso el creador de valores es también un guerrero cuyo "ejército", dirá Nietzsche, se compone de "metáforas". Para convencer, entonces, este guerrero tiene que vencer. Esta era la disputa dialéctica entre los sofistas. Pero es en medio de estos combates que a Platón se le ocurre una argucia que nadie había imaginado hasta entonces: decir que valores como la justicia, la virtud o el bien no habían sido inventados por nadie, y mucho menos por él, porque preexistían, desde toda la eternidad, en el firmamento inmutable de las ideas puras. De modo que el filósofo ya no sería un creador de metáforas sino un descubridor o un «remernorador" de verdades; verdades, se dirá más tarde, "universales y necesarias". Ahora, ¿de dónde saca Platón esta estratagema genial? Pues de los sacerdotes: el filósofo ya no les pedirá a los hombres que se arrodillen ante un Dios omnipotente, o que les rindan tributo a los dioses de la ciudad, sino que se sometan a la estricta necesidad lógica. Y no basta con que le obedezcan; deben también "amarla" o "venerarla". Esta voluntad de poder se pondría en evidencia en La República: no es que Platón quiera gobernar porque considera que sus valores son, superiores, sino que considera que sus valores son superiores porque desea Gobernar. Si nos preguntáramos s4 estos valores son verdaderos o falsos, no Lograríamos salir del platonismo. Repetiríamos en lo esencial su argucia por otra parte a  Nietzsche no le molesta imponer sus valores: dado el  principio de la voluntad del poder ,es lo que quieren todos. No hay problema que el filosofo sea un poeta, un guerrero, incluso un político. El problema es cuando se convierte en sacerdote. Y veremos porque. Dijimos que aparece aquí uno de los aspectos centrales del pensamiento nietzsche se  práctica, de la "evaluación", el Método de la,.«sospecha", se di res son verdaderos o falsos, hay que preguntarse más bien qué tipo de vida quieren. No hay que interrogar las razones de Platón sino su deseo. Según Nietzsche, hay que sustituir la verdad y la falsedad por la nobleza y la bajeza, lo "activo" y lo «reactivo", ¿Esos, valores buscan crear una raza de amos o de esclavos? Si Sócrates, segán, Nietzsche, fue una especie de «monstruo" es porque sin duda optó por lo segundo: a partir de él, la razón comenzó a juzgar y someter la vida. ¿Pero de dónde vendría este deseo de dominar a toda costa la vida, de despreciar el devenir, lo cambiante, lo sensible, de juzgarlo impuro, imperfecto, incluso irreal? Nietzsche responde a esta: pregunta con su teoría del *resentimiento". La idea, de someter la vida sólo puede provenir de alguien que la detesta, y esto, porque la vida le resulta difícil, dolorosa, un verdadero «valle de lágrimas». Esta idea sólo podía provenir de un individuo enfermo, débil, .resentido». Y éstas fueron desde siempre las características psicológicas, por no decir «fisiológicas", del sacerdote. Lo que lo inspira es un venenoso «espíritu *de venganza": el sacerdote se venga de la vida fantaseando una vida "mejor", más perfecta, pura o eterna, en relación con la cual, la vida y lo material serán considerados imperfectos o carentes de ser. Por eso no hay que pensar que Nietzsche, al proponer una moral de los señores o de los amos, quisiera adular a los tristes poderes establecidos. Todo lo contrario: nos gobiernan los débiles, los enfermos, los esclavos, los hombres del resentimiento. Nos gobiernan, en fin, los sacerdotes, los mismos que desean el poder para disminuir la vida, despreciarla y sofocar cualquier virtualidad activa y creadora. Puede adivinarse, así, lo que Nietzsche hubiera dicho de Hifier, Góbbels y sus secuaces. Habría que interrogarse  acerca del significado Preciso dé aquella "voluntad de poder". Y para eso hay que situarse primero en el punto de vista del sacerdote (esta dialéctica de las "perspectivas" es un aspecto crucial de la filosofía nietzscheana). En efecto, ¿qué dice el sacerdote? Todo lo que vive, desea; y esto es signo de su imperfección. Porque si alguien quiere algo, es porque eso le falta. Desde esta perspectiva, el deseo sería la tendencia a aplacar un sufrimiento. Por eso el placer no sería nada positivo sino la simple desaparición de lo negativo, de la carencia y del displacer. El movimiento, el devenir, el cambio no serían sino una búsqueda del reposo, la inmovilidad y, en última instancia, la muerte. Porque si el ser vivo quiere suprimir el dolor, quiere también eliminar para siempre su deseo. Desde que condena el devenir y consagra lo inmutable, la metafísica occidental sería un culto odioso de la muerte. Por eso Nietzsche considera que Sócrates y Platón habrían preparado el triunfo de la religión judeo-cristiana: no bastaba con decir que los seres vivos eran imperfectos, no bastaba con decir que sufrían y que el deseo era la consecuencia; había que explicar por qué era así, había que agregar la "culpa". La vida es imperfecta porque es culpable y el sufrimiento sería el "castigo" correspondiente. Al menos los griegos habían evitado responsabilizar al hombre por sus propios sufrimientos. Y no cabía duda de que, para Platón, éstos eran un "mal". Hacía falta una venenosa perversión sacerdotal para convertir ese "mal" en "bien" y la enfermedad en salud: el sufrimiento sería una manera de expiar las culpas. La filosofía griega representaba el momento de la venganza: "Es por tu culpa que me pasa esto". La religión judeo‑cristiana la interioriza: "¡Es por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa!. Invertir el platonismo supondría entonces invertir la perspectiva sacerdotal y terminar con el "espíritu de venganza". Y para esto hay que cambiar por completo la interpretación del deseo. En el origen del deseo no hay un sufrimiento o un dolor producidos por el hecho de que algo le falta al individuo para estar completo o para hallar por fin su verdadero ser; el deseo es la esencia misma de las cosas, y por eso no es signo de su imperfección sino de su i perfección. El deseo es un síntoma de‑salud y no de enfermedad. El deseo no busca apaciguarse sino incrementarse, y es a por esto que Nietzsche hablará incluso de e una "voluntad de querer". No hay que a pensar el deseo desde la perspectiva del a animal que busca satisfacer su hambre,  no desde la perspectiva de la evolución de 1 la ¡¡da misma que "creó" ese animal; no ( hay que pensar la vida desde la perspectiva "entrópica» según la cual todo vuelve a a un estado de reposo y muerte, sino desde e una perspectiva "negentrápica" según la : cual el movimiento, el cambio y los nuevos organismos no cesan de crearse. En a síntesis, hay que pensar la vida por su costado "noble" o "superior". El hombre en el que piensan los filósfos y los sacerdotes es el esclavo: el esclavo  que somos cada uno de nosotros desde, que debemos satisfacer nuestras necesida­des básicas, sobrevivir o conservamos. Lo que Nietzsche propone es dejar de pensar al hombre "por lo bajo" y comenzar a ha­cerlo "por lo alto": sustituir al hombre que sólo intenta conservarse por el creador, el poeta, el innovador. Ya no se trata de pensar el hombre a partir de la "regla" o el gran número", sino a partir de la «excep­ción". Su paradigma ya no debe ser el in­dividuo común sino la personalidad excep­cional. En este sentido, él «hombre» y el         «superhombre" no son dos seres distintos sino dos perspectivas acerca del hombre mismo, la perspectiva «plebeym* y la «no­ble", la perspectiva "reactiva« y la "activa". Y si Zaratustra es el profeta del «su­perhombre" y del "eterno retorno» se de­be, justamente, a que no anuncia un hom­bre nuevo sino el retomo del hombre de siempre pero desde el punto de vista de la superioridad, la nobleza y la creación. Leon Chestov parece tener razón cuan­do emparienta el "eterno retorno» con el pensamiento del filósofo in medieval, Pier Darníani, quien llegó a pensar qué Dios podía modificar el pasado. o «hacer que lo que fue no haya sido". De otro modo, ¿no se estaría poniendo la necesidad lógica por encima de la omnipotencia divina? En un extraño aforismo de Más allá del bien y del mal, Nietzsche propone algo así: "YÓ hice eso", me dice la memoria. «Es imposible que        lo haya hecho», dice mí orgullo, y permanece inexorable. Y es mi memoria quien cede fi­nalmente». Porque si "no existen hechos sino sólo interpretaciones", como dirá Nietzsche en La voluntad de poder, ¿qué nos impide pensar que, retroactivamente,las interpretaciones cambien los hechos?    El orgullo al cual se refiere Nietzsche es por supuesto el deseo, y es un deseo acti­vo, creador de interpretaciones, el que hará que todo vuelva, peto desde la perspectiva de la nobleza. Dionisio, en este as­pecto, es también una especie de Reden­tor, lo que explicaría las últimas cartas a Cósima firmadas como Dionisio o el Crucificado. Secretamente, Borges parece ha berlo comprendido. Por eso en un cuento dedicado a Pier Damiani, "La otra muerte", le dará a un coronel uruguayo, cuya memoria cede, el emblemático nombre de Dionisío Tabares.

  EL PENSAMIENTO ACTUAL

por: TOMAS ABRAHAM

  Drieu La Rochelle, cuando era joven aún y no se había alistado en el fascismo político, escribió un libro en el que saluda con efusividad a la revolución rusa y ve en ella una nueva civilización guiada por su líder Lenin .Solo  que' para él Lenin no es un discípulo de Marx sino de Nietzsche. Afirma que el primero pertenece a la tradición judeo‑cristiana, una variante del social‑liberalísmo igualitario nacido en el siglo XIX, es decir un síntoma de la decadencia de una cultura de filisteos. Pero considera a Nietzsche de otro calibre, una aurora de un mundo por venir en la que emerge la figura de un nuevo hombre‑y de nuevos valores. ¿Se equivocó el señor Drieu? Sí, indudablemente. Si hay un filósofo que jamás podría sostener efigie alguna de Ideal concebible, Hombre Nuevo o Total,'prometeico y refulgente, es Nietzsche, para quien los ídolos sólo tienen crepúsculo. Pero no podemos decir que se equivocó en beneficio de los que aciertan con un Nietzsche bien discriminado cuyos atributos seamos capaces de enumerar, porque el listado de sus cualidades darían no más que un guiso, con su efecto de un sabor que nos atrapa y nos vuelve voraces frente a la olla receptora de todas las sobras. Pero esto es sólo guiso en su sentido primordial y campesino, porque hay quienes, imitadores de artesanías intemporales 'planifican guisos refinados e inventan recetas. Divulgar la verdad de un guiso es lo mismo que interpretar a Ñietzsche. Por eso nunca supe si era bueno en­ señar la filosofía de Nietzsche a los j óve­nes de hoy, porque tampoco estoy seguro de que una escuela de cocina deba empezar su programa de enseñanza con una clase sobre guisos. Quizá sólo se aprecien los guisos cuando se ha pasado por las más sofisticadas salsas. Quizá, repito, se aprecie mejor el sabor de Nietzsche des­pués de haber transitado por los textos de Lou‑Andreas Salomé, Heidegger, Deleuze, Foucault, Bataille, Fink, Jaspers, Klosso­wsId, Derrida, su hermana Elizabeth y una selecta gama de una bibliografía que hoy cuenta a unos cuatro rrií1 comentaristas. No sé. A veces pienso que para empezar con Nietzsche lo mejor es leer a Nietzsche, porque no hay mejor modo de.iniciarse en la cocina que comiendo, y quien quiera saber de guisos no tiene mejor experiencia que meter el pan en la salsa. Pero ¿qué sucede? Es probable que el lector del guiso se lamente de que le cae pesado, con demasiadas especias, amargo se queje de que le produce ardores y le irrita las paredes intestinales. Es extraño lo que sucede con los comensales de Nietzsche. Si metemos en un ascensor de carga a veinte analistas de Nietzsche elegidos al azar y los mandamos al último piso, lo más probable es que todos desciendan con la misma cara con la que subieron porque en el viajecito no pasó nada, porque nadie osó abrir la boca. Como si a la primera palabra pronunciada,,por ejemplo "eterno retorno", todo el mundo entrara en pánico por la idea de un ¡da y vuelta sin pausas hasta el último aliento y piso para redescender sin pausas a este nuevo infierno de la modernidad: ser condenado a un viaje eterno en ascensor con diecinueve chefs nietzscheanos. Es así, es ésta la impresión que me producen los aniversarios de este preclaro filósofo: por un lado me invitan a un viaje en ascensor con nietzscheanos, o nietzscheanoides, un ascensor automático sin espejos ni destino, y por el otro me entregan a Nietzsche extendido en sus carnes como un lechón, y me dicen que lo prepare a mi manera, on my way. Quiero decir que con cada efemérides me tengo que comer un guiso en un ascensor. Pero cumplo con el. contrato. Esta es mi receta: primero hay que decir que Nietzsche es actual. Que su lectura nos ilumina. Luego que Nietzsche no es fascista, que a lo sumo los fascistas son nietzscheanos, no, perdón, eso tampoco, es peor aún. Bueno, lo mejor es decir que Nietzsche era antisemita de a ratos, cuando veía a un judío, pero cuando veía un budista era antibudista y cuando se le acercaba un alemán huía a Italia. También hay que subrayar que Nietzsche era un hombre sumamente afable, delicia de pensiones y caballero de las más exigentes pensionadas. Pero no hay que olvidar su extrema fragilidad psicomental, hombre desmedido en sus afectos, lo era ya en su pubertad y más aún en su juventud. Nietzsche, en la época en que los hombres deben madurar, ser adultos, ponderar sus sentimientos, aprender a calcular y sopesar experiencias, en vez de aplomarse, se vuelve progresivamente loco, no de un día para otro, sino de a poco, según el ritmo de su sífilis. Por eso acuerdo con Lou-Andreas, su mejor intérprete ya que soportó su amor, lo vio filosóficamente desnudo y le abrió una de sus más profundas heridas. Lou dice que Nietzsche tenía esperanzas de una' vida feliz mientras duraron sus jornadas en Sorrento; ya para la época en que estuvo en Génova deliraba y tenía alucinaciones, y en Turín, ya sabemos. Sigo con la receta. Nietzsche es sobre todo interesante para los filósofos; para todos aquellos que por una vocación o afición excéntrica se preocupan por los escri

tos de los buscadores de la verdad de la. historia occidental. Porque Nietzsche fue el último rastreador, con Nietz:sche no es Dios el que ha muerto sino la Verdad, es decir Dios y el Bien. Paro un momento la cocción: la historia de la filosofia la tiene principio y fin, y en sus bordes hay dos muertes. En su origen Sócrates, a quien Nietzsche tiene terror en parecerse, y en su final, Nietzsche, nuestro espejo de hoy. Pongo ahora todo el resto en la olla. La palabra "transvaloración", o "creación de valores", que tanto usa Nietzsche, no indica que se le haya ocurrido que los valores se inventan como medicamentos luego patentados. El cristianismo, por ejemplo' no es una idea forjada por la mente de un individuo mayúsculo: es el cauce de un río seco donde los pueblos han arrojado sus desperdicios. Tuvo el mérito de haber sido lo suficientemente ancho. Lo mismo Nietzsche, es ancho. Se crean valores cuando ya no se los padece, lo que sin duda da aires de libertad, pero la libertad no es aire puro, es agitación permanente. No hay gran diferencia entre libertad y ansiedad. Es lo que sucede hoy: el tiempo es espasmódico, circula como un motor a explosión, hay preguntas sobre verdades antes inmaculadas. El espacio de lo sacro cayó y no sólo en Berlín. En realidad, no hay diferencia entre creación y destrucción de valores, porque cuando esto acontece, todo se discute y se interroga. Hay una problematización universal. Esto es el nihilismo: todo valor se mide por su fuerza, que deriva de su tensión, de su relación con un contravalor. La reflexión nietzscheana trasladada a nuestro tiempo es la siguiente: una vez derrumbados los ideales de la civilización occidental, hecho ceniza el de la salvación por la gracia, el de una historia cuyo movimiento es progreso, es decir un camino al bien; cuando ya no se cree en una historia que es teleología, finalidad y fin; una vez que el cristianismo y su amor, el liberalismo y su libertad, el comunismo y su igualdad, son lo que son hoy: Vaticano, Wall Street y Escombros de Muro, ¿cuál es el último ídolo que vemos desplomarse en la actualidad? Se llama justicia. La idea de justicia es el último resabio que queda de la vieja idea de igualdad, ya sea la que se basa en una igualdad como criatura divina, la natural como especie, o la igualdad ante la ley, la moral en cuanto fraternidad; una vez derrumbada esta creencia sólo quedan las variantes del utilitarismo, es decir de la conveniencia. Pero también el utilitarismo está en crisis. Su tesis era: lo que es bueno es el bienestar, y el bienestar es bueno cuando lo disfrutan la mayoría de los hombres, es malo cuan: do le corresponde a una minoría. El utilitarismo político definía a la felici­dad por la cantidad, el número. En nuestra cultura poscapitalista global de características zooeconómicas o biopolíticas, impor­tan más los quiénes que los cuántos. Y cuando es así, cuando el axioma de la

igualdad cae, cuando se impone el fuerte como ley, ¿qué queda?: el poder y sus ins­tancias de dominación, cuyo advenimien­to hace más de cien años anunciaba Nietzsche.                  

Tomás Abraham es autor de la biografía Los oficios de  Nietszche (1996).

­nota de clarin cultura del 20 de agosto del 2000

 

 

 

 

 

 

 

 

NIETZSCHE

"ALGUNOS VEN EN EL A UN CONTINUADOR DE SPINOZA; OTROS AL PROFETA DEL NIHILISMO.99

 

 

 

LOU-ANDREA SALOME,PAUL REE Y NIETZSCHE

'PARA NIETZSCHE, El FILOSOFO NO DESCUBRE   LAS VERDADES: LAS CREA. POR ESO ES UN ARTISTA.99

 

 

"LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA TIENE PRINCIPIO Y FINAL: SOCRATES Y NIETZSCHE."

 

"NO ES DIOS EL QUE HA MUERTO SINO LA VERDAD: ES DECIR,, DIOS Y EL BIEN."