FRAGMENTOS DE CRITICA Y FICCION

RICARDO PIGliA

 

En este fin de siglo se hacen cada vez más visibles dos relatos de la crisis que desde el auge de las vanguardias transformado el mundo académico y el literario. Me refiero a los debates sobre la muerte de la literatura» y el supuesto agotamiento de la especificidad de la  y los estudios literarios. ¿Dónde sitúa hoy a la literatura y a la crítica?
En relación a la muerte de la literatura, yo diría que la muerte de la literatura dos entradas. Hay un camino hacia la muerte de la literatura que ciertas poéticas postulan, la vanguardia básicamente. La muerte dé la literatura es ir, a lavida. Es una fantasía clásica, digamos, que recorre toda la polémica actual sobre los lugares de la literatura que empieza Baudelaire­ y llega hasta la breat generación.
Está muy cerca de los debates de las poéticas actuales Esta fantasía extraña de los escri­tores de dejar de ser escritores o de conse­guir una experiencia que sea más intensa que lo que se supone que es la experiencia de la literatura. Entonces la fantasía dé la muerte de la literatura es como el acceso a lo real mismo. Por supuesto estoy en contra de esa posición, en el sentida de que para mí es mucho más interesante la lite­ratura que la vida. Primero, porque tiene una forma mucho más elegante, y segun­do porque es una experiencia mucho más intensa. Para mí la literatura es una de las experiencias mis intensas que conozco, sobre todo en esta época, en la que habría que ver qué. debe entenderse por, la vida habría que matizar  la definición de experiencia <no?. Esa tensión entre literatura y vida ha sido clásicamente, desde Cervantes, desde Flaubert, el tipo de debate que ha desarrollado la novela (la novela es ese debate en realidad). Y por eso se puede encontrar esta cuestión‑en escritores que uno admira muchísimo, en Kafka, por supuesto, en Faulkner, en Proust, pero también en Hortense Cálisher, en Sylvia Plath. Todo este asunto de qué quiere decir ser un escritor, qué quiere decir dedicar la vida a la literatura. ¿Qué es loque uno se ~? Entonces1a muerte de la literatura es a menudo un sacrificio que ciertos extraordinarios escritores han hecho en beneficio de algo para lo cual la literatura no sería sino el acceso. Rimbaud sería otro ejemplo fantástico de esta posición. Esa es una. Otra es lo quela sociedad hace con la li­teratura, que lo que intenta es matarla. Creo que la política de la sociedad en rela­ción con la literatura es sacarla de ahí. Yo siempre digo en broma y lo he dicho con muchos de ustedes que esta sociedad no inventaría la literatura si no lá hubiera en­contrado hecha. No se le hubiera ocurrido a la sociedad capitalista inventar una práctica tan privada, tan improductiva desde el punto de vista social, tan difícil de valorar desde el punto de vista económico. Digo la producción del sujeto que en su casa, con medios. que él mismo puede controlar, que es una cosa que a la sociedad no le gusta nada, porque en definitiva lo que hace falta es comprarse un block, papel y un lápiz... En la medida en que el sujeto es dueño de esos medios, la sociedad mira eso con desconfianza digo la lógica misma del funcionamiento de la sociedad, no digo los sujetos aislados, la sociedad esto ya Marx lo discutió, no puede entender ese trabajo ,improductivo, no puede entender álgo hecho sin interés económico. El arte seria contrario a esa lógica de la racionalidad capitalista. Y, por lo tanto, la muerte de la literatura sería algo a lo cuál esta sociedad aspira. También aspira a que la literatura salga del centro de la discusión, y creo que ha conseguido entregarlo. Me parece que si, nosotros, vemos lo que pasaba en los debates que recorren la historia, con Sarmiento o Mario Rodó pensamos en las figuras que fueron cons­truyendo ciertos espacios de discusión política en América latina, y miramos lo que pasa ahí, nos vamos a dar cuenta de que la situación ha logrado desplazar los focos de debate o desplazar al menos la función de ciertos 'usos del lenguaje en los debates sociales. La crisis de los intelectua­les como voceros, la figura dominante del especialista y del técnico, del periodista co­mo ideólogo, ha desplazado por completo la tradición del poeta como vocero de la tribu. Podemos discutir o ridiculizar lo que significó esa tradición, la tradición de Lugones, Alfonso Reyes, Martínez Estrada y sus alianzas y sus diferencias con el Es­tado, pero es evidente que la literatura for­maba parte del discurso público. No sé si hay que lamentarlo, pero la sociedad haborrado ese lugar, se ha sacado la literatu­ra del medio, y la ha sustituido por la tele­visión. Ha desplazado los lugares de enun­ciación de la tradición intelectual y de sus problemas hacia la cultura de masas. Quizás ahora que la literatura en este sen­tido ha muerto, se pueda por fin, escribir. La muerte de Octavio Paz podría enten­derse como la muerte del último que in­tentó conservar una función que la socie­dad había perdido y la conservó a cambio de perderlo todo, a cambio de excluir la li­teratura para conservar la figura pública del escritor como ideólogo. Paz era en este sentido una figura anacrónica, obviamen­te, una especie de Lugones fuera de esta­ción; todos hacían de cuenta que lo oían porque era un poeta, Pero en realidad es obvio que Paz no fue otra cosa que un pe­riodista, sobre todo eso, un gran periodista, un excelente divulgador de teorías y de hipótesis que entendía mal y transmitía bien. Y fue el primer intelectual de nuevo tipo, digamos, el primero que se dedicó sistemáticamente, no a crear focos de dis­cusión alternativos y contra públicos, sino a reproducir, a legitimar y a "modernizar" los temas y las cuestiones que quería im poner el Estado y que preocupaban a la cultura dominante. Ahora, en relación con la crítica, pareciera que la sociedad ha desarrollado de una manera excesiva todas las artes de interpretación de ese objeto que se fuga y que desaparece. Es como si la literatura, lo que justifica que estemos aquí, que justifica que existan cátedras de literatura, carreras en literatura, becas para estudiar literatura, congresos de literatura, revistas literarias, profesores, todo eso está sostenido por una práctica que parece que es muy inestable y casi invisible. Pareciéra que si fuera posible sacarla y mantener todo ese campo de estudio como un espacio muerto, sin presente, sólo la historia y la tradición, sena seguramente mucho más productivo desde la óptica social, más firme, más acotado. Y muchas tácticas críticas tienden a hacer eso. Tienden, desde posiciones que se suponen progresistas, a sacar a la literatura del juego y a convertirla en un síntoma más de una serie de documentos sociales que circulan c6n el mismo estatuto que la literatura. La crítica tiende a ver a la literatura como un síntoma, como un síntoma de otra cosa. La literatura no es un síntoma de otra cosa. En todo caso es el síntoma dé la sociedad, el lugar donde la sociedad manifiesta algo que no puede resolver, que sería esta tensión entre la producción y la circulación, entre el dinero y el tiempo libre, entre la cantidad de tiempo que hace falta para hacer una obra y cuánto vale eso. Son cuestiones que la sociedad no puede resolver. Entonces la crítica a veces se pone del lado de esa racionalidad. Yo creo que muchas de las cuestiones que se están discutiendo ahora, ciertas po­siciones críticas, tienen mucho que ver con la racionalidad social, aunque todos lo hagan en nombre de una suerte de posi­ción progresista de izquierda, de izquierda académica.           

 

Entrevista inédita hasta ahora, realizada por Noel Luna en 1998 durante un seminario de narrativa con­ temporánea en la Universidad de Princeton.

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