BORGES INTIMO
Un reportaje de Gloria López Lecube
El hombre que convirtió s laberintos, los senderos Furcados y las bibliotecas finitas en emblemas de literatura universal, se define como un "viejo poeta ciego y sudamericano" Un diálogo confesional La entrevista que Gloria López Lecube le realizó en 1985 poco antes de que el poeta iniciara su viaje final a Ginebra.Un encuentro revelador. Sus reflexiones sobre la muerte, el amor, la ceguera. Sus dialogos con las Madres de Plaza de Mayo en tiempos del gobierno militar. Borges, íntimo y profético. Un documento imprescindible
Beatriz Sarlo define al escritor y nos invita a pensarlo en esa tensión entre su destino cosmopolita y sus raíces argentinas. Su condición "orillera" le permite recortar el espacio literario que lo lanzará al mundo.La literatura aparece como tema central en las "Conversaciones de Jorge Luis Borges con Antonio Carrizo". El análisis, la evocación, el olvido, la admiración entretejen las tesis de un crítico calificado y un lector apasionado.
GLL: Alguna vez usted me dijo que preferiría ser otro, no Jorge Luis Borges JLB: Sí GLL: ¿Quién sería de poder elegir? JLB: Esa frase era un plagio que encontré en un libro de Papini que yo había leído cuando era chico, que se llama: El piloto ciego y el dice que querría ser otro, entonces el piensa que es el único que quiere ser otro, pero realmente todos queremos ser otros
GLL: ¿Y usted quién quiere ser?
JLB: No, yo tengo que resignarme a ser Borges, porque no puedo imaginarme otro destino que ese.
EL AMOR
GLL: Usted dijo alguna vez que ha vivido siempre enamorado de alguna mujer. Usted ha tenido tantos amores.
JLB: Yo le pregunté a mi hermana cual fue el primer amor de ella y me dijo, yo no recuerdo una época de mi vida en la que yo no estu- viera enamorada a partir de los cuatro años, y eso es verdad, uno siempre esta enamorado pero las personas cambian pero el amor es el mismo y la persona es siempre única
GLL: ¿Y quién
es esa persona única?
JLB: Han sido tantas personas que he perdido la cuenta.
LA POLÍTICA
GLL: Antes no se metía en política
JLB: No ahora tampoco, no pertenezco a ningún partido
GLL: Pero sin embargo da duro cuando tiene que opinar sobre algunas cosas
JLB: Sí pero por razones éticas, no por políticas. Cuando yo era joven, empecé siendo comunista en el año 1918, corría la fraternidad universal, la ausencia de fronteras, ¡a misión entre los hombres, luego no sé porque, me hice radical, luego conservador y ahora no pertenezco a ningún partido.
LA MUERTE
GLL - ¿Y su muerte Borges cómo la imagina?
JLB - Siento una gran impaciencia me dicen que va a llegar y al mismo tiempo siento que no, que no voy a morirme, aquello que dice Espinoza: que sentimos que somos inmortales, sí pero no inmortales individualmente supongo yo, inmortales al modo panteísta, al modo divino... pero que puede importarme lo que le sucede a un escritor sudamericano de un país perdido como la República Argentina, a fines del siglo veinte, que puede interesarme eso, si me aguarda esa aventura, la muerte, que puede ser la aniquilación, eso sería lo mejor, que puede ser el olvido.
EN LAS ORILLAS DEL UNIVERSO
No
existe un escritor más argentino que Borges: él se interrogó,
como nadie, sobre la forma de la literatura en una de las orillas de occidente.
En Borges, el tono nació nal no depende de la representación
de las cosas sino de la presentación de una pregunta: ¿cómo
puede escribirse literatura en una nación culturalmente periférica?
La obra de Borges nunca deja de rodear este problema que pertenece al núcleo
de las grandes cuestiones abiertas en una nación joven, sin fuertes
tradiciones culturales propias, colocada en el extremo sur de los dominios
de España en América, tierras finales que fueron la sede del
virreinato menos rico, que tampoco pudo exhibir, como otras naciones latinoamericanas,
grandes formaciones indígenas precolombinas. Sin
embargo, la consideración de Borges sólo en clave de escritor
universal cosmopolita tiene suficientes motivos: Borges también es
eso y su obra sustenta decididamente esa lectura. Se puede leer a Borges sin
remitirlo al Martín Fierro o a Sarmiento y Lugones: allí están
los temas filosóficos, allí está su relación tensa
pero permanente con la literatura inglesa, su sistema de citas, su erudición
extraída de las minucias' de las enciclopedias, su trabajo de escritor
sobre el cuerpo de la literatura europea y sobre las versiones que esta literatura
construyó como "Oriente"; allí están sus símbolos,
los espejos, los laberintos, los dobles; allí está su afición
a las mitologías nórdicas y a la Cábala. Pero se perdería,
si la lectura se fija dentro de estos límites, la tensión que
recorre la obra de Borges, cuando la dimensión rioplatense aparece
inesperadamente para desalojar a la literatura occidental de una centralidad
segura. La literatura de Borges es una literatura de conflicto. Borges escribió
en un encuentro de caminos. Su obra no es tersa ni se insiala M todo en ninguna
parte: ni en el criollismo vanguardista de sus primeros libros, ni en la erudición
heteróclita de sus cuentos, falsos cuentos, ensayos y falsos ensayos,
a partir de los años cuarenta. Por el contrario, está perturbada
por la tensión de la mezcla y la nostalgia por una literatura europea
que un latinoamericano nunca vive del todo como naturaleza original. A pesar
de la perfecta felicidad del estilo, la obra de Borges tiene en el centro
una grieta: se desplaza por el filo de varias culturas, que se tocan (o se
repelen) en sus bordes. Borges desestabiliza las grandes tradiciones occidentales
y las que conoció de Oriente, cruzándolas (en le sentido en
que se cruzan los caminos, pero también en el sentido en que se mezclan
las razas) en el espacio rioplatense. Su obra muestra el conflicto y este
libro intentará leerla en esa tensión que, según creo,
atraviesa a Borges y constituye su particularidad: un juego en el filo de
dos orillas. Busco la figura bifronte de un escritor que fue, al mismo tiempo,
cosmopolita y nacional. Borges
cosmopolita, educado en Suiza durante la primera guerra mundial y antes de
eso formado en los libros ingleses de la biblioteca paterna, ya a comienzos
de la década de 1920, cuando regresa a Argentina para vivir aquí
casi hasta su En, abre esa pregunta (que nunca cierra) sobre cómo es
posible escribir literatura en este país periférico, con una
población de origen inmigratorio establecida en una ciudad litoral,
Buenos Aires, que ha comenzado a convertirse en metrópoli todavía
rodeada por el campo, esa inmensidad de naturaleza de donde llegan los ecos
de una cultura rural criolla, que el proceso de modernización está
liquidando pero que subsiste como elemento residual y, sobre todo, como mito
de intelectuales. De cara al pasado criollo, Borges se pregunta cómo
evitar las trampas del color local que sólo produce una literatura
regionalista y estrechamente particularista, sin renunciar a la densidad cultural
que viene del pasado y forma parte de su propia historia. Allí,
todavía muy cerca de Borges, estaba el siglo XIX rioplatense, la literatura
gauchesca, los escritos de Sarmiento, la saga familiar de las guerras civiles
que precedieron a la organización del estado nacional, las peleas de
indios y blancos en décadas implacables, sangrientas e injustas. Estas
huellas del pasado argentino no desaparecen jamás de la obra de Borges;
por el contrario, su li teratura cumple, entre otras tareas, la de volver
a armar los fragmentos dispersos, y rearticular la escritura propia con la
de otros argentinos ya muertos. Lo
primero que hace Borges es inventar una tradición cultural para ese
lugar ex céntrico que es su país. Esta operación estética
e ideológica recorre su obra en la década del veinte y la primera
mitad de la década del treinta, hasta Historia universal de la infamia,
donde publica su primer cuento de cuchilleros. Pero la operación no
está terminada entonces: el problema de la cultura argen tina vuelve
a las ficciones de Borges hasta sus últimos libros, especialmente en
algunos cuentos de El informe de Brodíe, escritos a mediados de la
década del sesenta. Borges reinventa un pasado cultural y rearma una
tradición literaria argentina en operaciones que son contemporáneas
a su lectura de las literaturas extranjeras. Más aún: puede
leer como lee las literaturas extranjeras, porque está leyendo o ha
leído la literatura rioplatense. En Borges, el cosmopolitismo es la
condición que hace posible una estrategia para la literatura argentina;
inversamente, el reordenamiento de las tradiciones culturales nacionales lo
habilita para cortar, elegir y recorrer desprejuiciadamente las literaturas
extranjeras, en cuyo espacio se maneja con la soltura de un marginal que hace
libre uso de todas las culturas. Al reinventar una tradición nacional
Borges también propone una lectura sesgada de las literaturas occidentales.
Desde la periferia, imagina una relación no dependiente respecto de
la literatura extranjera, y está en condiciones de descubrir el "tono"
rioplatense porque no se siente un extraño entre los libros ingleses
y franceses. Desde un margen, Borges logra que su literatura dialogue a igual
con la literatura occidental. Hace del margen una estética.
origen:o
Borges, un escritor en las orillas 1 Beatriz Sarlo Editorial Ariel Febrero
de 1998
DE LUNAS Y METÁFORAS
Carrizo ... Usted. De la luna dijo: No sé donde la vi por vez primera
Borges. Ah, sí.
Carrizo. Si en el cielo anterior de la doctrinalde] griego
Borges. Claro.
Carrizo. o en la tarde que declina/ sobre el patio del pozo y de la higuera
Borges. Bueno, claro...
La primera es una alusión a la doctrina platónico de los arquetipos:
hemos visto la luna en el mundo de los arquetipos y luego vemos como una especie
de remedo de la luna, aquí en
la tierra. Y la otra se refiere de un modo muy concreto a un patio, que ya
no existe -bueno, puede decirse de casi todas las cosas de Buenos Aires
que no existen- al'patio de la casa en que yo nací, en la calle Tucumán,
entre Suipacha y Esmeralda. Y ahí estaba la higuera, en el segundo
patio, y el aljibe... en el primer patio, sí...
... Carrizo. No nos vayamos de la luna... Borges. No nos vayamos...
Carrizo. Escúchese.
Borges. A ver.
Carrizo. Siempre se pierde lo esencial. Es una/ ley de toda palabra sobre el numen. No la sabrá eludir este resumen/ Carrizo y Borges. De mi largo comercio con la luna/ Borges. Es cierto Y ese comercio ha estado, no diría maculado, ha estado exaltado de literatura, también, ¿eh? Porque la luna... Yo tengo un poema sobre eso. A ver como es... La luna de las noches no es la luna/ que vio el primer Adán. Los largos siglos/ de la vigilia humana la han colmado/ de antiguo llanto. Mírala, es tu espejo. Quiero decir que la luna que vemos ahora está de algún modo, ennoblecida, exaltada. Y... bueno: por Virgilio, por Shakespeare, por Héine por Lugones también. Es decir, que ya la luna que vemos no es la luna que puede ver, digamos... un niño. Aunque quizá él también ya a la palabra luna le da un carácter especial, ¿no?
Carrizo. Claro.
Borges. Posiblemente no. La primera vez no. Posiblemente para un chico la luna sea una claridad en el cielo, nada más, ¿no? Pero ya después está llena de mitología y de literatura.
Carrizo. Sí.
Borges. Esa doble o. Obliga a la voz a demorarse: rnoon... Y lun en francés, también. En cambio, en inglés antiguo, me da vergüenza decir el nombre de la luna: la luna Mona. Y era masculino: era el luna,además. En alemán, Mond, no es demasiado lindo, tampoco ¿no? Y selene es bastante feo, en griego. Y en ruso no es lindo tampoco: luna. Peor en inglés, rnoon, me parece perfecto. Moon... Precisamente porque... Bueno, esa oscuridad parece que conviene a la oscura realidad de la luna.
Carrizo. Siga escuchándose.
Borges. Bueno.
Carrizo: Y mientras yo sondeaba aquella mina/ de las lunas de la mitología, 1 ahí estaba, a la vuelta de la esquinaJ la luna celestial de cada día.
Borges. Ahí hay un pequeño juego que no me gusta: la luna de cada día. Pero sin embargo se entiende, ¿no? Quiere decir, la cotidiana luna.
Carrizo. Oiga.
Borges. Sí.
Carrizo. Sé que entre todas las palabras, una/ hay para recordarla o figurarla./ El secreto a mi ver está en usarla/ con humildad.
Borges y Carrizo. Es la palabra lunaJ
Borges. Eso es cierto, ¿eh? Uno está buscando me~ táforas y ya tiene esa metáfora o ese símbolo verbal que es la palabra luna.
Borges. Quería
decirle otra cosa. Yo, los otros días, recordaba unos versos de Goethe:
Füllest wiederBusch und Thal still mit Nebelglanz. Le dice la lu-
na: Llenas de nuevo el boacaje y el valle, con -y
ahora viene la palabra, la introducción de la pala-
bra: nebelglanz- con resplandor de neblina * Y
equivale ^ exactamente, me parece, a la luz de la lu-
na, ¿no?
Carrizo. Es cierto.
Borges. Y esa palabra la acuñó Goethe, el idioma alemán tiene esas libertades. Nebelglanz: Nebel, neblina, nube (es la misma palabra, ¿no?: neblina, nube) y Glanz, brillo, que tiene que ver con el inglés glance, mirada. Porque una mirada así, brusca, brilla también. Es la misma palabra. Bueno, Goethe, inventó esa palabra espléndida, esa palabra que define a la luna mejor que la palabra Mond, y no vol~ vio nunca a usarla.
Carrizo. Dice Borges: Ya no me atrevo a macular su pura/ aparición con una imagen vana; 1 la veo indescifrable y cotidiana/ y más allá de mi literatura. Borges. Claro. Bueno, es que viene a ser eso y más allá de mi literatura. Además el mi lo hace más humilde, ¿no?
origen: BORGES el memorioso Conversaciones de JORGE LUIS BORGES CON ANTONIO CARRIZO. Autor: Antonio Carrizo, Editorial fondo de cultura económica. 1997.
Un reportaje
de Gloria López Lecube
SOBREDOSIS BORGEANA
El rey ha muerto, glorifiquemos al
gran escritor. Orlando Barone describe la saya de arrepentimientos y adulaciones
que los argentinos rendimos a Borges después de su muerte y las compara
con el espíritu de¡ maestro.
El centenario del poeta ciego pareció
colmar una acumulación de milenios. Su retrato adquirió la petríficación
histórica de aquellos que no sufrieron el olvido apenas si alcanzan
en siglos. Lo unánime es enemigo de la individualidad; y sin individualidad
no hay independencia crítica. Borges se hubiera sentido aterrado ante
tanta masificación borgeana: él, más que nadie representó
el individualismo y el capricho; a la ajenidad a lo general; el desprecio
al globalismo Desdeñó por igual el fútbol, los encuentros
populistas, los gustos obvios, las tendencias de mercado y los medios de comunicación,
que paradójicamente ahora lo propagan como si fuera un producto de
consumo masivo Ni Dios tolera la unanimidad ya que carga con su coro de ateos,
herejes y agnósticos. Tampoco el diablo, aunque aspire a lograrla.
El nuevo y arrasador efecto totalizador se expandió por la sociedad
con afán monotemático. Ante la correntada indetenible se van
plegando las ideas personales; el todo arrastra el sujeto y lo entremezcla
fraternizándolo compulsivamente en la adoración o el sometimiento
a un dios inapelable al que el mercado aprovechará en souvenirs autorizados
o ruchos. Si Gardel canta cada día mejor y anula toda posible superación,
y la reniera número 10 de fútbol nunca más tendrá
un portador cómo el que la enterró en su retiro, Borges, sin
proponérselo, vendría a ser el sepulturero del futuro literario
argentino. Su efecto desvastador darwiniano únicamente dejaría
lugar para eternos aspirantes, y desgraciado sería ser escritor aquí
si eso llegara a cumplirse.a ño para quienes
lo conocieron y, sobre todo, para él mismo En. un extenso diálogo
de varias horas y que fuera publicado el 23 de agosto de 1984 en el número
aniversario de la revista Mercado, Borges me decía: "Prométame
que nunca me hará saber lo que ha escrito sobre mi. Tómese la
libertad de poner lo que quiera; somos tan insignificantes para nosotros mismos
que es mejor saber sobre los otros, No Cumplí la promesa, y él,
sus deseos de no leer esta entrevista. Cualquiera puede imaginar las cosas
que se le atribuyeron sin que jamás mediara el riesgo de que él
se enterara. De esa impunidad de sus entrevistadores salió este Borges
desmesurado por el inconsciente colectivo, por la sabiduría de uno
pocos elegidos y la genuina e inocente ignorancia de muchos.El 13 de septiembre
de 1985, las redacciones y los despachos de noticias fueron sacudidos por
el rumor de que había muerto Borges. El rumor ya anticipaba el paulatino
ocaso físico del escritor, quien moriría unos meses después
en Ginebra. Subyacia en la sociedad, inconscientemente, una ansiedad cósmica
por la inminente conmoción de su muerte. La izquierda empezaba a
exculparse; el populismo a inclinársele con resignación; los
posmodernos a metamorfosearlo y los sentimentales y folletinescos a enjugarle
lágrimas que por supuesto no derramaba. Porque despojó a su
vida y a su literatura de declamación e histrionismo. Se encargaba
necrológicas anticipadas, textos evocativos, semblanzas laudatorias
es-
tando él todavía vivo. Algunos se negaron a escribir sobre un
ciego que aún latía, aterido por el frío de la vejez
y de una vida tan escasamente física que pudo haber
sido imaginaria. Citarlo, como si se lo leyera, empezó a considerarse
un requisito; daba un aire desprejuiciado en tiempos de antiguos prejuicios
ideológicos...