Borges

poema
Borges, Jorge Luis

ESCRITOR. BS.AS AS., 1899- ginebra SUMA, 1986

El escritor más destacado y notorio del siglo XX nacido en nuestro país. Desde los primeros libros se propuso renovar -y lo logró--- el idioma de los argentinos. Los poemas iniciales, imbuidos de ultraísmo, establecen la clave a la que fue fiel durante el resto de su vida. No un elenco estable de recursos sino un vasto repertorio temático lo afianzaba: el culto de los antepasados, el arrabal, las mitologías que los nombres evocan, una pasión casi fetichista por algunas palabras, el uso programático de la etimología, el tratamiento para la lírica de cierto carácter narrativo y viceversa. Esta Última condición, virtud o característica, es la que resplandece en su debut como narrador, Historia universal de la infamia (193 5), que revisa escenas históricas y hasta casos policiales con gran aplomo retórico. Su labor constante como crítico y reseñista aparece en la revista El Hogar más que en Sur, y testimonia vocación y oficio inigualables. Luis Chitarroni destaca que "cuando el encanto de Borges para los lectores parecía a punto de extinguirse, un accidente (un golpe en la cabeza que desembocó en una septicemia) tuvo, al final, un desenlace feliz: quien hasta entonces había ensayado con éxito la narracion realista -por ejemplo "Hombres pelearon", primer título de "Hombre de la esquina rosada"-, en el trance febril de no saber si podrá seguir escribiendo, inventó ''Pierre Menard autor del
Quijote", un cuento genial con pocos antecedentes que salió en la revista Sur, luego en el volumen El jardín de los senderos que se bifurcan (194 1) y más tarde en Ficciones (1944). Después llegaría Artificios y en 1949 la publicación de El aleph, completando este ciclo magistral. Si tenemos en cuenta que estos libros incorporaron a la 1 iteratura prodigios narrativos como "Funes el memorioso "Tlon Uqbar, Orbis tertius'', "" muerte y la brújula", "El inmortal" y El aleph", la década del cuarenta, a pesar de sus abismos, altibajos y conflictos políticos, parece, en términos de creación, espléndida para Borges. Los años siguientes, los años de Peron serían, en cambio, sombríos y casi sin excusa. El Borges de El hacedor (1960) ha renunciado a los riesgos y con infalible maestría escribe aquello que el gusto del lector medio argentino detecta como borgeano. De hecho, el mismo Borges empezará a burlarse de tigres, laberinto y espejos. Consciente ya de un dualismo que los años siguientes acentuarían, compuso "Borges y yo", admirable página de exaltación personal que asimila lo autobiográfico a lo legendario. Seguirán libros cada vez menos asombrosos, que se encargarán de hacer coincidir su carrera literaria con su imagen pública. 6 ceguera, amenaza hereditaria, incorregible a partir de la década del cincuenta, impondrá una especie de cautiverio dispuesto a aprobar sólo ejercicios formales. El informe de Brodie (1970) atribuye con una enérgica obediencia, casi impensable en un hombre de setenta años, méritos y destrezas juveniles a una prosa que se distinguió siempre por su elegancia. Cuentos como "La intrusa" o La señora mayor" están a la altura de las mucho más complejas elaboraciones de la década del cuarenta. Se dice a menudo que Borges fue valorado en la Argentina gracias a un certificado ex~ tendido en Europa por alguna autoridad diplomática vigente. Lo cierto es ,que, a lo largo de los años, y con una eficacia que tiene algo de inexorable o fatídico, Borges fue imponiendo el añejamiento de un prestigio acorde con una reputación precoz. Importa menos averiguar el origen de esa reputación que leer en las páginas ultraístas el mismo anhelo, la misma codicia, la misma facilidad para la acuñación memorable. Con educada barbarie unitaria, Borges descreyó siempre de la política. Si bien había fingido acercarse a Yrígoyen y al radicalismo, remató esa ficción con histórica dignidad: Cuándo llegan las empanadas envueltas en nombramientos?". Sin otro título que el de bachiller ginebrino, como declara en el epílogo de sus Obras completas, Borges fue profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filoso~ fía y Letras de la Universidad de Buenos A-¡res. Escribió obras en colaboración con Pedro Henríquez Hureña, con su amigo Adolfo Bioy Casares y con Silvina Ocampo, entre otros. El sentido de la oportunidad verbal de Borges -obstruida a veces por algún accidente declamatorio, por el ejercicio demasiado asiduo de la memoria y por el recuerdo cómplice M menos feliz de sus poemas- casi podría ser comparado con el de Oscar Wilde La conversación, junto con su contribución ensayística, es una de las más singulares. No recibió el Premio Nobel


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